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Coordinado por Lola Huete Machado

Un baile ebrié para espantar a los demonios

Guerreros ebrié durante la Fiesta de las Generaciones

El barrio abiyanés de Blockhauss se vistió de rojo, rosa y blanco, se tiñó el rostro con caolín y se paralizó en una orgía de gastronomía y tradición el pasado 17 de agosto, durante la Fiesta de las Generaciones o fiesta de los ebrié.

Grupos de guerreros con paños encarnados ceñidos a las caderas cantaron para espantar a los demonios. Escoltaban a su jefe, armado con un tocado especial y dos machetes ceremoniales de movimientos precisos, estudiados al milímetro y parte de un ritual que se remonta a tres siglos. Mujeres de tocados y moños postizos inverosímiles, relucientes en sus largos vestidos en varias tonalidades rosa y crema, desfilaron junto a ellos. Otras se cubrieron con las gigantescas hojas acharoladas del attieké (*) para entonar sus propias canciones de pasaje. Hasta Arafat, el señor del coupé decalé, se pasó por el barrio paralizado por la fiesta, a rebosar de comedores improvisados en aceras, patios comunales, escaleras y balcones.

El ebrié es un pueblo, como la laguna a la que deben su nombre y en la que se sitúa la capital económica marfileña, que habita en el sur de Costa de Marfil, en el eje entre Abiyán y Grand Bassam. Según explican diferentes fuentes, son los orgullosos depositarios de tradiciones únicas, entre las que destaca la Fatchué o Fiesta de las Generaciones. El objetivo de la ceremonia es el traspaso de poder de los dirigentes a una nueva generación de jóvenes, que a partir de ese momento iniciático podrán tomar la palabra en las asambleas y participar en las decisiones que afecten al pueblo. La celebración marca la entrada en la edad adulta de un grupo de guerreros y de jóvenes mujeres de la misma generación.

Los jefes ebrié de Blockhauss, Abiyán

En el caso de Blockhauss, Claudine Koffi (Abiyán, Costa de Marfil, 1987) explica que la celebran cada cinco años, aunque la última Fatchué se retrasara desde 2010 por divergencias entre el jefe de los ebrié en la zona y los jóvenes guerreros que se formaban para pasar este rito iniciático. "Depende de cada pueblo -explica- La fiesta puede celebrarse cada diez o veinte años. En este último caso, cuatro generaciones salen juntas a la calle. Elegimos a los hombres más hermosos de la generación para convertirse en guerreros, no es una cuestión de edad. Pero no se busca sólo la belleza. Se busca, sobre todo, a los que tienen los dedos de los pies más bonitos, pues los guerreros bailan descalzos. Su jefe es su responsable y les representa. Si algo malo le llegara, toda la generación lo sufriría".

Tenemos la suerte de que Claudine se ocupe de nosotros, armada con su teléfono móvil y una sonrisa cegadora. Nos presenta a la su hermana Sidoine, que festeja su entrada en el mundo adulto en el segmento de la calle donde comemos en Djemien, cerca del cruce del jefe. Claudine nos sirve la fanta cóctel de frutas, la cerveza, el vino. Maneja con soltura las generosas raciones de attieké y pescado, fufú y carne. Nos ceba.

Ella celebrará su propia Fatchué en el verano del año 2017 y, de momento, vive la experiencia de la organización del rito como colaboradora, circulando entre las mesas cargadas con lo mejor de la gastronomía marfileña para asegurarse de que todos están bien servidos y felices. Dentro de cinco años y embutida en un vestido espectacular, mostrará al mundo lo que su madrina le ha regalado en esta ocasión única en su vida. Durante los días que la separan de ese momento, trabajará la rotundidad de sus curvas y se preparará física y mentalmente para sus nuevas responsabilidades.

Más tarde, desde un balcón a punto de colapsar bajo en peso del gentío en Attété, en plena calle Agbahi Felicien, nos situamos sobre el toldo que cubre a los jefes y las autoridades, incluida la habitante más anciana del barrio, y vemos la procesión.

Primero, el pavoneo de los guerreros. Después las mujeres de rosa, las mujeres vestidas apenas con hojas de attieké, las mujeres de blanco y amarillo. Una carroza arrastrada por un caballo y escoltada por jinetes, naufragando en el gentío. Avalanchas cuando hombres vestidos de mujer intentan apartar a los espectadores a pie de calle para hacer hueco a los guerreros. Avalanchas cuando los guerreros vuelven sobre sus pasos y perpetran una incursión entre las mujeres de rosa. Una confusión de cánticos y ritmos marcados con diferentes tipos de percusiones.

En la hora en la que descienden sobre el barrio la noche y un chaparrón tibio, todavía hay grupos de guerreros descalzos bailando por las calles congestionadas. Ya se retiraron las mesas cubiertas con manteles de papel y los cubiertos de plástico y los espectadores que intentan desplazarse a otros barrios de la capital buscan inútilmente taxi libre. El diluvio nos sorprende en una terraza, bebiendo Bock, también marcados con caolín, con el estómago pesado y el corazón, ligero.

(*) Respecto al attieké, es el protagonista de uno de los primeros desencuentros entre colonizadores y colonizados en Costa de Marfil. El nombre de Abiyán viene precisamente de la lengua ebrié y de los pobladores ebrié de la zona, que contestaron a la pregunta "¿cómo se llama este sitio?" con la respuesta "estamos machacando attieké".

Imágenes de Dagauh Komenan y la autora

Más información:

La Fiesta de las Generaciones en el blog Las aventuras de Yoyo

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