Cartas al director

La mejor Liga del mundo

Me gusta el fútbol, y ayer soñé que podía ver los partidos de la mejor Liga del mundo. Cuando se lo comenté a mi mujer, esta me soltó un lacónico “define mejor Liga del mundo” Fue entonces cuando después de una breve pero intensa reflexión le dije:

Es aquella en la que además de jugar dos de los mejores equipos del mundo, se juega con normas equitativas basadas en el principio de la igualdad; donde el reparto del pastel se realiza de forma justa y en función de resultados y no de nombres; donde las televisiones pagan, pero no hasta el punto de ahogarse por ello. Es aquella en la que la ...

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Me gusta el fútbol, y ayer soñé que podía ver los partidos de la mejor Liga del mundo. Cuando se lo comenté a mi mujer, esta me soltó un lacónico “define mejor Liga del mundo” Fue entonces cuando después de una breve pero intensa reflexión le dije:

Es aquella en la que además de jugar dos de los mejores equipos del mundo, se juega con normas equitativas basadas en el principio de la igualdad; donde el reparto del pastel se realiza de forma justa y en función de resultados y no de nombres; donde las televisiones pagan, pero no hasta el punto de ahogarse por ello. Es aquella en la que la aplicación del reglamento es estrictamente igual para los contendientes y no en función de campos y nombres; es aquella en la que los colegiados se equivocan, paro de forma lógica y equitativa, sin despertar sospechas de ningún tipo; es aquella en la que no se amañan partidos; es aquella en la que los clubes cumplen con sus obligaciones fiscales como el resto de empresas y ciudadanos; es aquella en la que no se gasta más en fichajes en un año que lo que se le debe a Hacienda o a la Seguridad Social sin que suceda nada; es aquella en la que los periodistas que la siguen, son periodistas o tertulianos, pero no forofos; es aquella en la que no todo vale para ganar, o<TH>aquella en la que un descenso no supone la desaparición; es aquella, en la que el racismo no existe y los radicales no representan nada ni a nadie.

Fue entonces cuando me desperté y me di cuenta de que también para esto me tengo que ir de España. Qué pena.— Ángel Moisés Durán Iriarte.

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