Cartas al director

Dívar y Gallardón

Dívar ha dimitido. Ha hecho, tardíamente, lo que debía hacer por haber hecho, en su momento, lo que no debía hacer. Al final, ha triunfado la opinión pública, a la que este diario hay que reconocerle el mérito de haber espoleado. ¿Y Gallardón? No soy fan de Gallardón, pero desde hace tiempo le vengo reconociendo importantes cualidades, no muy comunes en la clase política: capacidad, eficacia y brillantez.

No puedo ocultar mi gran decepción con esta presunta promesa de la derecha en los primeros meses de su gestión ministerial. A insólitas declaraciones anteriores, se une el intento de G...

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Dívar ha dimitido. Ha hecho, tardíamente, lo que debía hacer por haber hecho, en su momento, lo que no debía hacer. Al final, ha triunfado la opinión pública, a la que este diario hay que reconocerle el mérito de haber espoleado. ¿Y Gallardón? No soy fan de Gallardón, pero desde hace tiempo le vengo reconociendo importantes cualidades, no muy comunes en la clase política: capacidad, eficacia y brillantez.

No puedo ocultar mi gran decepción con esta presunta promesa de la derecha en los primeros meses de su gestión ministerial. A insólitas declaraciones anteriores, se une el intento de Gallardón de dar por prematuramente cerrado este caso, lo que le entronca con el leninismo: “Si nuestras ideas chocan con la realidad hay que prescindir de la realidad” y con Mayo del 68: “Tomo mis deseos por la realidad porque creo en la realidad de mis deseos”.

Me atrevo a aconsejarle que utilice a partir de ahora otros referentes, como el respeto a los hechos, que son siempre correosos, y el destierro de los eufemismos, que son siempre engañosos. Así como que tenga presente, en adelante, que el español, por servidumbres anatómico-bucales y digestivas, es reacio a comulgar con ruedas de molino.— José Antonio Pérez González.

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