Cartas al director

Homofobia y acoso sexual

En un ejercicio de clase de la semana pasada, varios estudiantes de Publicidad y Relaciones Públicas tuvimos que exponer en público una situación real en nuestras vidas en la que hubiéramos sentido verdadero terror. A pesar de la diversidad de historias relatadas, no fue sorprendente para nadie que la mayoría de experiencias estuvieran relacionadas con la homofobia y el acoso sexual. En múltiples casos, además, se había producido un episodio de violencia hacia hombres homosexuales y de contacto sexual no permitido hacia las mujeres. Lo más impactante, sin embargo, era la culpa que sentíamos to...

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En un ejercicio de clase de la semana pasada, varios estudiantes de Publicidad y Relaciones Públicas tuvimos que exponer en público una situación real en nuestras vidas en la que hubiéramos sentido verdadero terror. A pesar de la diversidad de historias relatadas, no fue sorprendente para nadie que la mayoría de experiencias estuvieran relacionadas con la homofobia y el acoso sexual. En múltiples casos, además, se había producido un episodio de violencia hacia hombres homosexuales y de contacto sexual no permitido hacia las mujeres. Lo más impactante, sin embargo, era la culpa que sentíamos todos (me incluyo a mí misma), por sentir que aquello nos había pasado por coger el metro pasadas las diez de la noche o por haber tomado un atajo en la calle de camino a casa.

¿De qué sirven cámaras de seguridad, campañas globales y vídeos virales sobre discursos como el de Emma Watson si el problema sigue estando tan arraigado en nuestras mentes? ¿Por qué convertimos a las víctimas en las culpables y olvidamos a los agresores? Agresores que, a menudo, se sientan a nuestro lado en el bus y caminan delante de nosotros por la calle.— Aida Domínguez Morales.

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