Memoria sin raíces
Fotos: Fernando Alda
Dos arquitectas, Ana Ruiz de Apodaca (1971) y Carmen Pérez Díaz (1973), están detrás de la nueva Casa de la cultura en Entrambasaguas (Santander). Tras una trayectoria de reformas y pequeños proyectos, ganaron este concurso con un planteamiento que busca arraigar la nueva arquitectura en el paisaje de prados verdes que es el pueblo. A su vez, el pr...
Fotos: Fernando Alda
Dos arquitectas, Ana Ruiz de Apodaca (1971) y Carmen Pérez Díaz (1973), están detrás de la nueva Casa de la cultura en Entrambasaguas (Santander). Tras una trayectoria de reformas y pequeños proyectos, ganaron este concurso con un planteamiento que busca arraigar la nueva arquitectura en el paisaje de prados verdes que es el pueblo. A su vez, el proyecto evita momificar el paisaje, es decir, trabaja más con la memoria del lugar que con las raíces que inmovilizan, indicando caminos para actualizar tradiciones y albergar nuevos usos. Así, desde la decisión de levantar un edificio que despliega sus brazos, pero también desde la sutileza de hacer convivir piedra arenisca cortada con diversos métodos (cizalla o sierra), la nueva Casa de la cultura hace despegar el futuro del pueblo sin agredir su historia ni su tradición.
La luz cenital ofrece iluminación a las exposiciones y a la lectura y, a la vez, libra las paredes interiores para ubicar en ellas estanterías o para colgar muestras de pintura o escultura. Las cubiertas de zinc plegadas se relacionan con la tradición del lugar reinterpretándola. En realidad, Carmen Pérez Díaz y Ana Ruiz de Apodaca llevan años trabajando con tacto, reinterpretando la realidad para poder sanearla o modificarla. Como proyectistas se han formado entre reformas de fachadas, de viviendas unifamiliares y de apartamentos, y ambas coincidieron estudiando conservación y restauración de patrimonio al terminar sus clases en la Escuela de arquitectura de Madrid. Esa atención a lo existente, ese cuidado por detectar lo bueno entre lo obsoleto, se refleja en las decisiones sutiles, estéticas y expresivas –como en los dos acabados de la fachada de piedra arenisca- o funcionales y espaciales –como en la distribución de usos o la iluminación cenital- de su primer gran proyecto. Es este un trabajo tan grande en ambición como en contención fruto de una arquitectura que parece atender más que pretender.