Un día sin reír es un día perdido
Así de simple y así de difícil a la vez. Sonar el despertador, madrugar, escuchar quejas de jefes o clientes, cenar mientras saboreas las ‘agradables’ noticias del informativo, fregar… y a dormir. ¿Te resulta familiar este tipo de día? Visto así no parece que haya mucho espacio para reír a carcajadas. Ahora bien, reconozcamos algo. Por muy ajetreada que sea nuestra agenda, seguro que es posible en 24 horas encontrar ese momento y esa situación para sonreír o hacer más agradable la vida a los demás. Muchas veces, esperamos al fin de semana para relajarnos y para reírnos en compañía de los nuest...
Así de simple y así de difícil a la vez. Sonar el despertador, madrugar, escuchar quejas de jefes o clientes, cenar mientras saboreas las ‘agradables’ noticias del informativo, fregar… y a dormir. ¿Te resulta familiar este tipo de día? Visto así no parece que haya mucho espacio para reír a carcajadas. Ahora bien, reconozcamos algo. Por muy ajetreada que sea nuestra agenda, seguro que es posible en 24 horas encontrar ese momento y esa situación para sonreír o hacer más agradable la vida a los demás. Muchas veces, esperamos al fin de semana para relajarnos y para reírnos en compañía de los nuestros. Pero es un error, aunque sea solo por una cuestión estadística. Dos días de sonrisa en comparación a cinco laborales serios es demasiado tiempo perdido. Así pues, un lunes puede ser un gran día para reír. ¿Por qué no?
El trabajo nos evoca a algo serio. De hecho, el origen de la palabra “trabajo” proviene de un instrumento de tortura (casi nada) o el término negocio significa en latín “no ocio”. Con este punto de partida, no parece que haya mucho espacio para la distención. Pero, ¿qué pasa si cambiamos las reglas?
“No he trabajado ni un día en toda mi vida. Todo fue diversión”. Thomas
“No he trabajado ni un día en toda mi vida. Todo fue diversión”. Thomas
Esto no quiere decir que antes de ir al trabajo escuchemos todos los chistes que corren por la red y martiricemos a nuestros compañeros, ni que hablemos como Chiquito de la Calzada o que lo confundamos con el sarcasmo o el humor a costa de otros. Como decía Shakespeare, “puede uno sonreír y sonreír… y ser un canalla”. El mejor humor comienza con uno mismo y para eso, necesitamos dejar de sentirnos “tan importantes” y desarrollar la empatía inteligente.
En definitiva, el humor ayuda en el ámbito laboral y personal. Genera un sinfín de beneficios: Mejora la salud, la capacidad respiratoria, reduce la hipertensión, fortalece el corazón, elimina el estrés y la depresión, frena el insomnio, mitiga el dolor… y además ayuda en gran medida a encontrar pareja. Para Eduardo Jáuregui, autor del libro ‘Amor y humor’, el segundo es uno de los fundamentos principales del arte de amar. Si alguien nos hace reír nos caerá mejor y nos atraerá más y, en el ámbito de la pareja, además, mejora la comunicación, el respeto y la confianza. No está mal.
¿A qué esperamos? ¡Animemos esas caras tan serias!