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Gastronotas de Capel
Por José Carlos Capel

DiverXO, la última cena

Faltan pocas horas y escasos días para que Diverxotraslade su sede al hotel NH Eurobuilding. Nada nuevo, una mudanza anunciada. Antes de que el local de la calle Pensamiento cerrase sus puertas, donde David Muñoz ha igualado la hazaña que consiguió Alain Ducasse en su momento, tres estrellas en cinco años, yo quería probar su menú de despedida. Como soy incapaz de tomar demasiados platos seguidos le pedí que me permitiera fraccionar la degustación en dos visitas. Las fotografías que siguen, tomadas a pie de mesa, no son más que secuencias parciales de los platos-lienzo que desfilan por su sala.

Se reconozca o no, DiverXO ha desarbolado los paradigmas de la vanguardia. El cocinero de la cresta, como se le empieza a conocer en Europa, suscita admiración entre sus compañeros y ha provocado un flechazo en Michael Ellis, director mundial de la guías Michelin quien a finales de febrero pasado, con ocasión de la presentación de la edición Francia 2014, solicitó a David que dirigiera unas palabras al auditorio en nombre de los siete nuevos triestrellados del mundo entero.

Lo relataba mi amigo, el periodista Juanma Bellver al referirse al discurso previo de Ellis en el que ensalzó la técnica y capacidad de las nuevas generaciones de cocineros para abrirse a modelos de negocios que han renovado la manera de entender la alta cocina.

Las recetas de Muñoz inciden en el paladar desde todos los ángulos. Sus composiciones están repletas de audacia, osadía, descaro, desparpajo, coherencia, intuición y técnica. En sus lienzos se superponen las notas yodadas, dulces, punzantes y agripicantes. Y también los dejes de la combustión en wok, junto a los fondos ahumados y afrutados picantes. Su comida restalla en la boca o desconcierta con texturas suaves. Pero, sobre todo, resulta endemoniadamente buena y no se parece a ninguna otra. Y como Muñoz posee una facultad portentosa para combinar sabores, sobre la base de la despensa española añade recuerdos de Asia y Latinoamérica con escalas en Japón, Tailandia, Corea, China, México, Perú o Europa. Se trata de un depredador del gusto con la precisión de un constructor de relojes.

Ya se sabe que sus platos-lienzo evolucionan en la mesa. Después de los primeros ingredientes llegan otros, nuevas cosas que se abren en abanico igual que fuegos artificiales. No hablamos de guarniciones del ingrediente básico, sino de complementos del primer bocado, de su misma esencia. La experiencia entusiasma. En mis dos últimas visitas he vuelto a emocionarme y a sentir cosquilleos en el estómago.

Muñoz ha revolucionado los ritmos y el estilo de la sala propio de los tres estrellas. Ahora, en su futuro local anuncia cambios drásticos en lo relativo al servicio del vino, lastrado, según él, por rigideces decimonónicas.

Estoy seguro de que seguirá evolucionando como lo ha hecho hasta ahora.

Se trata de un profesional que crea tendencia pero al que es muy difícil emular porque todo su I+D equivale a una olla a presión que bulle en su cabeza. A Muñoz se le puede aplicar una de las frases de Ángel León, “Solo los peces muertos se dejan llevar por la corriente”. ¡Suerte ¡

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