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El blog de viajes
Por Paco Nadal

Seis desiertos donde enamorarse de los grandes espacios vacíos

Confieso que siento especial predilección por los desiertos. Y no me refiero solo a los de arena. Hay desierto blancos, en los polos; desiertos azules, en las largas travesías por mar; desiertos verdes, en las interminables estepas africanas o asiáticas. Lo que me fascinan son los grandes espacios abiertos, los lugares deshabitados.

Y creo al fin entender el por qué: cuando viajas por estos lugares y sin necesidad de buscarlo te mimetizas con la sencillez del entorno; como le pasó a Buda, te liberas...

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Confieso que siento especial predilección por los desiertos. Y no me refiero solo a los de arena. Hay desierto blancos, en los polos; desiertos azules, en las largas travesías por mar; desiertos verdes, en las interminables estepas africanas o asiáticas. Lo que me fascinan son los grandes espacios abiertos, los lugares deshabitados.

Y creo al fin entender el por qué: cuando viajas por estos lugares y sin necesidad de buscarlo te mimetizas con la sencillez del entorno; como le pasó a Buda, te liberas del falso yo. Comprendes que no necesitas el dinero, que no necesitas estar consumiendo todo el día por que no hay nada que consumir, que pese a no hacer tres comidas copiosas al día tu cuerpo funciona a la perfección, que un montón de cosas que antes hervían en tu cabeza han desaparecido y de repente tu mente vuela libre por esos espacios sin frontera.

Es la limpieza de espíritu siempre soñada, la que buscan todas las religiones y corrientes de pensamiento (no es casualidad que los grandes maestros y sabios usaran el desierto para meditar).

Estos son algunos de los desiertos (de cualquier color) que más me han gustado e influido en mi vida. Lugares que os recomiendo si estáis pensado dónde planificar las próximas vacaciones:

El desierto de Nubia (Sudán)

Una de las porciones más tórridos e inhóspita del Sahara. Sin embargo el río más largo y caudaloso de África, el Nilo, lo parte en dos permitiendo que en sus orillas florezca una civilización de agricultores que llegó a ser capital del antiguo Egipto. Un lugar complejo para llegar (todo es complejo en Sudán) pero el único en el mundo en el que puedes ir caminando por la arena y tropezarte con un campo de pirámides o una necrópolis abandonados hace 4.000 años para ti solo.

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Baja California (México)

Baja, como la llaman los mexicanos, no es un desierto convencional. Baja es una selva seca, una jungla de espinas colonizada por millones de cactus de todas las especies imaginables – cardones, cirios, biznagas, collas, datilillos, ocotillos... –muchos de ellos tan altos como un edificio de tres pisos. Un península de 1.700 km de largo por apenas 100 de ancho aprisionada entre el Pacífico y el Mar de Cortés. Un universo de arena y cactus alterado tan solo por la cinta de asfalto de la Mex-1, la mítica carretera que cruza de norte a sur la península. Durante los setenta y los ochenta miles de jóvenes norteamericanos, seducidos por la cultura beat de Allen Ginsberg y Jack Kerouac, llegaron a Baja a bordo de furgonetas Combi, de autocaravanas o de cualquier cosa que se moviera, bajo el lema “sexo, tequila y marihuana”, convirtiendo la Mex-1 en una metáfora de la huida y la transgresión.

Karakum (Turkmenistán, Uzbekistán)

Crucé este gran desierto del Asia Central en un viejo tren ruso por la Trans-caspian railway, la única línea férrea que se atreve a franquear estas desoladas planicies de arcilla. Los raíles se perdían en el infinito como líneas de fuga en la inmensa soledad del páramo turkmeno. El Karakum era uno de los grandes obstáculos que tenían que atravesar las caravanas de la Ruta de la Seda. Un termino que trae a la mente otros igual de sugerentes: exotismo, lejanía, Oriente‐Occidente, viaje, ciudades desconocidas, desiertos y collados nevados, caravanserais y mercaderes, civilizaciones extrañas, mitos y leyendas. Todo eso es el Karakum y la Ruta de la Seda.

Atacama (Chile)

Atacama es un desierto de alta montaña. Además de dunas de arena hay volcanes de más de 6.000 metros de altura, barrancas profundas y salares donde se acumula buena parte de las reservas de minerales estratégicos del mundo. Una serie de casualidades geológicas y climáticas convirtieron a esta zona del norte de Chile en la región más árida del planeta. Puede estar décadas sin llover y hay zonas donde jamás ha caído una gota. Cielos siempre azules y límpidos sobre los que se recortan las pirámides troncónicas de volcanes de nombre poético, como el Licáncabur o el Lascar.

Wadi Rum (Jordania)

Un escenario irreal con montañas de formas increíbles. Wadi Rum es uno de los desiertos más bellos que conozco ¿Cómo pudo la erosión tallar las montañas de esta forma tan maravillosa? Resulta difícil no enamorarse de este gran espacio vacío de montañas desnudas que parecen rematadas por cúpulas bizantinas. Por aquí cabalgó a lomos de su dromedario el verdadero Lawrence de Arabia. Y muchos más tarde cabalgaron los extras de la película homónima, que utilizó el desierto de Wadi Rum como set para recrear el campamento del rey Faisal y la carga de los camellos con Omar Sharif el frente (más falsos que Judas, porque los planos de Sharif se pegaron luego; él no estuvo allí).

Groenlandia (Dinamarca)

El desierto también puede ser blanco. Y el más bello que he visto en mi vida es el desierto interior de Groenlandia: el Inlandsis. La gran masa de hielo de 2.700 kilómetros de largo que cubre esta isla-continente con una capa de hasta 3 kilómetros de espesor. La misma sensación de lejanía, paz y soledad que había sentido antes en el Sahara la tuve durante las dos semanas que pasé arrastrando un trineo por el interior del casquete helado de Groenlandia, caminando día tras día con la sensación de estar dentro de un gran vaso de leche, persiguiendo un horizonte esquivo que siempre estaba demasiado lejos. Magia pura. Si no te gustaban ya antes los desiertos, en un viaje a Groenlandia terminarás por caer rendido.

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