Editorial

El precipicio andaluz

La dimisión del líder socialista de Sevilla refleja la larga erosión del partido regional

La dimisión de José Antonio Viera, secretario general del PSOE de Sevilla, indica que las heridas abiertas en el partido a nivel regional están más abiertas que nunca. La federación socialista más potente y numerosa sufre una profunda convulsión. Al desgaste propio de un aparato que detenta el poder en Andalucía desde hace 30 años se ha sumado la crisis económica, el escandaloso caso de los ERE (expedientes de regulación de empleo), la falta de renovación interna y una no digerida sucesión en la cúspide —la de José Antonio Griñán por Manuel Chaves— que se está saldando con una guerra interna d...

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La dimisión de José Antonio Viera, secretario general del PSOE de Sevilla, indica que las heridas abiertas en el partido a nivel regional están más abiertas que nunca. La federación socialista más potente y numerosa sufre una profunda convulsión. Al desgaste propio de un aparato que detenta el poder en Andalucía desde hace 30 años se ha sumado la crisis económica, el escandaloso caso de los ERE (expedientes de regulación de empleo), la falta de renovación interna y una no digerida sucesión en la cúspide —la de José Antonio Griñán por Manuel Chaves— que se está saldando con una guerra interna de escasos precedentes.

La dimisión se produce una semana después del 38º Congreso federal del PSOE que ha puesto el partido en manos de Alfredo Pérez Rubalcaba, por quien apostó Viera pese a estar en minoría en la ejecutiva provincial. Su marcha evidencia la división regional con la derrota de dirigentes muy próximos a Griñán que apostaron abiertamente por Carme Chacón. Pero esta huida se produce también a mes y medio de las elecciones autonómicas con encuestas que arrojan una casi ineludible derrota socialista en favor del Partido Popular de Javier Arenas.

La dimensión de la crisis ha tomado ya tales proporciones que Viera no ha tenido inconveniente en explicar su desplante por la “presión” que está ejerciendo la dirección regional para la elaboración de las listas electorales. Tras la severísima derrota a nivel nacional del Partido Socialista el pasado 20 de noviembre, el último gran fortín —Andalucía— se tambalea. Con las federaciones de Madrid, Valencia y Cataluña instaladas en la irrelevancia, Andalucía sitúa a los socialistas en el precipicio y pone en bandeja a Javier Arenas no solo la victoria, sino la perspectiva de un Gobierno con una oposición debilitada por sus propios desencuentros internos.

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José Antonio Griñán tomó las riendas de manos de su amigo Chaves en abril de 2009 y, desde entonces, la lucha descarnada por el poder entre distinas facciones ha erosionado gravemente al partido. Ahora, ante las malas perspectivas electorales, las espadas siguen en alto como si estuvieran dispuestos a disputarse, al menos, los restos del naufragio. El hecho de que Griñán sea ahora el presidente del PSOE agrava más la repercusión de esta batalla intestina por su incidencia en la cúpula de la organización.

El futuro político de Andalucía se dirime el 25 de marzo. Pero al margen de quién se alce con la victoria, esta crisis socialista puede ser la puntilla para el equilibrio del sistema político español. Con el PP detentando el mayor poder que haya tenido jamás una formación política en democracia, se necesita un Partido Socialista fuerte, capaz de ofrecer alternativas y dar la réplica a las contrarreformas sociales y políticas emprendidas por el partido de Rajoy. La federación andaluza es demasiado importante para un PSOE que quiere ejercer una oposición sólida y útil.

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