La histeria
Que hay que potenciar el “dinamismo” en nuestra economía, ha dicho el presidente de la patronal, el señor Rosell, y para ello asegura que es imprescindible respaldar las start-ups y las businessangels. Se trata de anglicismos que encierran lo de siempre: empresas formadas con rapidez, con escasos costes y que obtengan beneficios espectaculares en poco tiempo, financiadas a su vez por inversores que arriesgan fondos a cambio de multiplicar a velocidad de relámpago sus ganancias por 10, por 15 o por 20.
En este caso varía la dimensión de las empresas, quizá, y también qu...
Que hay que potenciar el “dinamismo” en nuestra economía, ha dicho el presidente de la patronal, el señor Rosell, y para ello asegura que es imprescindible respaldar las start-ups y las businessangels. Se trata de anglicismos que encierran lo de siempre: empresas formadas con rapidez, con escasos costes y que obtengan beneficios espectaculares en poco tiempo, financiadas a su vez por inversores que arriesgan fondos a cambio de multiplicar a velocidad de relámpago sus ganancias por 10, por 15 o por 20.
En este caso varía la dimensión de las empresas, quizá, y también que los llamados “ángeles inversores” usan recursos propios y no ajenos, como los fondos de capital riesgo. Pero el espíritu es idéntico.
Se confunde el dinamismo con la vulgar histeria. La verdadera creación requiere de paciencia, de mente fría y de aprendizaje sólido. Y una economía sana se cultiva con trabajo cotidiano, provechoso para la gente, bien hecho. El resto es humo. El mismo humo que nos ha conducido a la ruina. La solución a nuestro problema no puede ser retornar a la locura que nos hizo estrellarnos. Pero, por desgracia, éste es el perfil habitual de nuestros grandes empresarios: en el mejor de los casos, unos aventureros sin ni siquiera sentido común, cuando no meros charlatanes.
Lo de siempre. O, como diría Antonio Machado, “los novedosos apedrean a los originales”.— Ricardo Rodríguez del Río.