Cartas al director

Decapitar Occidente

Los periódicos lo publicaban en una pequeña sección, ya acostumbrados a las barbaridades de los países islámicos: 17 personas decapitadas por escuchar y bailar juntos mujeres y hombres en una fiesta. El pensador se dijo: Afganistán sigue considerando horrendo y más grave el encuentro entre personas de distinto sexo que el asesinato.

Pero luego gimió, porque recordó cómo en la Europa que tanta sangre había vertido para lograr un mundo de libertad, sin Inquisición y sin censuras, se había esfumado. Poco tiempo antes había intentado publicar un texto clásico, del gran Voltaire, sin consegu...

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Los periódicos lo publicaban en una pequeña sección, ya acostumbrados a las barbaridades de los países islámicos: 17 personas decapitadas por escuchar y bailar juntos mujeres y hombres en una fiesta. El pensador se dijo: Afganistán sigue considerando horrendo y más grave el encuentro entre personas de distinto sexo que el asesinato.

Pero luego gimió, porque recordó cómo en la Europa que tanta sangre había vertido para lograr un mundo de libertad, sin Inquisición y sin censuras, se había esfumado. Poco tiempo antes había intentado publicar un texto clásico, del gran Voltaire, sin conseguirlo. El autor, clave en la tradición occidental, tenía una interesante tragedia, hoy fatídica: Mahoma o el fanatismo. En esa obrita de teatro, excitante, aparecía el profeta como un fanático que incitaba a la inmolación de otros, al terrorismo, y se veían las dudas de quienes eran manejados por sus ansias de poder. Al leerla en francés, miró a ver qué traducciones había en castellano. Ninguna. Preguntó a los editores que conocía, pero ninguno se atrevería a editarlo, por miedo. Le recomendaron los de extrema izquierda o extrema derecha, así como los paladines de la libertad. Todos le negaron esa posibilidad. Editar textos hirientes contra el cristianismo, blasfemar a los pies del crucificado, atreverse a criticar las religiones que no eran ya violentas lo seguían haciendo. Entonces se dijo: “Estamos en una sociedad pre-totalitaria, como poco antes de que Hitler se hiciera con todo el poder en Alemania”. Occidente parecía haber introducido voluntariamente su cabeza en la guillotina y un moro hacía de verdugo. Ilia Galán.

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