Cartas al director

Bilbao Estocolmo Bilbao

Decía Iñaki Gabilondo que ETA tiene interiorizada su derrota pero que la sociedad vasca no tiene interiorizada su victoria. Siempre me he preguntado por qué el día del “comunicado final” no se echó la gente a la calle a celebrarlo, con botellas de champagne e ikurriñas. Bueno, pues está claro que la gente se echa a las calles por otros motivos. Yo creo que la sociedad vasca está en la situación de una mujer maltratada que tras mucho sufrir durante muchos años, al final decidió denunciar a su pareja y gracias a la protección policial y al alejamiento, el sufrimiento empezó a disminuir ...

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Decía Iñaki Gabilondo que ETA tiene interiorizada su derrota pero que la sociedad vasca no tiene interiorizada su victoria. Siempre me he preguntado por qué el día del “comunicado final” no se echó la gente a la calle a celebrarlo, con botellas de champagne e ikurriñas. Bueno, pues está claro que la gente se echa a las calles por otros motivos. Yo creo que la sociedad vasca está en la situación de una mujer maltratada que tras mucho sufrir durante muchos años, al final decidió denunciar a su pareja y gracias a la protección policial y al alejamiento, el sufrimiento empezó a disminuir y se vislumbró otra vida posible. Al cabo de un tiempo el maltratador reaparece y le dice que le perdone. Que en realidad perdió el control, pero que él no es así, y que ella también tiene sus prontos… y que quiere volver y que va a portarse bien y no volverá a gritarle, ni a pegarle, ni a darle palizas, ni a perseguirla. Que eso ya se acabó. Y como todavía una parte de ella lo quiere, al final retira la denuncia. En ese punto estamos hoy. Veremos si como en tantas historias desgraciadas de violencia machista, el maltratador aún y todo acaba asesinándola. O si, en el caso que nos ocupa, la sociedad vasca consigue liberarse de su inconmensurable síndrome de Estocolmo y rehace su vida al margen de su maltratador. Misterio. Son muchos años de maltrato y persecución, y convivir con tu asesino condiciona los comportamientos, qué duda cabe.— Pablo García Astrain. San Sebastián.

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