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Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Contra el polvo y el paso del tiempo

FOTO: Fernando Alda

Mucho uso y poco mantenimiento. No solo la presencia de los alumnos, también el tiempo gasta y envejece los colegios. Por eso el arquitecto Miguel Centellas ideó una escuela en Almería a partir de la resistencia de materiales sencillos.

Dos volúmenes horizontales elementales encierran un aulario y una zona de administración unidos por un vestíbulo de doble altura. Todo parece básico y lógico en esta escuela ubicada en la zona periférica donde crece Puebla de Vícar. Los niños pequeño...

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FOTO: Fernando Alda

Mucho uso y poco mantenimiento. No solo la presencia de los alumnos, también el tiempo gasta y envejece los colegios. Por eso el arquitecto Miguel Centellas ideó una escuela en Almería a partir de la resistencia de materiales sencillos.

Dos volúmenes horizontales elementales encierran un aulario y una zona de administración unidos por un vestíbulo de doble altura. Todo parece básico y lógico en esta escuela ubicada en la zona periférica donde crece Puebla de Vícar. Los niños pequeños se quedan en la planta baja y los alumnos de primaria suben hasta las aulas del primer piso. Junto a ellos, los administrativos trabajan en un módulo que desemboca en la biblioteca y el comedor, con acceso al exterior.

También los materiales reflejan esa lógica sencilla y certera: los ladrillos, en cerámica de tres colores, aguantarán mejor el paso del tiempo camuflando la presencia del polvo, por eso la fachada del colegio está descompuesta en varios rectángulos horizontales de ladrillos de colores. Otra franja horizontal oculta los huecos de las ventanas con una celosía de lamas de aluminio orientables que permite, además de oscurecer las aulas –como una persiana-, filtrar el calor del sol. En la cara norte, hay otra horizontal más, allí el pavés se alterna con las ventanas practicables que permiten ventilar el colegio.

Cuatro lucernarios iluminan la biblioteca y en la parte inferior, una estructura troncopiramidal protege a los alumnos de la incidencia directa del sol. También en el interior del edificio, un zócalo de más de dos metros de tablero laminado pintado de verde protege las paredes, y azulejos mostaza velan por las paredes de los pasillos y la escalera. Vestido para aguantar golpes, manotazos y el paso del tiempo, el colegio consigue un aire luminoso, colorido, vitalista y arraigado en un lugar, todavía por definir, en el que de momento manda el paisaje. Su arquitecto, Miguel Centellas Soler, sabe que su colegio encierra una lección sencilla: la de trabajar con poco buscando dar algo más. Y los alumnos pueden usarlo tranquilamente, para eso está. Se puede tocar. Se deja mirar.

Precio: 600€m2

Comentarios

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Aguantará el paso del tiempo porque hoy ya parece un colegio de los años 70.
arquitectura con poco
Aguantar, debe de aguantar divinamente. Ahora, es extremadamente feo y frío.
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