Cartas al director

Se ha apagado el Canal 9

RTVV no es tanca. Este es el lema adoptado por 1.695 empleados de la Radiotelevisión Valenciana en víspera de su cierre, muy triste y doloroso pero absolutamente necesario según el molt honorable president de la Comunitat.Desde la triste noticia, que se compara al cierre de la televisión en Grecia, el ente emitía debates que sorprendían a todo el valenciano que conectaba: por primera vez en su historia dicha televisión, actuando como clandestina y cercada por la policía, transmitía debates democráticos de opinión libre que incluso batían récords de audiencia.

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RTVV no es tanca. Este es el lema adoptado por 1.695 empleados de la Radiotelevisión Valenciana en víspera de su cierre, muy triste y doloroso pero absolutamente necesario según el molt honorable president de la Comunitat.Desde la triste noticia, que se compara al cierre de la televisión en Grecia, el ente emitía debates que sorprendían a todo el valenciano que conectaba: por primera vez en su historia dicha televisión, actuando como clandestina y cercada por la policía, transmitía debates democráticos de opinión libre que incluso batían récords de audiencia.

Visto desde fuera la decisión ha de sonar, exclusivamente, como una más de las penosas noticias de recortes, pero creo interesante hacer una observación: la noticia es terrible porque trae dolor a muchos, implica la muerte de un medio de comunicación, aumenta el número de desempleados, reduce o elimina los medios de vida de numerosas familias y es una decisión defendida demagógicamente, pero significa al mismo tiempo la afortunada desaparición de la más infame televisión existente en España durante los últimos 18 años, los que coinciden con el Gobierno del PP en la Comunidad, con su cota más vergonzosa durante el Gobierno de Francisco Camps de 2003 a 2011. Durante todo ese tiempo RTVV ha sido la antítesis de lo que debe ser un medio de comunicación democrático, convertida en un utensilio exclusivo de exagerada propaganda partidista y de ataque al contrario, un instrumento de autoadulación, un insulto a la inteligencia, y en su interior un revoltillo de indecencias y de despidos por pensar de manera diferente.

Conviene que se sepa esto también, para intentar hacer borrón y cuenta nueva, si es posible.— Antonio Santos.

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