La cobardía de los corruptos
No recuerdo uno solo de esos condenados por corrupción, prevaricación o robo de dinero público, que no haya alardeado repetidamente de su inocencia, de su honradez, de su acrisolada dedicación a su trabajo e, incluso, de haber hecho todo en beneficio de sus conciudadanos y por el bien de su tierra.
Todos han hecho todo lo posible por dilatar los procedimientos abiertos contra ellos y han asegurado que se trataba de una campaña orquestada contra su partido político, su ciudad, su Comunidad o su honor. Algunos, incluso, han asegurado que, de ser condenados, no pedirían el indulto. Y todo...
No recuerdo uno solo de esos condenados por corrupción, prevaricación o robo de dinero público, que no haya alardeado repetidamente de su inocencia, de su honradez, de su acrisolada dedicación a su trabajo e, incluso, de haber hecho todo en beneficio de sus conciudadanos y por el bien de su tierra.
Todos han hecho todo lo posible por dilatar los procedimientos abiertos contra ellos y han asegurado que se trataba de una campaña orquestada contra su partido político, su ciudad, su Comunidad o su honor. Algunos, incluso, han asegurado que, de ser condenados, no pedirían el indulto. Y todos, que yo recuerde, sin excepción, han lanzado campañas para solicitar ese indulto, sus afines han recogido firmas, han recurrido a todas las triquiñuelas para tratar de evitar la cárcel y han hecho exposición pública de lo buenos que son y de que ellos no representan ningún peligro para la sociedad, para esa sociedad a la que han robado y esquilmado.
Ni una palabra para reconocer su culpa, ni un atisbo de sincero arrepentimiento.— Ángel Villegas Bravo.