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Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Pequeñas verdades arquitectónicas en la cola de la carnicería

FOTO: Meritxell Arjalaguer

 Transparencia en el manejo y el proceso, calidad en el producto y cercanía en el trato: la carne y la arquitectura no son tan distintas. Ambas están necesitadas de una credibilidad que malas prácticas individuales han hecho perder al conjunto. Una carnicería en Sant Cugat (Barcelona) firmada por Sandra Tarruella busca recuperar la confianza de la carne. Con la arquitectura.
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FOTO: Meritxell Arjalaguer

 Transparencia en el manejo y el proceso, calidad en el producto y cercanía en el trato: la carne y la arquitectura no son tan distintas. Ambas están necesitadas de una credibilidad que malas prácticas individuales han hecho perder al conjunto. Una carnicería en Sant Cugat (Barcelona) firmada por Sandra Tarruella busca recuperar la confianza de la carne. Con la arquitectura.

El respeto por lo existente en la arquitectura del local original -bóvedas, vigas, muros de mampostería o acabados cerámicos- tiene en esta nueva carnicería un eco en el tratamiento artesanal de los productos cárnicos y en la ventaja que supone poder probar la carne in situ.

La convivencia pues, entre pasado y futuro, entre compradores y consumidores, entre trabajadores y clientes y entre carne cocinada y carne cruda es la clave en el recinto. Por eso, Tarruella decidió construir un marco blanco roto capaz de centrar el protagonismo en quienes ocupan el local en lugar de en el propio establecimiento. Así, los cerramientos de vidrio –con un marco de hierro en guillotina- enmarcan el comercio, y separan, sin distanciarlos, a los trabajadores de los consumidores y a la carne de los ojos.

La mezcla de transparencias, limpieza y materiales tradicionales acoge al cliente y al comensal, “mezclando compra y comida como en los mercados de toda la vida”, apunta la interiorista. Es cierto que aquí el trato es personal. Aquí no hay bandejas de porexpan. El rojo de la carne llega hasta el color de la fachada y se repite en la papelería ideada por el estudio gráfico Fauna. Los tacos de madera recuperada, que sirven de apoyo para el corte de la carne, tienen respuesta en las dos barras de degustación, también de madera robusta.

Todo el local está iluminado con focos puntuales y sobre los expositores lámparas fluorescentes suspendidas de estilo industrial refuerzan la visión de la carne y confieren ritmo al espacio con un subrayado en rojo.

Además, un bebedero de bovinos de cemento basto sirve de lavabo para los clientes.

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Meat is murder.

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