Migrados
Coordinado por Lola Hierro

Mitos y realidades en el camino a Europa

El centro de asilo de Mineo, en Sicilia, acoge a cientos de solicitantes. © AI

POR ANA GÓMEZ PÉREZ-NIEVAS

Europa está destinando miles de millones de euros a su política migratoria. Costosas vallas, sofisticados sistemas de vigilancia y numerosas patrullas de policía recorren los bordes de la Fortaleza Europa, mientras los fondos designados al apoyo de las personas refugiadas y solicitantes de asilo, cuya vida corre peligro en sus países de origen, son tres veces menores.

“Estábamos tan cerca de la isla [griega] de Lesbos que pensábamos que lo íbamos a conseguir. Pero nos cogieron”. A sus 18 años, Rahim ya ha vivido un conflicto, el que amenazó su vida en su Afganistán natal y le llevó a huir hacia Europa; A la dureza de dormir en las calles en Estambul; a la explotación laboral de un taller textil y a una paliza, la que recibió a manos de la policía cuando trató de pasar a Bulgaria desde Turquía. También a la indignación: la que sintió cuando, tras los golpes, su amigo y él fueron devueltos a tierra turca como si fueran “trapos sucios”, y a la rabia, por las veces que ha sido devuelto al tratar de llegar a Grecia.

El primer mito es que los migrantes vienen por cuestiones económicas. Su correspondiente realidad: casi la mitad de las personas que tratan de entrar en Europa lo hacen huyendo de conflictos o persecuciones de países como Siria, Afganistán, Eritrea y Somalia. El segundo mito es que Europa está haciendo frente a un número mayor de refugiados y migrantes de lo que le corresponde. La verdad: de los más de 2,8 millones de refugiados que ha dejado el conflicto sirio sólo 96.000 han conseguido la ansiada protección europea hasta finales del pasado mes de abril. El tercer mito es pensar que todas estas medidas sirven para frenar la migración irregular. Sin embargo, no sólo no están consiguiendo pararla, sino que han provocado la pérdida de vidas humanas y están poniendo en peligro la de miles de ellas.

Aclarados los mitos, hay otras cifras espeluznantes. La UE gastó casi dos mil millones de euros en proteger sus fronteras externas entre 2007 y 2013, frente a los 700 millones destinados a mejorar la situación de personas refugiadas y solicitantes de asilo. España es uno de los países que mantiene una diferencia más abismal entre el presupuesto destinado a proteger las fronteras y el que se otorga para proteger a las personas: casi 300 millones de euros frente a los poco más de nueve millones de euros entre los años 2007 y 2013, es decir, un presupuesto 30 veces menor. Además, el Ministerio del Interior ha comprometido un total de 2,3 millones de euros para prevenir la migración regular en Ceuta y Melilla.

Atrapadas en el camino

Muchas personas se ven atrapadas: no pueden regresar a sus países, donde corren el riesgo de sufrir tortura, persecución o muerte, pero tampoco seguir adelante su camino hacia Europa. Retenidos en centros para su expulsión en Turquía por periodos que van desde los pocos días hasta los tres meses, algunos migrantes y refugiados han sufrido malos tratos por parte de los cuerpos policiales y han sido recluidos en régimen de aislamiento como castigo durante semanas, con la única posibilidad de salir al exterior para ir al baño.

Otros se juegan la vida en el proceso. Debido a las cada vez más restrictivas políticas migratorias, migrantes y solicitantes de asilo se ven en la obligación de tomar rutas alternativas peligrosas, poniendo sus vidas en peligro.

Se calcula que alrededor de 23.000 personas han perdido la vida tratando de llegar a tierra europea desde el año 2.000, mientras los países de la Unión se construyen su búnker. Es hora de que los países de la Unión Europea asuman su responsabilidad colectiva y traten de prevenir estas muertes, porque las tragedias humanas que se desarrollan diariamente ante las costas europeas no son inevitables ni están fuera del control.

Ana Gómez Pérez-Nievas pertenece al área de comunicación de Amnistía Internacional.

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