La gran teoría de cómo ver un partido

Fuimos a un partido de la Champions League desde la zona noble del Bernabeu y descubrimos que no teníamos ni idea de ver fútbol

Un momento del encuentro Real Madrid – Shalke 04 que tuvo lugar el pasasdo 10 de marzoCordon Press

“¿Y estos dónde van?”, pregunta ella harta de encoger las piernas para dejar pasar a seres humanos con pulseras de colores y cosas que les cuelgan del cuellos. “A comer, estos van a comer”, le responde él mientras saca de la mochila un objeto con forma de porra envuelto en papel de aluminio. Él y ella tienen la mala suerte de pertenecer a la inmensa mayoría de ser humanos que hoy está en el Bernabéu pero no han llegado hasta aquí de la mano de Heineken. La firma de cerveza es patrocinador oficial de la Champions League –prueben cualquier día ...

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“¿Y estos dónde van?”, pregunta ella harta de encoger las piernas para dejar pasar a seres humanos con pulseras de colores y cosas que les cuelgan del cuellos. “A comer, estos van a comer”, le responde él mientras saca de la mochila un objeto con forma de porra envuelto en papel de aluminio. Él y ella tienen la mala suerte de pertenecer a la inmensa mayoría de ser humanos que hoy está en el Bernabéu pero no han llegado hasta aquí de la mano de Heineken. La firma de cerveza es patrocinador oficial de la Champions League –prueben cualquier día a buscar el hashtag #TeoríasChampionTheMatch en Twitter– y esta noche ha decidido invitar a un redactor de esta revista y a dos afortunados ganadores de un concurso organizado a través de Facebook a vivir la experiencia de un partido de la más grande competición global de fútbol. Cuando hace unos meses, la BBC le preguntó a Adam Silver, alto comisionado de la NBA, de qué evento podía aprender la liga norteamericana de baloncesto profesional, este respondió, sin dudarlo: “De la Champions. Es el ejemplo de algo que funciona. Debemos parecernos más a ellos”.

Hace unos meses, la BBC le preguntó a Adam Silver, alto comisionado de la NBA, de qué evento podía aprender la liga norteamericana de baloncesto profesional. Él respondió, sin dudarlo: “De la Champions. Es el ejemplo de algo que funciona”.

La experiencia consiste en que, primero, te cuelguen toda una serie de acreditaciones, luego te ajusten una serie de pulseras de que cubren un tercera parte del arco cromático Pantone y luego, armado con todo ello, puedas ir pasando controles como quien avanza en un videojuego, hasta alcanzar el lugar donde esconden el Arca Perdida, ergo la barra. En la zona noble del Santiago Bernabéu, los invitados juegan al futbolín, comen jamón, beben cerveza y hablan de fútbol. Y cuando el incauto piensa que la cosa no puede mejorar más, un amable señor se encarga de colgarle algo nuevo del cuello (esto ya parece una bienvenida hawaiana) y pedirle que le acompañe escaleras abajo, tan abajo como el césped de Chamartín. ¿Y ahora qué? Un momento. Sale el Real Madrid a calentar y uno está tan cerca que puede incluso denotar qué partes del cuerpo lleva Cristiano Ronaldo más de tres días sin depilarse. Tan cerca que casi se puede entender lo que se dicen entre ellos. En el idioma que sea.

Faltan apenas cinco minutos para que empiece el partido, que no es otro –en algún momento había que confesarlo– que la infame vuelta de los octavos de final, en la que el Shalke 04 casi apea de la competición a un desubicado Real Madrid, derrotándolo en casa por 3-4, un resultado que garantiza jolgorio para el neutral, pero que, al final, dejó insatisfechos tanto a alemanes como a españoles. Cogemos asiento. Tenemos almohadilla (hemos decidido gastarnos un euro en eso, porque, de momento, la velada nos sale a devolver) y una vista tan central que parece que podríamos trazar los confines del terreno de juego sin ayuda de escuadra y cartabón.

Tenemos almohadilla y una vista tan central que parece que podríamos trazar los confines del terreno de juego sin ayuda de escuadra y cartabón

Al llegar el descanso, el ritual inicial de la comida y la bebida se repite. Hay caras serias entre el respetable. Al final del partido, última sesión de ingesta de alimentos del mundo y cerveza, una partidilla de futbolín y un los anfitriones desvelan quién se ha llevado el balón oficial que se sortea entre todos los que hemos participado en la porra para adivinar el resultado del envite. Obviamente, no había entre nosotros nadie que hubiera consumido suficiente peyote antes del partido como para prever que este terminaría con un marcador más parecido al de un partido de hockey patines o de fútbol sala que al de una eliminatoria tipo de Champions League. A las 23 horas se cierra el paraíso y salimos todos con el recuerdo lejano de que una vez se jugó un partido sobre el césped del Bernabéu y unos alemanes de azul casi la lían.

Pero, claro, no todos tenemos la oportunidad cada vez que se juega un partido de Champions de vivirlo de esta manera tan pantagruélica. Por eso mismo, la firma cervecera ha inventado The Champions Theory, una suerte de teoría entre matemática y metafísica que con concluye las normas básicas para el disfrute de un partido de esta competición en casa. Bajo la tutela de laexperta en ciencia América Valenzuela, los periodistas Maldini, Lara Álvarez y Matías Prats, junto al humorista David Amor, arman un decálogo que garantiza el goce del partido perfecto en casa. Incluso si unos alemanes deslamados insisten en rebasar la línea que separa la emoción del sufrimiento puro y duro.

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