Editorial

Loable cautela turca

Ankara elige la diplomacia, pero el derribo de su avión por Siria es un grave giro de la crisis

El derribo de un avión de combate turco por las defensas antiaéreas sirias ha sido contenido por el momento en los cauces diplomáticos. Los embajadores de la OTAN, reunidos de urgencia a petición de Turquía, miembro de la Alianza, han mostrado su solidaridad con Ankara, pero se han abstenido de mencionar la posibilidad de una intervención armada. El mercurial primer ministro turco ha escogido la carta de la moderación, aunque en un duro discurso para consumo interno advirtiera ayer a Damasco de que cometería un gravísimo error si lo considerara debilidad. Erdogan ha anunciado que en adelante s...

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El derribo de un avión de combate turco por las defensas antiaéreas sirias ha sido contenido por el momento en los cauces diplomáticos. Los embajadores de la OTAN, reunidos de urgencia a petición de Turquía, miembro de la Alianza, han mostrado su solidaridad con Ankara, pero se han abstenido de mencionar la posibilidad de una intervención armada. El mercurial primer ministro turco ha escogido la carta de la moderación, aunque en un duro discurso para consumo interno advirtiera ayer a Damasco de que cometería un gravísimo error si lo considerara debilidad. Erdogan ha anunciado que en adelante su ejército tratará como amenaza militar cualquier aproximación de las tropas sirias a los cientos de kilómetros de frontera común.

La destrucción del F-4 de reconocimiento constituye en cualquier caso un nuevo y grave giro de la crisis. A medida que el levantamiento contra El Asad ha ido creciendo imparablemente, y con él la sanguinaria represión —probablemente muchos más de 10.000 muertos—, aumenta también el temor a que la violencia traspase fronteras y desemboque en un conflicto regional. El derribo del caza turco no solo pone de relieve lo volátil de la situación —y la capacidad antiaérea siria, de origen ruso—, sino la probabilidad de que, en la lenta agonía de una tiranía desesperada, cualquier situación imprevista precipite el desbordamiento de lo que ya es una guerra civil. Las fuerzas de El Asad luchaban ayer contra los rebeldes en las afueras de la capital, hasta hace poco bastión inexpugnable del régimen y donde ahora los combates con decenas de víctimas son frecuentes.

Turquía es un actor clave en este trágico escenario. Ankara ha adoptado una postura beligerante contra el tirano y sus secuaces impensable hace un año, que se refleja en su acogida a decenas de miles de sirios huidos y en su cobijo a militares desertores y fuerzas opositoras. Su fortaleza militar y su liderazgo regional, de otra parte, dificultan al jefe de Gobierno Erdogan hacer oídos sordos a quienes en su país le piden responder a Damasco con la fuerza. Resulta encomiable que en esta situación haya optado por una respuesta cautelosa y acordada con la OTAN, en vez de actuar por su cuenta. Pero el avión derribado representa un alarmante aviso de los peligros de la escalada siria si persiste la pasividad de las potencias democráticas.

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