Intervención de Josu Erkoreka en el debate sobre el estado de la nación

Señor presidente del Gobierno, hay gente en Euskadi que desearía que hoy yo no estuviera aquí debatiendo con usted. Hay gente en Euskadi que no quiere bajo ningún concepto que la formación política a la que yo pertenezco, el Partido Nacionalista Vasco, mantenga el más mínimo entendimiento con su partido político y el Gobierno que usted preside. Hay gente en Euskadi que en interminables entrevistas y farragosos comunicados nos censuran, y lo hacen además con severidad, por hacer, según dicen, tantos viajes a Madrid y por haber alcanzado, según dicen también, tantos acuerdos con su Gobierno. F...

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Señor presidente del Gobierno, hay gente en Euskadi que desearía que hoy yo no estuviera aquí debatiendo con usted. Hay gente en Euskadi que no quiere bajo ningún concepto que la formación política a la que yo pertenezco, el Partido Nacionalista Vasco, mantenga el más mínimo entendimiento con su partido político y el Gobierno que usted preside. Hay gente en Euskadi que en interminables entrevistas y farragosos comunicados nos censuran, y lo hacen además con severidad, por hacer, según dicen, tantos viajes a Madrid y por haber alcanzado, según dicen también, tantos acuerdos con su Gobierno. Fíjese de lo que nos reprochan. Es curioso. Por una parte, se jactan de llevar seis años hablando con su partido y de hacerlo, además, ininterrumpidamente y con creciente intensidad. No tienen reparo alguno en reconocer abierta y públicamente su disposición a hablar con su partido y con su Gobierno y de, incluso, alcanzar acuerdos, entendimientos tras la pertinente negociación. Sin embargo, nos reprochan a nosotros el hecho de venir aquí a Madrid a tratar y a negociar con usted los temas que interesan a la gran mayoría de los vascos. Es curioso, pero es así. Ellos pueden hablar con usted, nosotros no. Ellos pueden negociar con usted, nosotros no. Ellos, incluso, pueden aspirar a pactar con usted, nosotros no. En ellos, hablar, entenderse, negociar y pactar con usted es bueno, es positivo, es plausible, e incluso heroico, no hay más que ver la literatura casi épica que desarrollan a este respecto, y en nosotros, sin embargo, es esencialmente malo, negativo y pecaminoso. Así están las cosas en Euskadi, señor presidente, como seguramente no se le ocultará. Es como aquel juego de niños que se desarrollaba bajo el lema: Yo sí y tu no. Todo para mí y nada para vos. Un juego de niños cuyas trampas ya conocemos todos porque todos lo hemos practicado.

Pues bien, frente a quienes así sienten y piensan, señor presidente, yo quisiera dar comienzo hoy a mi intervención dejando constancia clara y terminante de que, pese a quien pese, ya veo que a algunos pesa bastante, yo, mi grupo parlamentario y la formación política a la que pertenecemos, seguiremos viniendo a Madrid, cuantas veces sea necesario a tratar y negociar con usted y con su Gobierno todo lo que tenga que ver con el círculo de intereses del País Vasco y, en su caso, si se diera la oportunidad, si se dieran las circunstancias pertinentes, para alcanzar también los acuerdos que requiera el futuro de nuestro pueblo.

Lo vamos a hacer por tres razones: primero, porque nos han elegido para eso y no tenemos absolutamente ninguna intención de renunciar a nuestro mandato parlamentario; segundo, porque es doctrina, práctica tradicional e histórica de mi partido la de estar presente en todos los foros en los que directa o indirectamente se adoptan decisiones que conciernen a Euskadi, y aquí hoy por hoy eso ocurre. Nosotros no hemos estado en Sudáfrica, como otros, aprendiendo técnicas de negociación, pero en mi grupo parlamentario, señor presidente, no falta información, ni voluntad, ni ganas de trabajar por nuestro pueblo; y, en tercer lugar, porque esa gente que pretende monopolizar la relación con usted y con su partido, incluso con su Gobierno, téngalo en cuenta, señor presidente, no nos representan, quiero dejar constancia clara de esto, no nos representan, ni nos representan a nosotros ni a los miles de ciudadanos que nos han votado. Nada tenemos que objetar al hecho de que se entrevisten con usted y con su Gobierno, nada, y nada reprocharemos por ello, ni a ellos, ni a usted, al contrario, aplaudiremos, incluso fervientemente si hace falta, el hecho de que, aunque tarde, finalmente hayan descubierto que el diálogo es mejor que el cóctel molotov, pero tenga claro que en las conversaciones que eventualmente mantengan con usted, con su Gobierno o con su partido, lo que le expondrán serán sus problemas, inquietudes y aspiraciones, las suyas, no las nuestras. Es posible que haya una cierta coincidencia, una coincidencia siquiera parcial entre nuestros problemas, inquietudes y aspiraciones y las suyas, pero aun a partir de esa coincidencia tenga claro que la significación política de esas inquietudes, problemas y aspiraciones son diferentes, porque nosotros nunca hemos hecho uso del cóctel molotov ni lo hemos amparado.

Por lo demás, señor presidente, venir aquí, a Madrid, al Congreso de los Diputados, a debatir con usted sobre los asuntos que conciernen a Euskadi no significa, ni mucho menos, esto lo sabe perfectamente, que hayamos de compartir necesariamente diagnósticos y soluciones. Entre ustedes y nosotros existen coincidencias, que no voy a negar, pero también muchísimas discrepancias, y existen discrepancias porque nunca, ni antes, ni ahora, hemos sido interlocutores cómodos, sumisos y complacientes, y en el futuro probablemente tendrá que seguir siendo así, seguiremos alternando disensos y consensos, porque en eso consiste esencialmente la política, en modular las discrepancias hacia la búsqueda de coincidencias o, si prefiere en otros términos, en buscar puntos de encuentro desde el territorio propiamente marcado por cada uno, teniendo en cuenta siempre lógicamente que ese punto de coincidencia tiene que situarse en lo más cercanamente posible al territorio marcado por cada uno.

Señor presidente, el asunto principal, el más relevante del momento político que hoy vivimos es, a juicio de mi grupo parlamentario, el de la paz. La agenda está cargada de cuestiones graves, importantes e incluso urgentes, pero ninguna de ellas cierra, a nuestro juicio, la significación simbólica y la enorme potencialidad práctica que reviste la consecución de la paz. Creo, además, que muy pocos, dentro o fuera de este hemiciclo, discreparán de esta apreciación. Es más, tengo para mí que incluso quienes más escépticos y críticos se muestran con los pasos que ha dado su Gobierno y los que próximamente haya de dar en relación con este asunto discreparán de lo que digo.

Desde esta perspectiva lo lógico hubiese sido, no ya incorporar este asunto, el de la paz, a este debate, el debate sobre política general o sobre el estado de la Nación, que está concebido precisamente para evaluar la gestión desarrollada por el ejecutivo durante el último año y marcar las líneas, las pautas que el Gobierno ha de seguir en el año entrante, no ya, insisto, incorporarlo a este debate, sino además elevarlo a la categoría de asunto central, de asunto principal. Sin embargo, usted ha optado por sustraer este tema de este debate de política general y diferirlo a un momento posterior. No le criticamos por ello, es a usted a quien corresponde guiar el proceso y marcar la agenda, porque solamente usted cuenta con la información necesaria para ponderar la pertinencia material y también la temporal de cada uno de los pasos a dar en el insoslayable marco de la resolución de 18 de mayo del año pasado, que constituye a todos los efectos la hoja de ruta de la que no tenemos que apartarnos.

Precisamente en el marco de esta hoja de ruta, hace aproximadamente dos semanas, en un acto de partido que tuvo lugar en Barakaldo, usted anunció que se dan ya las condiciones que según esta resolución permiten iniciar las conversaciones que harán efectivo el fin dialogado de la violencia. Expresó entonces, también públicamente, su propósito de comparecer próximamente ante la Cámara para comunicar a los grupos parlamentarios el inminente inicio de los contactos y conversaciones que harán posible la consecución de ese último horizonte del fin dialogado de la violencia. ETA -nos vino a decir- tiene la voluntad clara de cerrar la persiana, y esa voluntad clara se está expresando ya a través de actitudes y comportamiento inequívocos.

Si todo esto es verdad, señor presidente, si esto es así, se trata de una excelente noticia que solo amerita aplausos y felicitaciones. Solo le haré una apostilla. Si repasa el debate que a este respecto mantuvimos el año pasado, comprobará que, ante su empeño en comparecer ante la Cámara para dar cuenta detallada, meticulosa de todos y cada uno de los pasos que hubiera de dar o que haya de dar en relación con este asunto, le hice una apelación a la cautela. La transparencia total y absoluta, con luz y taquígrafos, perjudica más que beneficia a este tipo de operaciones que requieren para prosperar mucho sigilo y mucha discreción. Y esto que le dije hace un año lo reitero sin matices hoy y ahora. Por nosotros, si usted considera conveniente no comparecer, no está obligado a hacerlo. Creo que si usted pondera, si considera que ya se dan estas condiciones que le permiten iniciar los contactos para abrir el fin dialogado de la violencia, por nosotros cuenta ya con los avales, con los consentimientos y las autorizaciones necesarias. Puede omitir el trámite de la comparecencia si lo desea. Ahora bien, usted, pese a lo que yo le dije el año pasado a este respecto, consideró que había que parlamentar el proceso y someterlo al escrutinio de la opinión pública. Muy bien, es una decisión suya que mi grupo acepta. Solo le digo, señor presidente, que una vez tomada la decisión de someterse a la consideración de la Cámara, de traer ese asunto en una comparecencia suya ante la Cámara, se ha de ser leal con la institución parlamentaria y no parece muy oportuno y pertinente anunciar las convocatorias a través de actos de partido. Vamos a ser leales con la institución parlamentaria. La decisión de traer o no este asunto al Parlamento le corresponde a usted, y ya le he expresado cuál es mi punto de vista; punto de vista que reitero aquí y ahora, expresándole una vez más mi disposición a dar por cumplidas todas las condiciones que hayan de darse para iniciar ese fin dialogado de la violencia. Si usted considera pertinente comparecer ante la Cámara para dar cuenta de los pasos que ha dado y de los que vaya a dar en el futuro, hágalo, pero sea leal con la institución Parlamentaria y no aproveche los actos de partido para cumplir trámites que tienen sus cauces, sus procedimientos legal y reglamentariamente establecidos.

Por lo demás, señor presidente, ya sabe que en este delicado cometido cuenta con nuestro más noble, franco y leal apoyo; es más, creemos sinceramente que nadie que actúe con honestidad puede regateárselo. Usted tiene pleno derecho a explorar un camino que otros rastrearon con anterioridad y en condiciones incluso objetivamente más desfavorables que las actuales. Y no es cuestión de protagonismos sino de responsabilidad; es cuestión de saber jerarquizar prioridades, de saber anteponer el bien común superior a las pequeñas mezquindades del partidismo sectario. Ahora bien, señor presidente, con la misma intensidad con la que le animo a avanzar por el camino emprendido le invito, una vez más -ya sé que no hace falta que lo haga; ya sé que no necesita mi consejo a este respecto-, a que lo haga con tiento, con mucho tiento. Nunca antes se habían dado las condiciones que ahora se dan para poder fin en torno a una mesa a treinta años de iniquidad terrorista; nunca. No hay razón, por tanto, para considerar que las experiencias fracasadas del pasado hayan de constituir un augurio inexorable, un presagio seguro de que también su esfuerzo de hoy va a fracasar. Esto está claro, no hay razón. Y creo que nadie puede sumarse a esta tesis para establecer rígidos paralelismos entre lo que antaño sucedió y lo que ahora haya de acontecer. Pero la experiencia acumulada en los años precedentes, señor presidente, no debe arrojarse al cubo de la basura. Por tanto, mi recomendación es que no la ignora, que no la desprecie. Aunque las situaciones no sean idénticas -y no lo son; ya he dicho que nunca antes se habían dado las condiciones actuales- los interlocutores son los mismos y en ellos se dan unas constantes, se da una cierta tendencia a reproducir estrategias y planteamientos.

Le digo esto porque, como ocurría en El túnel, de Ernesto Sábato, a veces, cuando vemos y cuando escuchamos algunas cosas, nos da la impresión de que ya hemos pasado por aquí y de que el desenlace de lo que entonces ocurrió no fue enteramente satisfactorio.

Señor presidente, mi grupo celebra, como el que más, que ETA cierre la persiana, no solamente porque con ello se pone fin a un espantoso periodo de nuestra historia reciente, sino además porque con ello se inaugura una nueva fase cargada de retos de entre los que yo quisiera destacar uno que creo que constituye el principal desafío al que se enfrentará Euskadi en el próximo futuro, que es el de la reconstitución sobre nuevas bases de la comunidad política vasca, esto que usted en múltiples ocasiones ha definido como la refundación de la convivencia entre vascos; una asignatura pendiente que acumula ya numerosas convocatorias y que solamente podrá darse por concluida tras la definición de un nuevo marco para la convivencia y el autogobierno; un marco consensuado y avalado por la mayoría de la sociedad vasca que dé satisfacción a todos, no solamente porque permite a todos defender sus respectivos postulados y proyectos, sino porque además garantiza que, si cuentan con el aval mayoritario, si cuentan con el respaldo democrático suficiente, todos y cada uno de ellos podrán, efectivamente, materializarse, siempre y cuando -insisto- cuenten con ese aval democrático. Durante años se nos ha dicho a los nacionalistas vascos que sin violencia todo era posible, que nada era por definición implanteable e irrealizable. Se nos ha asegurado que, una vez desterrado el uso de las armas, la democracia es generosa y puede dar cabida sin excepción a todo tipo de planteamientos, aspiraciones y proyectos políticos, y nosotros, señor presidente, creemos sinceramente en ello. Creemos de verdad en la generosidad y en la grandeza de la democracia; de una democracia que busca la concordia y concibe la ley como un instrumento al servicio de la convivencia y no como una trinchera para enfrentarse a la voluntad popular; de una democracia sin dogmas esencialistas que ni proscribe debates ni conoce tabúes ni rechaza proyectos por esencialmente irrealizables.

Señor presidente, usted y yo hemos debatido en esta Cámara en numerosas ocasiones sobre el futuro político del País Vasco. Si no me equivoco, lo hicimos por última vez cuando le pregunté en una sesión plenaria sobre el derecho de autodeterminación. Por cierto, llegados a este punto, permítame hacer un pequeño inciso. La próxima vez que debatamos sobre el derecho de autodeterminación procure poner al día sus argumentos porque se ha quedado usted anclado en los años setenta, cuando el Consejo de Seguridad de la ONU dictó aquellas dos resoluciones, la 2625 y la 1514, que la práctica internacional ha dejado completamente obsoletas. Como la experiencia de los últimos años pone de manifiesto, invocar hoy en el debate político aquellas resoluciones como determinantes constituye un anacronismo evidente. En estos debates que usted y yo hemos mantenido en la Cámara sobre el futuro político del País Vasco he advertido en su discurso -y quiero decirlo con claridad- un punto de esperanza. No sé si este punto de esperanza que he creído advertir en su discurso es un espejismo alimentado por la necesidad de aferrarse a algo o si es un asidero de verdad sólido y fiable, pero insisto en que me ha parecido advertir en su discurso un rayo de luz. Fíjese, en la sesión en la que su grupo parlamentario, junto con otros, rechazaron la toma en consideración de la propuesta del nuevo Estatuto para Euskadi el 1 de febrero del año pasado, usted aseguraba literalmente, en frase extraída del "Diario de Sesiones": Me siento con autoridad para decir al pueblo vasco que la construcción de su identidad y sus aspiraciones de las más altas cotas de autogobierno son posibles. Ahora voy a pasar por alto -que ya es mucho pasar- el hecho de que dijera esta frase el mismo día en que usted, con su grupo parlamentario, impedía la tramitación de una propuesta en la que se plasmaba también la aspiración mayoritaria del pueblo vasco a las más altas cotas de autogobierno. El hecho cierto es que, aun cuando votó en contra de la toma en consideración de aquella iniciativa, abrió -creo yo- una puerta a la esperanza y dijo lo siguiente, también extraído textualmente del "Diario de Sesiones": La votación en democracia cierra el debate pero no lo resuelve; el debate, cuando se trata de una norma fundamental para la convivencia, solo lo resuelve el acuerdo. Hoy es previsible que terminemos cerrando un debate y deseable que abramos el tiempo de un acuerdo histórico y definitivo. Hasta aquí sus palabras.

Señor presidente, yo suscribo plenamente esta reflexión. Aquella votación efectivamente cerró un debate, pero no resolvió el profundo contencioso vasco que sigue abierto en toda su crudeza. Desde aquel momento, la situación ha madurado lo suficiente como para que hoy podamos afirmar que ya se ha concluido la fase de prometer. A partir de ahora usted ya no puede limitarse a prometer; ahora se debería comprometer. Si realmente ETA ha cerrado la persiana, como usted mismo sugiere al disponerse a comunicar próximamente a la Cámara el inicio de contactos para hacer efectivo el fin dialogado de la violencia -trámite, que, insisto una vez más, por mi grupo parlamentario se lo puede ahorrar-, creemos que ya ha llegado el momento de ponerse manos a la obra para trabajar en pos de ese acuerdo que usted califica de histórico y definitivo, ese acuerdo histórico y definitivo en sus palabras, que, añado yo, fijará las condiciones pactadas en las que los vascos decidiremos y configuraremos nuestro futuro. Por tanto, señor presidente, ha llegado ya el momento de hincar el diente en toda su profundidad a la cuestión política vasca, y me interesa reseñar este punto no con el designio de pagar precio político alguno a ETA, sino precisamente como todo lo contrario, como una impecable lección democrática que hemos de dar a los violentos, que hemos de dar a ETA, a la que se le hará ver que si ahora es posible abordar en toda su integridad y en toda su complejidad el problema vasco es porque ella ha desaparecido; es precisamente porque ha desaparecido el obstáculo que lo impedía, que era la propia existencia de ETA y los métodos violentos y antidemocráticos que utilizaba. Por tanto, se trata de dar una lección democrática impecable a ETA, no de pagar precio alguno, cosa que ya está proscrita en la resolución de 18 de mayo del año pasado. En conclusión, el arreglo político será posible no como consecuencia de la violencia, sino como consecuencia de su cese. Porque ha cesado la violencia es posible abordar en toda su complejidad el contencioso político vasco, y no como precio político a una ETA que ya está extinta y va a desaparecer. Pero, señor presidente, mientras los partidos políticos en Euskadi trabajan por la reconstitución de la comunidad política vasca y no alcanzamos ese acuerdo histórico y definitivo al que usted se comprometía en la sesión de 1 de febrero del año pasado, hemos de seguir gestionando el marco actual, al que desde luego nosotros no renunciamos en absoluto, y hemos de seguir gestionándolo y trabajando en ese marco para responder a imperativos urgentes, para responder a los imperativos de una sociedad globalizada, crecientemente compleja y enormemente competitiva, algo cada vez más urgente y perentorio si queremos garantizar a nuestros hijos un futuro de prosperidad, de bienestar y de calidad de vida. Señor presidente, ya ve que también entre los vascos hay quien, más allá de las reivindicaciones seculares que solemos formular los nacionalistas vascos, nos ocupamos y nos preocupamos por el futuro de prosperidad, bienestar y calidad de vida. Acuciados por la necesidad de responder a los apremios del futuro de esta sociedad globalizada, con todos sus retos, durante el último año mi grupo parlamentario ha alcanzado acuerdos con su Gobierno que hoy quisiera poner en valor y reconocer en su justa dimensión.

En el debate del año pasado yo le recriminaba a usted porque tras un largo año de legislatura los asuntos conflictivos sobre el cupo que su predecesor en el cargo, el señor Aznar, había dejado sin responder en la Comisión Mixta seguían estancados en la misma situación en la que el señor Aznar los había dejado. Pues bien, hoy, un año después, he de constatar con satisfacción precisamente todo lo contrario, que aquellos asuntos que estaban pendientes y estancados en el seno de la Comisión Mixta del Concierto han quedado resueltos. Con retraso, si, pero resueltos, que finalmente es de lo que se trata. Aquel acuerdo abrió camino a otro de mayor envergadura, un acuerdo presupuestario muy importante que ha contribuido a paliar el secular y lacerante déficit de inversiones estatales en Euskadi y va a dotar al País Vasco de unas infraestructuras tecnológicas y de comunicación que son vitales para avanzar en la carrera por la competitividad, a la que inexorablemente nos aboca el devenir de la economía globalizada. Señor presidente, este acuerdo presupuestario pone a Euskadi en el mapa europeo de la comunicación y de la investigación tecnológica, incorporándolo a las principales arterias ferroviarias del continente.

Pero, señor presidente, este acuerdo presupuestario -que no dudo en calificar de excelente- ahora ha de ser cumplido, ha de ser lealmente ejecutado. Una cuestión esta -la de cumplir lealmente y ejecutar el acuerdo presupuestario- no menor porque, como dice el refrán, acuerdo sin cumplir enfrentado porvenir. No oculto que esperamos de su Gobierno una actuación escrupulosa, diligente y responsable en la ejecución de este acuerdo. Le adelanto que mi grupo no está dispuesto a que concluya el ejercicio presupuestario y nos encontremos con que un número determinado de partidas que formaban parte de ese acuerdo presupuestario se queden sin ejecutar, beneficiando indirectamente al Ministerio de Hacienda, que no tiene que ser el beneficiario de estos acuerdos presupuestarios. De otra cosa no sé, pero de tenacidad para el seguimiento de los asuntos que nos interesan, en mi grupo parlamentario estamos sobrados. Por eso, le anuncio que seguirán sintiendo nuestro aliento en el cogote. Hay que felicitarse porque los convenios destinados a instrumentar la relación entre el Gobierno vasco y el Gobierno central para la construcción de la Y vasca ya se han formalizado y ahora es urgente constituir las comisiones técnicas que prevé su clausulado. Por lo tanto, si me permite sugerírselo, tome nota y dé las órdenes oportunas a efectos de que estas comisiones puedan constituirse cuanto antes. Le invito a que tome nota y dé las órdenes oportunas.

Junto a este importante acuerdo que hemos alcanzado en torno al presupuesto, durante el último año se han producido algunos desencuentros entre su Gobierno, su grupo parlamentario y el nuestro que son para nosotros motivo de preocupación y que no quisiera dejar de expresar aquí con el inevitable tono crítico. Entre los desacuerdos que se han producido no puedo dejar de reseñar ahora lo que jocosamente en mi grupo parlamentario conocemos como los hechos diferenciales negativos. En el lenguaje iuspublicista habitual se conoce como hecho diferencial una circunstancia fáctica o jurídica que permite que una comunidad autónoma pueda disponer de atribuciones, facultades o competencias que se niegan a otra u otras. Aquí se produce todo lo contrario; se producen circunstancias que hacen que se nos niegue lo que se reconoce y autoriza sin problemas a otros que se encuentran en idénticas situaciones: un hecho diferencial pero negativo respecto al País Vasco. El primer hecho diferencial negativo tiene que ver con la restitución a las instituciones vascas de los documentos incautados en Euskadi durante la guerra civil y que actualmente se encuentran en el archivo de Salamanca. Es un tema del que usted y yo hemos hablado en el Pleno y que seguro recordará. El dos de junio de 2004, hace dos años, le pregunté sobre esto en una sesión de control. Me respondió dándome cuenta del contenido del acuerdo que en aquel momento se había adoptado en relación con la restitución de estos documentos a la Generalitat de Cataluña y me dijo: Y esto es válido obviamente para las aspiraciones de las instituciones vascas, "Diario de Sesiones". Desde entonces mi grupo parlamentario ha hecho todo lo que cabe hacer para hacer efectivo su compromiso. He vuelto a preguntarle aquí en el Pleno, hemos presentado una proposición no de ley en la Comisión de Cultura, hemos presentado enmiendas al proyecto de ley que ustedes remitieron para declarar la restitución a Cataluña de los bienes y efectos incautados en aquel territorio en la guerra civil a efectos de que la restitución de Cataluña pueda hacerse también extensiva a Euskadi pero todo lo que hemos hecho ha sido infructuoso. Nuestra solicitud de equiparación tiene un claro fundamento. Con arreglo al marco legislativo republicano solo se constituyeron dos gobiernos regionales o autonómicos, el catalán en 1932 y el vasco en plena guerra, en 1936. Por lo tanto, esta no es una reivindicación generalizable. Su Gobierno ha decidido restituir los documentos solo a uno de los dos sin que nosotros alcancemos a vislumbrar cuáles son los fundamentos que justifican esta diferencia de trato. Por tanto, es una reivindicación que le formulo una vez más aunque no sea más que para recabar de usted una respuesta mínimamente satisfactoria y que nos permita comprender en qué se fundamenta esta diferencia de trato y si está dispuesto a seguir manteniéndola en el futuro. Otro hecho diferencial negativo es el que guarda relación con la fijación de la denominación oficial de los territorios vascos siguiendo la grafía vasca. A lo largo de los años noventa su grupo parlamentario ha apoyado e incluso promovido el cambio de denominación oficial de numerosas provincias del Estado siguiendo el procedimiento que a tal efecto contempla la legislación de régimen local. En algunos territorios bilingües han establecido como oficial -se ha acordado formalmente en esta Cámara- a todos los efectos la voz determinada por la lengua vernácula correspondiente, el catalán o el gallego.

Los ejemplos son numerosos y son conocidos por todas SS.SS. -Lérida cambió por Lleida, Gerona por Girona, Orense por Ourense, La Coruña por A Coruña, Alicante por Alacant-, estos cambios de denominación oficial que instauraban la voz de la lengua vernácula como la oficialmente establecida, sin embargo en el caso vasco se niegan a hacer posible esto que en el resto de las lenguas cooficiales del Estado ha sido ya una realidad. Además, en el caso vasco el problema es menor que en otras lenguas, porque no hay diferencias fonéticas de ningún tipo, estamos hablando solamente de un cambio de la grafía, porque Gipuzkoa y Bizkaia seguirán siendo Guipúzcoa y Vizcaya en eusquera y en castellano, incluso después del cambio de denominación. El único impacto que tendrá el cambio de denominación será el gráfico, que se instaurará como oficial el establecido por la academia oficial de la Lengua Vasca para estas voces que son de origen, de raíz y de raigambre vasca. ¿También van a seguir aquí manteniendo esta diferencia de trato injustificada?

Nos preocupa igualmente, señor presidente, la naturalidad con la que ha hecho suyas su Gobierno algunas de las más viciosas prácticas legislativas del pasado. Le voy a poner un par de ejemplos. Tras el debate del año pasado, mi grupo consiguió que se aprobase aquí, en la Cámara, por una inmensa mayoría una resolución que instaba al Gobierno a utilizar exclusivamente normas con rango de ley para incorporar normativa básica al ordenamiento jurídico. Yo creo que era una resolución importante -usted mismo en una sesión de control me lo reconoció así- que aspiraba a corregir una práctica viciosa muy arraigada en los poderes centrales del Estado, contribuyendo a dotar de claridad, estabilidad y certeza normativa al ordenamiento. ¿Cuál es el balance que podemos hacer un año después? No demasiado positivo porque, transcurridos doce meses, podemos decir que los proyectos de ley que el Gobierno sigue remitiendo a la Cámara siguen habilitando al Ejecutivo para dictar normas básicas de carácter reglamentario. En alguna ocasión, como ha ocurrido recientemente con las leyes de estabilidad presupuestaria, hemos conseguido corregir in extremis este vicio normativo, pero en otras ocasiones ha sido imposible aun a pesar de las enmiendas que ha planteado mi grupo parlamentario a ese respecto. Ya en el culmen del desprecio a una resolución parlamentaria, en este mismo periodo -es decir, durante los últimos doce años- el Gobierno ha seguido dictando normas básicas de rango reglamentario. Tengo una relación de ejemplos que se los podría decir si usted está interesado en conocerlos, pero no hace falta probablemente porque no se me oculta que conocerá esta información. Le pregunto: ¿tiene intención de corregir esta preocupante tendencia que incumple una resolución mayoritariamente aprobada por la Cámara o no? Otra deriva muy preocupante de la práctica legislativa que impulsa su Gobierno tiene que ver con el constante recurso a títulos de carácter horizontal, algunos de los cuales tienen una enorme fuerza corrosiva con respecto a las competencias autonómicas. No se me oculta que este es un fenómeno nuevo, data por lo menos de los gobiernos de Felipe González, pero el hecho de que no sea un fenómeno nuevo no le resta gravedad, sigue siendo muy grave. Fíjese, durante años la principal fuente de erosión de los poderes autonómicos fue la ordenación general de la economía cuya implacable acción ha conseguido bajar de rango prácticamente todas las competencias autonómicas de contenido económico, las que eran exclusivas han pasado a ser compartidas y las que ya eran de origen compartidas han quedado vaciadas de contenido hasta quedar reducidas a un mero símbolo. Recientemente un distinguido hombre de las finanzas decía que la descentralización política en el Estado español ha ido acompañada en los últimos veinticinco años de una rabiosa centralización económica. Bien, las decisiones económicas están hoy más centralizadas que lo estaban hace veinticinco, treinta, incluso cincuenta años en el Estado español, pero ha contribuido también de forma bastante decisiva el recurso sistemático que los gobiernos han hecho a este título horizontal, el de la ordenación general de la economía, para recuperar y poner en manos de las instituciones centrales del Estado unas competencias autonómicas de contenido económico que estaban ya descentralizadas. Pero en los últimos años, señor presidente, el Gobierno está echando mano además de nuevos instrumentos legislativos de erosión del poder autonómico y nos inquieta -se lo anuncio ya de manera especial- la intensidad con que su Gobierno está recurriendo al título competencial recogido en el artículo 149.1.1 de la Constitución, este que reserva al Estado la competencia para fijar las condiciones básicas que garanticen la igualdad de todos los españoles en el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes fundamentales.

Señor presidente, nosotros no tenemos nada que oponer a su programa de ampliación de derechos. Mi partido, y lo puedo decir con orgullo, siempre ha estado en primera línea a la hora del ensanchamiento de las libertades, a la hora de ampliar el horizonte de los derechos. Mi grupo nunca ha constituido una rémora a la hora de ampliar el horizonte de los derechos, incluso históricamente ha sido así. En tiempos de la República, en un hito fundamental, el reconocimiento del derecho de voto de la mujer, todos los parlamentarios de mi partido votaron a favor y, sin embargo, no ocurrió esto con los socialistas, que se dividieron a este respecto. Señor presidente, nosotros no tenemos nada que oponer a su política de ampliación de derechos, pero la ampliación de derechos no puede acabar convirtiéndose en un nuevo pretexto para nivelar otra vez la tabla autonómica. El capítulo de los derechos no puede constituir una nueva coartada para el centralismo. Ese título, el del artículo 149.1.1ª, que su Gobierno está empezando a utilizar con excesiva profusión, encierra un extraordinario potencial invasor del espacio competencial de titularidad autonómica, un potencial que adquiere especial riesgo en el ámbito de la asistencia social o -si lo prefiere- de los servicios sociales. Si me permite la metáfora, señor presidente, operar en el ámbito de esta competencia autonómica, en el ámbito de la asistencia social, desde el artículo 149.1.1ª de la Constitución es como pretender cortar un queso de Burgos con una motosierra, algo imposible de hacer si no es con el objetivo de romper el queso. Con estas técnicas legislativas, señor presidente -y concluyo-, su Gobierno está vaciando de contenido -fíjese en lo que voy a decirle-, antes incluso de su entrada en vigor, las reformas estatutarias en curso. Ya hay ejemplos elocuentes de que lo que está dando con una mano lo está quitando con la otra. Haga un ejercicio de contraste de los Estatutos en tramitación o incluso de algunos recientemente aprobados por las Cortes Generales con los proyectos legislativos que están en tramitación o han sido recientemente aprobados también por las Cortes, y podrá comprobar que el ajuste en algunos casos resulta muy complicado. Los blindajes competenciales de los nuevos Estatutos podrán ser todo lo férreos que se quiera, pero algunas de las prácticas legislativas que su Gobierno está utilizando son -yo soy de un pueblo marinero y me gustan las imágenes marineras- salitre puro que penetra inexorablemente en el hierro del blindaje hasta oxidarlo. Mi grupo no se cree la cantinela del Estado famélico ni la fábula de que estamos en el Estado más descentralizado del mundo, este tópico infundado que está tan al uso en el debate político. El Estado español ni está famélico ni corre riesgo de estarlo ni es el más descentralizado del mundo, antes al contrario, en algunos ámbitos de la gestión pública puede afirmarse sin temor a errar que es de los más centralizados de Europa, y a usted, señor presidente, le corresponde enderezar esta situación, si cree de verdad en la descentralización, en el pluralismo y en la diversidad.

Estas son, señor presidente, para concluir, las reflexiones que mi grupo parlamentario aporta a este debate. Como puede ver, hay puntos de sintonía y de colaboración con su Gobierno, pero también se dan amplios espacios de discrepancia y de disensión.

Muchas gracias.

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