La corona de Herzog & de Meuron

FOTOS: Duccio Malagamba

 Como “una corona para los muros históricos de Basilea” ha descrito Jacques Hergoz su ampliación y remodelación del Museum der Kulturen, el antiguo museo de arte y ciencia de la ciudad hoy convertido en etnográfico. Y lo cierto es que la cubierta, de estructura metálica y piel cerámica, sobresale entre los edificios medievales y reinterpreta con sus pliegues irregulares la orografía de los tejados hi...

FOTOS: Duccio Malagamba

 Como “una corona para los muros históricos de Basilea” ha descrito Jacques Hergoz su ampliación y remodelación del Museum der Kulturen, el antiguo museo de arte y ciencia de la ciudad hoy convertido en etnográfico. Y lo cierto es que la cubierta, de estructura metálica y piel cerámica, sobresale entre los edificios medievales y reinterpreta con sus pliegues irregulares la orografía de los tejados históricos del corazón de la ciudad suiza.

Además de ampliar en 600 metros cuadrados, libres de columnas gracias a la estructura perimetral de acero, las antiguas instalaciones del museo, la nueva cubierta imprime una marca icónica en el idílico casco antiguo de Basilea. Y, sin embargo, desde el brillo de sus cerámicas hexagonales verdes y grises y desde la sugerencia de las cortinas vegetales que cuelgan de un alero, envía también un mensaje de tradición.

Aunque está claro que es la cubierta –cuya textura visual ha sido trabajada con huecos y relieves, colores y brillos- lo que anuncia, casi grita, la nueva remodelación, el antiguo museo ha sufrido más alteraciones a lo largo de su historia. Ahora se accede a sus salas por el patio central, una plaza fruto de la primera ampliación del edificio neoclásico original –que firmó Melchior Berri en 1849- realizada por los arquitectos Vischer & Söhne en 1917. El patio adquiere con la intervención de Herzog & de Meuron carácter de espacio público. El arquitecto suizo asegura que ha sido precisamente para proteger ese lugar de reunión ciudadana para lo que ellos optaron por ampliar el edificio hacia arriba, trabajando la cubierta, en lugar de ocupando el patio. Así, aunque la corona cerámica de pliegues irregulares sea el anuncio de la reforma y acoja la nueva sala, un nuevo acceso por el patio, nuevas comunicaciones verticales (se han instalado ascensores), una renovada planta baja -ahora transparente- y nuevas elegantes fachadas (las de siempre estilizadas con ventanas cegadas para ganar espacio expositivo interno y para dramatizar también el efecto de la corona oscura sobre un muro limpio exterior) completan la intervención que los arquitectos de Basilea han tardado dos años en culminar.

Las cerámicas policromadas con verdes, negros y grises encierran una gran sala libre de columnas pero dotada con una potente expresión, tanto en el interior blanco y dentado como en el exterior oscuro y brillante. Así, el lenguaje a capas de la historia de este edificio queda ahora coronado con un ejercicio que combina el cuidado con las texturas aplicadas a las fachadas de los primeros proyectos de la pareja de arquitectos con la búsqueda de la expresión volumétrica de sus últimos trabajos. También la idea –inevitablemente temporal- de la vegetación –no trepadora sino colgante- cual cortina de enredaderas imprime un adorno, más que un cambio, en el corazón de la ciudad en la que nacieron, y en la que viven y trabajan los arquitectos suizos más famosos del mundo.