La estrella del lujo hotelero

El arquitecto Tony Chi es reclamado por los establecimientos más exclusivos del mundo

El arquitecto de hoteles de lujo Tony Chi.

Tony Chi nació en Taiwan en 1961 pero a los seis años su familia se mudó a Nueva York. Ahora, a los 53 años, este arquitecto con fama de perfeccionista y que apenas concede entrevistas, está considerado el secreto mejor guardado del lujo hotelero mundial.

Con obras como el nuevo hotel Andaz de Tokio, el Rosewood de Londres o el Intercontinental de Ginebra, el neoyorquino (de adopción) ...

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Tony Chi nació en Taiwan en 1961 pero a los seis años su familia se mudó a Nueva York. Ahora, a los 53 años, este arquitecto con fama de perfeccionista y que apenas concede entrevistas, está considerado el secreto mejor guardado del lujo hotelero mundial.

Con obras como el nuevo hotel Andaz de Tokio, el Rosewood de Londres o el Intercontinental de Ginebra, el neoyorquino (de adopción) se prepara ahora para su gran reto en la ciudad que le acogió: la reforma del Carlyle (que prevé acabar a finales de 2015), el hotel más legendario de la Gran Manzana (con permiso del Plaza) y uno de los grandes clásicos que aún no había decidido pasar por el taller.

Chi atiende a EL PAÍS desde Buenos Aires para hablar de su filosofía. Empezó diseñando restaurantes para chefs prestigiosos como Michael Mina o Alain Ducasse y ha acabado convertido en uno de los arquitectos más reputados del mundo en el sector más exclusivo de la hostelería.

“Lo primero que pienso cuando recibo un encargo es en la gente que va a trabajar en ese hotel, incluso antes que en los huéspedes. Siempre le digo al personal del hotel que yo puedo ser el corazón pero que ellos son el alma”, cuenta Chi, cuyos padres habían sido durante años propietarios de uno de los restaurantes vegetarianos más famosos de la ciudad de los rascacielos.

“No creo que sea difícil encontrar el equilibrio entre la parte práctica de un hotel y su belleza. Lo importante es recordar que son organismos vivos que siguen un proceso concreto. Piensa en esto: ¿tenemos la misma relación que teníamos antes con la ciudad? Antes uno iba a una plaza y la paseaba, la admiraba. Ahora vamos tan rápido a todas partes y estamos tan ocupados mirando el móvil que no tenemos tiempo de pararnos ni de ver lo que tenemos encima de nuestras cabezas. Yo entiendo que los hoteles son lugares en los que puedes decir si quieres una historia de una noche o un romance más largo… espero que el huésped se decida por esto último”, dice entre risas.

Chi decidió establecerse por su cuenta en 1984 pero la gran crisis de 1987 le obligó a replantearse su trabajo y volver —por un corto plazo de tiempo— a su tierra natal. En Hong Kong conoció a los que serían sus socios (Paul Hsu y Allan Zeman) y empezó una meteórica carrera en la que ha trabajado con casi todos los colosos del ramo, incluyendo cadenas como hoteleras como Park Hyatt o Mandarin Oriental.

Restaurante del hotel Andaz de Tokio, diseñado por Tony Chi.

Preguntado por su carácter obsesivo y su poca afición a la prensa, el arquitecto lo tiene claro: “Somos un estudio pequeño, íntimo, y así queremos mantenernos, así es cómo me gusta trabajar. ¿Una obsesión? Que el diseño no se note. A veces nos olvidamos de que no trabajamos con papel de regalo y que lo importante no es el envoltorio… en los últimos años muchas editoriales me han ofrecido dinero para hacer unos de esos coffee table book, pero eso no es un libro, eso es otra cosa. Pasa lo mismo con los hoteles, y yo me considero parte de la escuela Bauhaus: ‘la forma sigue a la función’ y trato de aplicarla siempre”, cuenta.

Los hoteles firmados por la mano de Tony Chi se consideran parte de una herencia de elegancia y clasicismo pensados hasta el más mínimo detalle y cuya gran característica es la minuciosidad en la elección de los materiales y la delicadeza de sus acabados.

“Elegante es una palabra que me gusta mucho pero la uso sólo en el plano íntimo. Mi mujer es muy elegante, por ejemplo”, asegura entre risas. “También me gusta el adjetivo sexy, pero lo cierto es que mis hoteles son formales. ¿Por qué? Porque es una palabra que se adapta de forma distinta a cada ser humano y creo que mis hoteles —de algún modo— tratan de hacer lo mismo”.

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