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Este sofá se explica desde las cifras (69 euros y 17 kilos) tanto como desde las ideas. La que lo sustenta no llegó de un estudio de ingeniería, sino de la mera observación. Y del atrevimiento de su autor a la hora de descontextualizar informaciones diferentes.
Karlsson pensó que con lo que se hacía un trampolín se podía hacer un sofá duradero. Y comenzó a buscar fabricantes. Así, este modelo, llamado Knopparp (y de venta en Ikea) no proviene de un fabricante de sofás, está hecho por una compañía china que normalmente produce escaleras de acero. La funda acolchada suprime la necesidad d...
Este sofá se explica desde las cifras (69 euros y 17 kilos) tanto como desde las ideas. La que lo sustenta no llegó de un estudio de ingeniería, sino de la mera observación. Y del atrevimiento de su autor a la hora de descontextualizar informaciones diferentes.
Karlsson pensó que con lo que se hacía un trampolín se podía hacer un sofá duradero. Y comenzó a buscar fabricantes. Así, este modelo, llamado Knopparp (y de venta en Ikea) no proviene de un fabricante de sofás, está hecho por una compañía china que normalmente produce escaleras de acero. La funda acolchada suprime la necesidad del relleno habitual de poliéter. Todas las partes se pueden separar, es decir reciclar. Pero esa no es la ambición de su diseñador. Que lo barato dure es tal vez una opción más realista que la tradicional, que recomienda comprar poco y bueno en épocas de pocos medios. Un sofá ligero pero resistente puede esconderse tras un trampolín.