Alberto y Charlene esperan su primer hijo

Los príncipes de Mónaco anuncian la noticia cuando están a punto de celebrar tres años de casados

Charlene y Alberto el día de su boda, en julio de 2011.Foto: reuters_live | Vídeo: Reuters-LIVE! / EFE

Los monegascos respiran aliviados porque el futuro del Principado parece garantizado y con ello los beneficios fiscales de los que disfrutan sus residentes. Los editores de las revistas del corazón echan cuentas de los beneficios que les reportará la presencia de este bebé. Y es que nada mejor que un nacimiento real, aunque sea en una monarquía de segundo rango, para alimentar el panorama rosa y más aún si se trata de un niño tan esperado como este, cuya llegada se acaba de anunciar para finales de año....

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Los monegascos respiran aliviados porque el futuro del Principado parece garantizado y con ello los beneficios fiscales de los que disfrutan sus residentes. Los editores de las revistas del corazón echan cuentas de los beneficios que les reportará la presencia de este bebé. Y es que nada mejor que un nacimiento real, aunque sea en una monarquía de segundo rango, para alimentar el panorama rosa y más aún si se trata de un niño tan esperado como este, cuya llegada se acaba de anunciar para finales de año. Alberto y Charlene han cumplido con lo que se espera de ellos como príncipes y han anunciado que esperan su primer hijo en común, el tercero para él que ya es padre de dos, nacidos de relaciones esporádicas.

Los príncipes de Mónaco no son una pareja que sigue los cánones de otros miembros de la aristocrácia europea. Son tantas las particularidades que rigen sus vidas, que los rumores de crisis les acompañan desde antes de contraer matrimonio. En julio se cumplen tres años de una ceremonia a la que asistió el entonces presidente de Francia Nicolas Sarkozy pero en la que hubo muchas ausencias de casas reales, entre ellas, la española. Y es que aquella más que una boda real fue una boda de opereta, diseñada para acallar rumores. A sus 53 años, Alberto, el único hijo varón de Raniero y Grace, decidía casarse y cumplir con su deber de garantizar la línea de sucesión en el Principado.

Pero ni antes de la boda— con rumores de novia a la fuga— ni después— con una luna de miel en la que los recién casados durmieron en habitaciones separados— las cosas mejoraron. Es más, empeoraron y así ha seguido ocurriendo, al menos de puertas de palacio hacia fuera. Charlene se ha prodigado en viajes sola o con amigos. La revista Bunte publicó hace unos meses unas imágenes de la princesa rodeada de un grupo de amigos varones en St. Barth y el Palacio de Mónaco se vio obligado a dar explicaciones. Contó que estaba en la isla para participar en un proyecto solidario patrocinado por un sacerdote al que le une una gran relación. Pocos creyeron la versión. Como casi nadie dio crédito a la explicación que los portavoces palaciegos dieron a la presencia de Alberto en solitario en la entronización de Guillermo y Máxima como Reyes de Holanda. Charlene estaba en Sudáfrica en la boda de un amigo.

Así las cosas, hace nueve meses la que un día fue nadadora se dejaba oír. No es la princesa de Mónaco una mujer proclive a las declaraciones, quizá porque su papel institucional sea de mero consorte en un Principado en el que las apariencias son muy importantes. Pero entonces habló para acallar los rumores, para asegurar que su matrimonio iba bien y anunciar que, pasado un periodo que calificó de adaptación a su nuevo papel, estaba lista para ser madre. Ahora la noticia por fin se ha producido. “El príncipe y la princesa de Mónaco están encantados de anunciar el embarazo de la princesa Charlene. El nacimiento está previsto para finales de año”, indica la pareja en un escueto comunicado difundido por el palacio monegasco a primera hora de la tarde.

Y es que al margen de sus idas y venidas, Charlene ha vivido hasta ahora acechada por las fechas y por la obligación de dar un heredero al Principado.

Alberto ya ha sido padre. Ha reconocido dos hijos aunque hay una mujer que asegura haber tenido otro con él.La mayor se llama Jazmin Grace y ya ha cumplido 22 años Alberto de Mónaco la reconoció en 2006. La joven lleva el apellido Grimaldi y mantiene una lejana pero cordial relación con su padre. Pese a ello, no acudió al enlace del príncipe con Charlene en 2011.

Tanto Jazmin Grace - l segundo nombre es en recuerdo de su abuela Grace Kelly- como el otro hijo del príncipe, Alexander Eric, un varón de 11 años que tuvo Alberto con la azafata de Togo Nicole Coste, no están en la línea de sucesión al Principado ya que nacieron fuera del matrimonio.

Las noticias sobre las amantes de Alberto, los hijos nacidos de estas relaciones e incluso su bisexualidad siempre han sobrevolado el Principado. Tanto, que el hijo de Raniero y Grace decidió demandar al periódico británico The Sunday Times, que escribió que el matrimonio del príncipe fue arreglado. El artículo fue publicado en julio de 2011, apenas dos días después de la boda, y se titulaba La maldición de los Grimaldi. En él, no solo se aportaban detalles de la supuesta estampida de Charlene antes del enlace, además se añadía que había aceptado casarse con Alberto a cambio de una importante cantidad de dinero reflejada en un contrato. Una de las cláusulas señalaba que ella debía de permanecer casada al menos cinco años y tener un hijo. Si existe el contrato la princesa de Mónaco, de momento, lo está cumpliendo.

ANDREA, LA OPCIÓN FRUSTRADA

Los consejeros de los Grimaldi habían trazado un plan por si Alberto y Charlene no lograban ser padres. Andrea Casiraghi, el hijo mayor de Carolina de Mónaco y el fallecido Stefano Casiraghi, era el elegido. Por eso este invierno Andrea se casó por la iglesia con la millonaria Tatiana Santo Domingo, seis meses después de haberlo hecho por lo civil. Y, en la misma ceremonia, bautizó a su hijo. Todo quedaba así en regla porque en Mónaco las uniones no bendecidas por la iglesia Católica y los niños sin bautizar no tienen derechos sucesorios. Los Grimaldi comparecieron el pasado fin de semana en el Gran Premio de Fórmula-1. Ese día Andrea estaba más pálido que de costumbre. Quizá ya sabía que iba a tener otro primo.

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