Comprender la belleza es poseerla

Joshua Bell no es un violinista cualquiera. Admirado por expertos y profanos de este arte, es uno de los músicos más virtuosos en su especialidad y ha recibido cientos de reconocimientos a nivel mundial. Su talento y sensibilidad con el violín hacen aflorar una de las múltiples manifestaciones de la belleza tal y como la entendemos la gran mayoría, pero ¿de verdad sabemos reconocer la belleza en nuestro día a día, o se nos escapa por falta de atención?

Hablo de Bell como podría citar a miles de personas que nos acerca...

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Joshua Bell no es un violinista cualquiera. Admirado por expertos y profanos de este arte, es uno de los músicos más virtuosos en su especialidad y ha recibido cientos de reconocimientos a nivel mundial. Su talento y sensibilidad con el violín hacen aflorar una de las múltiples manifestaciones de la belleza tal y como la entendemos la gran mayoría, pero ¿de verdad sabemos reconocer la belleza en nuestro día a día, o se nos escapa por falta de atención?

Hablo de Bell como podría citar a miles de personas que nos acercan maravillas en diferentes disciplinas, pero su caso es especial: En el año 2007 se prestó a un curioso experimento que impulsó el diario ‘The Washington Post’. Bell acudió a las 7:51 horas de la mañana a la estación de metro de L’Enfant Plaza, en pleno centro de la capital de Estados Unidos. Sin grandes alardes y vestido como cualquier músico callejero, desenfundó su violín, valorado en 3,5 millones de dólares, y comenzó a tocar.

¿Qué ocurrió? Pues que de las más de mil personas que pasaron con prisa hacia sus puestos de trabajo durante los 43 minutos de concierto subterráneo, solamente siete se detuvieron para escucharle, mientras que 27 aportaron algo de dinero, con lo que consiguió recaudar la ‘friolera’ de 32 dólares (ni un tercio de lo que suele costar una entrada normal para sus conciertos). Tan solo una chica le reconoció y se quedó a disfrutar la belleza de su arte durante todo el repertorio.

Bell, al día siguiente, acudía entre vítores y aplausos a recoger el galardón más importante que se otorga en el ámbito de la música clásica, pero esa mañana quizá sintiera la indiferencia en su máxima expresión. La conclusión del experimento fue que la belleza está presente solo en el ojo del que la mira. Está claro que lo que a uno le parece hermoso, a ojos de otro puede ser horrible, algo que parece bastante lógico. Sin embargo a mí este curioso ensayo me plantea otra duda, y es si de verdad sabemos apreciar la belleza que nos rodea, la diaria, la cotidiana.

Lo que hoy es aceptado como bello quizá no lo fuera en otras épocas, ya que el canon de belleza ha ido evolucionando a lo largo de la Historia. ‘Las Tres Gracias’ de Rubens, con sus michelines, serían hoy condenadas por muchos al peldaño más bajo de la hermosura, o el excesivo gusto por la simetría y perfección griega tampoco encajaría con el desorden artístico de ciertas creaciones modernas. Esa evolución de la belleza sorprende también si miramos a la cultura maya, donde el estrabismo era un signo claro de belleza, por lo que las madres hacían todo lo posible para que sus hijos tuvieran una mirada ‘distraída’.

Pero el análisis de lo que es belleza o no en cada tiempo no es a lo que me refiero, donde pretendo acercarme es a intentar comprender ese sentimiento que nos sale del alma cuando la encontramos, cuando nos sorprende y nos inunda de repente. Me refiero a esa belleza a la que se refería Picasso cuando decía que “el arte nunca es la aplicación de un canon de belleza, sino lo que el instinto puede concebir”.

El prestigioso diseñador Richard Seymour se hace una pregunta en su ponencia TED: ¿Pensamos en la belleza o la sentimos? Su respuesta es clara: desde luego que la sentimos. Para este profesional que trabaja con la presión de que sus creaciones sean juzgadas a golpe de vista, la belleza está relacionada con el placer. Son nuestros sentidos los que nos hacen vibrar con un cuadro, un atardecer, una melodía, una mujer hermosa o un hombre hermoso, un paisaje, un animal o la sonrisa de un bebé. La belleza está por todas partes, pero debemos tener nuestros sentidos predispuestos a ella, siempre alerta.

Y es aquí donde a veces fallamos y no nos damos cuenta de todo lo bello que nos rodea. España es un país que año tras año bate récords de turismo. Actualmente recibe 65 millones de visitantes que buscan sol, playas hermosas, comidas saludables, paisajes maravillosos… en definitiva vienen buscando el placer de la belleza, esa belleza que, aun viviendo aquí, muchas veces se nos escapa. Aunque no basta solo con coger la maleta en su búsqueda porque como dijo el filósofo Ralph Waldo, “de nada sirve viajar en busca de la belleza, porque si no la llevamos con nosotros, no la encontraremos”.

Los expertos en psicología positiva Peterson y Seligman afirmaron que las personas que tienen la capacidad de apreciar la belleza con más facilidad, extasiarse o emocionarse con ella, encuentran más alegría en sus vidas y pueden conectar profundamente con otras personas. A este respecto, según un estudio de la Universidad Complutense dirigido por la psicóloga María Dolores Avia, podemos concluir que la capacidad de apreciar la belleza en acciones humanas, en obras de arte, en la naturaleza o en el físico de otra persona mejora el bienestar, (no al nivel del agradecimiento, la capacidad de perdonar o el sentido del humor), pero en un porcentaje importante ayuda a mejorar nuestro bienestar, ya que apreciar lo bello nos hace sentir bien.

No pasemos de largo ante Joshua Bell. No nos centremos solo en los cánones de belleza establecidos, porque todos tenemos belleza y la belleza está en todos y en todo. Solo hay que reconocerla o entrenarnos para reconocerla. Está en una sonrisa, en una palabra a tiempo, en una mano tendida, en un guión, en un aguacero, en un regate, en una canción, en un sol espléndido, en unos dedos, en una silla, en una frase, en un poema, en una cicatriz... o en los ojos que leen este texto. Ábrelos bien porque, como dijo Kafka, “quien conserva la facultad de ver la belleza, no envejece”.

Fuente imagen: washingtonpost

Comentarios

Cuando una persona sufre, pocas veces puede ver o sentir la belleza que nos rodea.Sería bello no sufrir.
http://madbidtimoorealidad.blogspot.com.es/ Para una esteta como yo, la belleza es necesaria para poder elevarnos un poco por encima de lo cotidiano. Las responsabilidades familiares, laborales... a veces nos acarrean un monton de preocupaciones, de estres... Y en necesario pararse un momento y saber disfrutar de la musica, del arte, de un paisaje... Debemos incorporar la belleza en nuestro dia a dia porque si no la realidad se hace demasiado prosaica, rutinaria, gris...
Las opiniones de Peterson y Seligman no coinciden con la mayoría de las personas que saben apreciar la Belleza. Muchas de estas personas ni encuentran mayor felicidad en sus vidas, ni conectan fácilmente, porque ese profundo sentido estético que es el norte de sus vidas, obra como una barrera tras la cual los Otros temen contactar. No nos engañemos. Los grandes pintores de los pasados siglos, con sus Madonnas tan bellas, tan perfectas, no eran humanas. Eran seres ideales, que solo existían en su imaginación.
Lamentablemente los seres no podemos evadirnos del sufrimiento. Bien mirado, es lo que realmente confiere valor a nuestras vidas. Lo que construye nuestro carácter, con lo que da solidez a nuestras convicciones radica en el hecho de haber superado infinidad de veces los contrapuntos del diario vivir. Luego la Felicidad es un estado del Alma, cuando ésta ha logrado armonizarse, adquirir cierta sabiduría para no alterar sus estados anímicos por los reveses que nos toque atravesar.
En esta entrada de mi blog hay una curiosa y graciosa anécdota que se atribuye a Picasso sobre "comprender" la belleza... http://wp.me/p5lqd6-c1Nos lo explica fácil.
Me parece muy acertado ese cuestionamiento sobre la forma de ver el arte a través del envoltorio. Y es algo que no permite apreciar a muchos verdaderos artistas, mientras se están venerando a fenómenos publicitarios. http://antiguoescriba.blogspot.fr/
El sentimiento de belleza existe en la naturaleza animal y no solo en la humana. Apreciarla es una cualidad con que se nace; basta observar, en relación con el sexo, la conducta en aves y en mamíferos. En la especie humana adquiere una dimensión estética en las distintas artes, tales como la pintura, la arquitectura, el baile, el cine, la poesía, etc. Gracias al arte la vida adquiere un sentido espiritual.
Ramón, te agradezco el apunte de que la belleza se observa también en el mundo animal y que somos nosotros quienes le añadimos otro valor.Ireneo, veo por el blog que mencionas una buena reflexión sobre la belleza versus publicidad. También creo que el tiempo nos coloca a cada uno en nuestro sitio. El arte permanece, la publicidad vacía se desvanece.Muy buena la anécdota de Picasso y las ostras, José. No la conocía. Gracias.Bergante, me quedo con la felicidad como un estado del alma. Muy bueno.Lidia, me uno a tu necesidad. La belleza dulcifica nuestro día a día.Félix, hay experiencias de personas en campos de concentración que tuvieron la capacidad de expresar en algunos momentos instantes de belleza. El sufrimiento nos lo pone difícil, pero también la capacidad admirativa nos ayuda a superarlo.Un abrazo

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