Cartas al director

Rostros de cera

No lo entiendo. Esa obsesión por suprimir la natural belleza que la edad va modelando en el rostro de una mujer. La calidez de una expresión y sonrisa natural. Y sustituirla por la fría tersura de una inexpresiva máscara de cera, por el gesto congelado de un rostro plastificado, donde cualquier intento de sonreír se convierte en una mueca patética. No es rejuvenecer, es una triste conversión en algo menos humano e infinitamente menos bello. ¿Es que no se dan cuenta cuando lo ven en otras que cayeron en la misma trampa, que tienen que esperar al posoperatorio para mirarse al espejo y comenzar a...

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No lo entiendo. Esa obsesión por suprimir la natural belleza que la edad va modelando en el rostro de una mujer. La calidez de una expresión y sonrisa natural. Y sustituirla por la fría tersura de una inexpresiva máscara de cera, por el gesto congelado de un rostro plastificado, donde cualquier intento de sonreír se convierte en una mueca patética. No es rejuvenecer, es una triste conversión en algo menos humano e infinitamente menos bello. ¿Es que no se dan cuenta cuando lo ven en otras que cayeron en la misma trampa, que tienen que esperar al posoperatorio para mirarse al espejo y comenzar a arrepentirse? Pero ya no tiene arreglo. Adiós para siempre a la fresca y natural sonrisa.

Sigo sin entenderlo. ¿Por qué lo hacen? Algo debe de andar mal en una sociedad que subvierte no solo los valores éticos sino también los estéticos hasta este punto.— Sebastián Fernández Izquierdo.

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