Mia san mia

Fernández Díaz se enteró de que Guardiola se había metido en una lista electoral sin avisarle

Ha pasado inadvertido, hasta que no se pudo más, un movimiento delicadísimo del PP en materia de comunicación: enviar a los platós, entre Casado y Levy, al ministro Fernández Díaz. No es difícil imaginar el encontronazo con el regidor.

—Somos los de la regeneración.

—Muchas gracias por traerlos, espere allí con los demás padres.

—Eh, yo también tengo mis ideas respecto a España.

—Claro que sí. Todos llevamos dentro a un seleccionador.

Fernández Díaz entró y ahora no hay manera de hacerle salir. Como en las series de éxito, el PP busca abarcar todos los tramos...

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Ha pasado inadvertido, hasta que no se pudo más, un movimiento delicadísimo del PP en materia de comunicación: enviar a los platós, entre Casado y Levy, al ministro Fernández Díaz. No es difícil imaginar el encontronazo con el regidor.

—Somos los de la regeneración.

—Muchas gracias por traerlos, espere allí con los demás padres.

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—Eh, yo también tengo mis ideas respecto a España.

—Claro que sí. Todos llevamos dentro a un seleccionador.

Fernández Díaz entró y ahora no hay manera de hacerle salir. Como en las series de éxito, el PP busca abarcar todos los tramos de edad con personajes de diferente edad y caracteres dispares; Fernández Díaz se dirige a esa parte de la población que está buscándose a sí misma: él es la llamada al carro, la manera de decir que hay sitio para todos. Una lectura política más angustiosa sugiere que el desembarco en televisiones, radios y periódicos para que hable del Gobierno un hombre que dijo que el muro de Berlín lo derrumbó Fátima demuestra que Rajoy ya solo espera un milagro. Probablemente sea su ministro más pegado a la realidad, pero a la realidad que no es.

Ayer, por ejemplo, Fernández Díaz se enteró de que Guardiola se había metido en una lista electoral sin avisarle. Su reacción fue decir que a la política puede dedicarse cualquiera con vocación de servicio público y que era muy respetable que un entrenador se dedicase a ella. Pero en el caso de Guardiola “no se puede ser entrenador del Bayern y al mismo tiempo dedicarte a hacer política: o haces una cosa o haces otra”. Más que las declaraciones de un ministro parecen las declaraciones de un hooligan del Bayern. De hecho hay algo incómodo en que una persona se contradiga al mismo tiempo que habla: es un fenómeno asociado al fútbol. Fernández Díaz no es que no digiera el independentismo: es que se le atraganta la sequía en Champions.

En esa vocación suya de servicio público que consiste en censurar la presencia de gente en listas ajenas y hacerle el paseíllo a los imputados en las suyas, el ministro criticó que Guardiola hubiese jugado con España. Efectivamente: todos llevamos dentro un seleccionador. Yo siempre he pensado que a los jugadores que no sienten España como país hay que primarles el doble por sacrificar sus veranos por una causa en la que no creen, pero el ministro es de los que salen a celebrar el himno antes que la copa. A Guardiola, que sin la selección no llegaba a fin de mes, le acusa de entregarse al dios dinero. Visto su concepto de libertad y de economía no se sabe si decía que la Virgen había tirado el muro como celebración o como reproche.

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