El programa Erasmus, un compromiso
Las becas Erasmus no son una partida más del Ministerio de Educación. Son casi una obligación. Hace cuatro años comencé a conocer el programa porque disfruté de una beca en uno de los centros más prestigiosos de Europa. Allí me abrieron los ojos al mundo y me hicieron creer que trabajando podía dedicarme a aquello que me apasionara. Nadie me regaló nada y si no hubiera cumplido académicamente hubiera tenido que devolver la beca. Pero, además, decidí devolver parte de lo que me había aportado y llevo años trabajando en la difusión y la gestión de las relaciones internacionales. El trabajo que h...
Las becas Erasmus no son una partida más del Ministerio de Educación. Son casi una obligación. Hace cuatro años comencé a conocer el programa porque disfruté de una beca en uno de los centros más prestigiosos de Europa. Allí me abrieron los ojos al mundo y me hicieron creer que trabajando podía dedicarme a aquello que me apasionara. Nadie me regaló nada y si no hubiera cumplido académicamente hubiera tenido que devolver la beca. Pero, además, decidí devolver parte de lo que me había aportado y llevo años trabajando en la difusión y la gestión de las relaciones internacionales. El trabajo que hay detrás es ingente y poco reconocido. Porque el programa Erasmus es mucho más; es una obligación y un compromiso con Europa. A través de él, las universidades se dan a conocer y conocen lo que se hace en otros sitios. Los investigadores demuestran que son excelentes y que si tuvieran los medios de muchos de sus colegas harían milagros. Soy joven, pero he enviado y recibido a un número suficiente de estudiantes como para valorar lo que Erasmus hace para luchar contra los prejuicios. Así no le van a salir las cuentas al ministro, que recientemente prometió en Bruselas que un 20% de los que se gradúen en años próximos habrán realizado una movilidad.— Irene Sánchez Vitores.