Editorial

Dudoso porvenir

La Operación Margen Protector no augura una salida duradera al conflicto israelí-palestino

Fueron los enviados palestinos los que rompieron la última tregua el pasado viernes al ver que las negociaciones de El Cairo no les permitían conseguir de manera inmediata sus requerimientos principales. Reclaman el fin del bloqueo (y la apertura de un puerto y un aeropuerto), liberación de presos y la reconstrucción de Gaza (unos 6.000 millones de euros). Israel, por su parte, exige la desmilitarización de la Franja. Ayer continuaron los ataques, que se cobraron cinco nuevas víctimas palestinas, mientras volaban unos 25 cohetes contra Israel.

Más de un mes después de que Netanyahu auto...

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Fueron los enviados palestinos los que rompieron la última tregua el pasado viernes al ver que las negociaciones de El Cairo no les permitían conseguir de manera inmediata sus requerimientos principales. Reclaman el fin del bloqueo (y la apertura de un puerto y un aeropuerto), liberación de presos y la reconstrucción de Gaza (unos 6.000 millones de euros). Israel, por su parte, exige la desmilitarización de la Franja. Ayer continuaron los ataques, que se cobraron cinco nuevas víctimas palestinas, mientras volaban unos 25 cohetes contra Israel.

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Más de un mes después de que Netanyahu autorizara los bombardeos con los que puso en marcha la Operación Margen Protector, que se completó con la invasión terrestre de Gaza el día 17, el balance de muertes y destrucción es tan monumental que confirma con creces que la opción militar no es la solución a un conflicto que se arrastra desde hace décadas. El derecho de Israel a la legítima defensa es indiscutible, pero la respuesta a los ataques con cohetes que padece desde la Franja deben ser proporcionados y ajustarse a unos objetivos concretos. La reciente operación, con ataques a infraestructuras —la red de distribución de agua, una planta eléctrica, fábricas, hospitales, escuelas...— y un reguero de muertes civiles (tres cuartas partes de los más de 1.900 muertos, cerca de 450 niños) han terminado por convertir esa destrucción en una espiral de violencia que podría volverse contra los propios israelíes, que han perdido en la operación a 64 militares y 3 civiles. La crudeza de una campaña que fue apoyada por una mayoría de la población, según una encuesta reciente, no ha conseguido la destrucción total de los arsenales de los radicales islámicos que, por su ciega obstinación en negarle a Israel el derecho a la existencia, han convertido a su población en rehenes de su extremismo.

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Una salida negociada a través de una mediación internacional sólo será una solución coyuntural. Los gazatíes han de valorar hasta qué punto pueden aguantar la estrategia de resistencia a la que les fuerza la organización radical para debilitar a Israel. E Israel, cuya imagen ha sufrido un inmenso deterioro en el exterior, debe abandonar respuestas tan desproporcionadas en el terreno militar. De haber una lección ante tanta destrucción, no deja de ser la oída tantas veces: sin un proceso de paz que conduzca a dos Estados, el polvorín volverá a incendiarse una y mil veces.

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