Intervención Joan Puigcercós en el debate sobre el estado de la nación

Señoras y señores diputados, señor presidente del Gobierno, miembros del Gobierno, estamos materializando hoy un debate de política general y vale la pena dos años después del debate de investidura repasar los acuerdos cumplidos o no cumplidos durante estos dos años. Para nuestro grupo parlamentario la palabra clave en el debate de investidura era una palabra que coincidía con la del grupo que respalda al Gobierno, la palabra clave para Esquerra Republicana era modernidad, y la modernidad en el siglo XXI pasa por políticas sociales progresistas, políticas de radicalidad y transparencia democrá...

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Señoras y señores diputados, señor presidente del Gobierno, miembros del Gobierno, estamos materializando hoy un debate de política general y vale la pena dos años después del debate de investidura repasar los acuerdos cumplidos o no cumplidos durante estos dos años. Para nuestro grupo parlamentario la palabra clave en el debate de investidura era una palabra que coincidía con la del grupo que respalda al Gobierno, la palabra clave para Esquerra Republicana era modernidad, y la modernidad en el siglo XXI pasa por políticas sociales progresistas, políticas de radicalidad y transparencia democráticas, de derechos de ciudadanía y, evidentemente, de federalismo. Esta era la modernidad que defendíamos en el debate de investidura y mi grupo votó favorablemente su investidura, señor Rodríguez Zapatero. Podemos decir que durante estos dos años los dos objetivos básicos merecen diferente nota: las políticas de carácter progresista, de carácter social, a favor de la economía productiva, a favor de los derechos civiles, utilizando la terminología de la antigua LOGSE, podemos decir que progresan adecuadamente. Por lo que se refiere a un modelo de descentralización política y de avanzar hacia el federalismo, podemos decir que necesita mejorar, y creo que somos generosos, podríamos poner un insuficiente.

Por lo que se refiere al primer aspecto —políticas de carácter social y económico—, hemos avanzado. Empezábamos esta legislatura con una de las rémoras más importante del período Aznar, la Ley de Estabilidad Presupuestaria, una ley que impedía que ayuntamientos y comunidades autónomas pudieran crear sus propios ejercicios presupuestarios, su planificación de inversiones y que era un auténtico corsé para el diseño de políticas económicas por parte de las comunidades autónomas y ayuntamientos; era la llamada ley del déficit cero. Se reformó con nuestro respaldo —también con el de otros grupos— una ley que era un corsé para las administraciones públicas. También se avanzó en materia de política social. Se produjo un avance importante en la mejora de las pensiones — aún no acabada— con la posibilidad de compatibilizar la pensión de viudedad con el SOVI, reclamación de distintos grupos de esta Cámara durante muchos años y que finalmente ha podido llevarse a cabo. También la mejora —aún no suficiente, pero es un avance importante— del salario mínimo interprofesional que, como saben ustedes, es la llave para entender y condicionar buena parte de las políticas sociales y de pensiones. Asimismo, una ley importante en materia de derechos civiles que también contó con el respaldo de Esquerra, la Ley contra la Violencia de Género, una ley necesaria y que era importante para crear condiciones de igualdad de género, pero sobre todo para acabar con la lacra de la violencia machista. También fue un avance importante en derechos civiles el matrimonio entre homosexuales, que seguramente no hubiera visto la luz sin el respaldo de las fuerzas de izquierda, sin esta mayoría de las fuerzas progresistas. Era una reivindicación de un colectivo. Alguien podrá decir que es una reivindicación de un colectivo minoritario, pero no es verdad. Ningún colectivo, por minoritario que sea, tiene que ver restados ni minimizados sus derechos fundamentales. También mejoramos la Ley del Divorcio; más ágil, más rápida, para acabar con la situación de injusticia de muchas personas. Se avanzó en materia de memoria histórica, no cabe duda. Tres grupos de esta Cámara, el de Esquerra, el de Izquierda Unida y el Socialista, avanzamos en lo que fue la restitución de los famosos papeles de Salamanca, los archivos incautados por el régimen franquista y, finalmente, se hizo justicia a personas, familias, partidos, sindicatos e instituciones de Cataluña. Derogamos parcialmente el Plan Hidrológico Nacional, evitamos el desastre del transvase del Ebro. Era una petición mayoritaria en Aragón y en Cataluña y también fue una de las peticiones de Esquerra en el debate de investidura. Finalmente, el sentido común que implicaba que teníamos que ser un país sostenible en lo que hace referencia a recursos hídricos, se impuso. Avanzamos también en una Ley del medicamento en la que se mejora la dotación de genéricos, se reduce el gasto sanitario público —una de las lacras y problemas más importantes para las políticas públicas— y se mantiene la capacidad de I+D de la industria farmacéutica que arriesga y aprovecha sus recursos para crear ocupación y valor añadido en investigación y desarrollo. Pero seguramente la ley más importante de estos dos años es la Ley Orgánica de Educación. Un país con futuro es un país con escuela; un país con futuro es un país con formación. Recuerdo que un alcalde de mi partido siempre dice que la diferencia entre un alcalde de izquierdas y otro de derechas es que el primero cuando le preguntan qué es lo más importante que tiene en su municipio, siempre dice lo mismo: la escuela, ¡ay de aquel pueblo que pierde la escuela!. El alcalde de derechas tiene otros elementos: puede ser la fábrica —muy importante—, puede ser el propio ayuntamiento o puede ser la finca del terrateniente. Pero es evidente que a la izquierda nos caracteriza el apego por la educación. La educación es el primer elemento de socialización de valores, el primer elemento para facilitar la igualdad y la LOE era importante en este aspecto. Por eso nuestro grupo, ya en el debate de investidura, pujó fuerte para cambiar la Ley Orgánica de Calidad de la Educación, que fue la ley que impuso el Partido Popular, una ley que iba contra la educación pública, que iba contra la escuela pública y que creaba dos modelos cada vez más distantes. Conseguimos en esta ley conciertos educativos, conseguimos que la escuela concertada se comprometiera también a asumir tareas importantes: la inmigración, los alumnos discapacitados, no crear guetos, no crear ni consolidar un apartheid escolar que separara a los alumnos por barreras económicas, cuestión de origen, creencia o, incluso, más allá, por el color. También la nueva ley educativa crea mecanismos de delimitación competencial para acabar con esa sensación de intromisión permanente de la legislación básica sobre las competencias exclusivas de las comunidades autónomas. Esta ley consolida también que de los 0 a 3 años no tenga carácter asistencial, sino que tenga contenidos pedagógicos y, evidentemente, que de los 3 a los 6 años sea obligatorio. Estos fueron los avances de una ley educativa importante que tiene que durar más de una generación. Es verdad que hay diferentes reservas. Creo sinceramente que no hemos solucionado la situación del profesorado interino, que crea precariedad laboral y también una situación de inestabilidad en las plantillas escolares. Tampoco hemos solucionado el tema de la religión. Lo más lógico en una sociedad compleja como la nuestra es crear ya, de una vez por todas, una asignatura de cultura religiosa, no una asignatura de religiones que, con la diversificación que se está produciendo de diferentes creencias, de diferentes orígenes, pueda acabar creando separación entre los alumnos. Déjenme que me pare un momento cuando hablamos de educación. No es que me vaya ni que vaya a cambiar, pero durante estas semanas hemos oído demasiadas veces que inmigración es igual a inseguridad. Lo hemos oído hoy aquí y no es verdad. Se puede modificar el Código Penal, se pueden ampliar las plantillas policiales y se pueden crear mecanismos para evitar aquello que parece inevitable, pero la mejor forma de luchar contra la exclusión social, la mejor forma de integrar a aquellos que han llegado de otros países, de otras culturas y de otras civilizaciones, es evidentemente la escuela. La escuela es el único mecanismo de socialización, es la que nos da valores iguales a todos y por eso decimos que podemos tener políticas claras expeditivas ante la situación que se está creando de inseguridad, pero no olvidemos la escuela, la formación y la educación; no la podemos olvidar. También es verdad que en el Senado —volvemos a la LOE— la Ley educativa tuvo reveses por parte de la derecha. Las diferentes mayorías aritméticas que se pueden ofrecer por parte de la derecha en el Senado estuvieron a punto de volver a colar la Ley Orgánica de Calidad de la Educación mediante enmiendas en el Senado. Lo evitamos, evitamos sinceramente, de una vez por todas, que tuviéramos una ley que segregara, como decíamos antes, a los alumnos. La formación, la escuela y la educación son básicas para crear mecanismos de igualdad y de libertad entre los ciudadanos. También avanzamos en los distintos Presupuestos Generales del Estado de 2005 y de 2006 en un fondo para la dependencia, que es la antesala de la ley de la autonomía personal que los distintos grupos de izquierda de esta Cámara han pactado ya, el proyecto de ley; una ley importante para garantía de aquellos ciudadanos que hasta hoy han sido ciudadanos de segunda, aquellos ciudadanos discapacitados que no tenían igualdad de oportunidades. Esto también es un logro de la izquierda plural que hay en esta Cámara. También en los presupuestos del Estado pactamos en su momento la creación de un fondo de inmigración, como muy bien recordaba el presidente del Gobierno. Fue una aportación de Esquerra, no en vano, en Cataluña es donde hay más ansiedad para integrar, para incorporar y para crear condiciones de vida en igualdad a los nuevos catalanes, es decir, a la inmigración. Fue un fondo para los ayuntamientos, que estaban viendo sus servicios sociales colapsados ante la gran cantidad de nuevos ciudadanos que estaban llegando de otras magnitudes geográficas. Fue también un fondo dedicado a la escolarización, a aulas de integración como se han creado en Cataluña y en otras comunidades autónomas. También fue una apuesta por parte de Esquerra, con esta mayoría plural de izquierdas, por una Ley de siniestralidad laboral, una ley para evitar que los trabajadores subcontratados, fruto de la subcontratación, no tuvieran las condiciones de vida que tenían hasta hoy. Fue también un fruto, un trabajo y una lucha de la izquierda para acabar con la precariedad laboral. También hemos tenido esta izquierda plural y un trabajo fecundo por parte de Esquerra en lo que ha sido la defensa de sectores tradicionales de nuestra industria como, por ejemplo, el textil. Hace poco el presidente del Gobierno recibió al Consejo Intertextil español. Finalmente, el Gobierno ha llegado a un acuerdo, nuestro empuje ha servido de algo, con los sindicatos y con la patronal para llegar a un fondo de 860 millones de euros para crear las condiciones para reorientar el sector textil básico y necesario en nuestro modelo industrial. Lo mismo podemos decir en materia turística, un sector olvidado sistemáticamente por los diferentes gobiernos. El turismo es la fuente de divisas más importante de la economía española y seguramente es el subsector más olvidado en las decisiones presupuestarias de los últimos años. Ha sido una obra colectiva de las izquierdas. Ha habido voluntad de solucionar problemas reales enquistados. Las pensiones, la política educativa, la atención a la dependencia o, mejor dicho, la autonomía personal y la política ecológica han sido avances importantes durante estos dos años. Pero no todo dura y hemos podido comprobar cómo leyes importantes y trascendentes como la reforma fiscal, parece que no toman el camino necesario en estos momentos. Estamos en periodo de enmiendas, pero una ley importante como una reforma fiscal precisa también de una reorientación de izquierdas. Es verdad, no se puede hacer política social con una mano y política económica con la otra. Necesitamos juntar las dos, si no, al final esto no suma. Aún quedan pasos por dar en materia de la reforma fiscal. Es necesario crear condiciones para que la clase media y trabajadora, es decir, los asalariados, los que cargan en buena parte con la presión fiscal en nuestra sociedad, tengan condiciones óptimas; y no es así, hay una sensación de que esta reforma fiscal se carga sobre los asalariados y libra a aquellos que muchas veces se escapan del control de la Hacienda pública. También está la sensación de que la pequeña y mediana empresa necesita aún mucha más ayuda y mucho más apoyo. Seguramente la reinversión de beneficios y el trato a la microempresa o trabajador autónomo debe mejorar. Este ha sido el aspecto más importante de estos dos años en materia socioeconómica en el que se ha avanzado, y seguramente esta mayoría de izquierdas que se ha creado, esta izquierda plural, en la que Esquerra ha tenido un papel importante, ha producido un cambio político en materia social, necesario, porque las condiciones de desigualdad iban en aumento. Sinceramente, hemos cambiado de rumbo durante estos dos años. Si en materia socioeconómica se aprobaba con creces, se sacaba buena nota, seguramente podríamos decir que se progresaba adecuadamente, utilizando la terminología de la anterior ley educativa, la Logse, en lo que hace referencia a la descentralización, al federalismo no es la misma nota, no es la misma evaluación. Sinceramente, este Gobierno y el grupo que le da respaldo, el principal grupo, necesita mejorar.

En el debate de investidura nuestro grupo defendió la necesidad de asumir el déficit sanitario de algunas comunidades autónomas. Fue una mala negociación la que se hizo en el año 2003. Se negoció la financiación de la sanidad para aquellas comunidades autónomas que la tenían en exclusiva desde antaño —luego se generalizó a todas— y se incorporó el modelo de financiación de la sanidad al modelo general de financiación de las comunidades autónomas. Tal como se negoció fue un error, porque estábamos en el año 2003 cuando se cerró este acuerdo; y en el 2004 en el debate de investidura en esta misma Cámara nuestro grupo ya adelantó la necesidad de abordar el déficit sanitario en el caso de Cataluña y de algunas comunidades autónomas. ¿Qué pasó? Pasó una cosa muy evidente; pasó que solo hacía falta que un grupo catalán, en este caso Esquerra, hiciera esta petición para que se abriera la caja de Pandora de la dinámica perversa que sobre la política española viene cerniéndose durante muchos años. Si hay una mayoría absoluta en esta Cámara —mayoría absoluta del Grupo Socialista o mayoría absoluta del Grupo Popular—, el rodillo funciona implacable e impecablemente, pero si no la hay, si hay mayoría relativa, automáticamente se desencadenan unos mecanismos infernales, es el llamado chantaje catalán. Cuando nosotros expusimos en esta tribuna la necesidad de abordar el déficit de la sanidad catalana porque estaba provocando listas de espera que afectaban a la vida de personas, el Grupo Popular, por medio de su sector mediático, automáticamente desencadenó este proceso infernal. Se hablaba del despilfarro catalán, de la mala gestión de la sanidad en Cataluña, del problema de los catalanes. Conclusión: la de siempre. Cataluña es el rompehielos de las situaciones antárticas. En este caso la situación antártica era la incapacidad para reconocer que no es lo mismo el modelo sanitario que se puede gestionar en Cataluña, en el País Valenciano o en Madrid. Hay diferencias sustanciales, como puedan ser la excelencia del sistema o la especialidad que puedan tener determinados centros hospitalarios. Hay diferencias, por tanto la financiación no puede ser la misma. La conclusión fue que, después de aguantar toda una serie de improperios sobre Cataluña, sobre los partidos catalanes, sobre el Gobierno de Cataluña que hacía esta petición expresa de solucionar el problema del déficit sanitario, todo el mundo, incluidas las comunidades autónomas del Partido Popular, se puso a la cola. Como siempre cobró todo el mundo, pero por el camino pudimos comprobar cómo funciona el mecanismo. El mecanismo que tiene es perverso; repito: si hay mayoría absoluta, rodillo; si no la hay, chantaje catalán; o, si no es catalán, es vasco. Esta es la dinámica permanente de todos estos años. Por eso en Cataluña diferentes fuerzas, entre ellas Esquerra, nos propusimos buscar una solución de pacto estable y duradero, que evitara esta situación coyuntural de esperar a ver si hay mayoría absoluta o no la hay para ver si podemos solucionar los problemas de siempre. Esta solución no era mágica, esta solución era el Estatuto, el nuevo Estatuto de Cataluña, el Estatut de Catalunya, porque en el Estatuto, una ley de leyes, se pretendía buscar soluciones para evitar caer en manos de estas coyunturas. Esta fue la voluntad, una ley de leyes, el Estatuto de Cataluña, para solucionar problemas; un Estatuto que nacía con la mejor de las intenciones y además tenía la comprensión de un candidato a la Presidencia del Gobierno. Recordará usted, señor Rodríguez Zapatero, cuando prometió solemnemente aprobar el Estatut que aprobara el Parlament de Catalunya. Mi grupo parlamentario durante dos años ha hecho un trabajo en esta Cámara, en el Pleno, en las comisiones y fuera del Pleno y de las comisiones, para crear una pista de aterrizaje del Estatuto catalán, para crear las condiciones de estabilidad para que esta propuesta catalana pudiera llegar a Madrid y pudiera hacer efectiva su palabra, la palabra dada del antaño candidato a la Presidencia del Gobierno y hoy presidente. Esta fue la promesa y este fue nuestro trabajo durante dos años, un trabajo que Esquerra hizo con tesón: crear las condiciones de estabilidad de una mayoría de la izquierda plural para que esta propuesta de Cataluña, este pacto catalán, pudiera llegar, repito, en las mejores condiciones. El Parlamento de Cataluña aprobó el 30 de septiembre de hogaño con el 90 por ciento de sus diputados la propuesta de nuevo Estatuto, 110 diputados sobre 135. Se daba la primera premisa, una mayoría apabullante en Cataluña. Este era el Estatut que el 30 de septiembre generaba ilusión entre todos los ciudadanos de Cataluña, no era un capricho minoritario de la clase política, como se ha dicho hoy desde esta tribuna, que no interesaba a nadie; al contrario, se tenía la esperanza de buscar una solución a los problemas catalanes, y este Estatut, repito, tenía ilusión, pero ya teníamos algunos antecedentes de lo que podía pasar. Pudimos comprobar cómo curiosamente el Estatuto valenciano se aprobó en un acuerdo entre el Partido Socialista y el Partido Popular. Es curioso, mientras en Cataluña se sataniza al Partido Popular por su postura del no, unos kilómetros al sur, en el mismo país, no hay ningún problema en acariciarse con el señor Zaplana, el señor Camps o el señor Rajoy; es el Estatuto valenciano. Lo más curioso, lo que no consiguió la derecha valenciana durante los años ochenta ni la derecha española se ha conseguido hoy con el voto de la izquierda, que es consolidar el secesionismo lingüístico en el País Valenciano. Es un modelo de lo que podía pasar, y ustedes sabían perfectamente que el Estatuto que venía de Cataluña no sería el mismo que el de Valencia. Tenía condiciones en materia financiera, en materia de inversiones, en materia de derechos históricos; era otra cosa, y nos definíamos como nación —ustedes lo sabían—, pero hemos sufrido todos, ustedes, nosotros, la ciudadanía de Cataluña, las instituciones de Cataluña, un acoso y derribo atroz. Fue una campaña terrible, una campaña de insultos y de amenazas no solo por el Partido Popular, sino incluso por algunos dignos representantes — no sé si dignos— del Poder Judicial, representantes del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial amenazando permanentemente; de ciertos lobbies de intereses burocráticos de la capital del Estado; incluso de algún militar despistado —permítame que diga despistado por no decir otra cosa— que al final se pronunció contra el Estatuto. Esta era la presión contra el Estatuto catalán, pero esta presión, que podía producir incluso pánico demoscópico, como decía un gran futbolista y entrenador del Tenerife, el señor Valdano, miedo escénico, fíjense ustedes cómo ha quedado hoy. ¿Dónde está la presión? En nada. Hoy hemos podido comprobar cómo buena parte de los argumentos que daba el Partido Popular contra el Estatuto de Cataluña, incluso la propuesta que se aprobó el 30 de septiembre en Cataluña, ha quedado en nada.

El señor Rajoy ha subido hoy a esta tribuna y con la boca pequeña ha explicado que tenía cuatro millones de firmas. La actitud del Partido Popular contra el Estatuto catalán ha quedado en un tigre de papel, se ha deshinchado, y esto lo hemos podido comprobar hoy, tigres de papel, porque al final se estaba mintiendo permanentemente. No era verdad lo que se decía, ni en el Estatuto del 30 de septiembre, que era ambicioso; así era, y después del recorte que se le hizo al Estatuto de Cataluña —fíjese en lo que ha quedado— las mentiras son aún más evidentes. Finalmente, la presión del Partido Popular, el miedo escénico, el pánico demoscópico triunfó. Lo dijimos aquí cuando votamos en contra de la aprobación del Estatuto de Cataluña en esta Cámara. Esquerra vota no porque había ganado el Partido Popular, y a nosotros eso no nos gusta. Ganó el Partido Popular sin ganar. Su estrategia del acecho, del acoso y del derribo funcionó y el Partido Socialista dio marcha atrás con la colaboración, claro está, de una parte importante del Grupo Socialista que forzó una rebaja, un recorte, un cepillado. Lo dijo claramente el presidente de la Comisión Constitucional, don Alfonso Guerra: hemos cepillado el Estatuto de Cataluña, hemos cepillado de arriba abajo el Estatuto de Cataluña. Durante semanas pudimos contemplar atónitos cómo se estaba retrasando el debate estatutario en Andalucía para ver cuáles eran finalmente las enmiendas que se elaboraban desde Ferraz o desde La Moncloa. Esta ha sido la realidad. Finalmente, el recorte que se hizo en Cataluña ha sido el molde con el que se va a aplicar todas las reformas estatutarias. Este recorte que se despachó en siete horas, sinceramente, no resuelve los problemas de Cataluña; no resuelve la sangría fiscal, el llamado déficit fiscal; no resuelve el maltrato inversor, que durante 15 años ha estado muy por debajo de la media española, con una ejecución presupuestaria muy por debajo también de la media española, ni tampoco nos va a servir para impulsar la economía productiva. No es ninguna casualidad que el 80 por ciento del empresariado catalán, el de verdad, el que arriesga, no el que espera resoluciones gubernamentales de aquí o de allá para tomar decisiones, tiene muy claro en todas las encuestas que este Estatuto recortado no resuelve el déficit fiscal, no resuelve sus problemas y no mejora su competitividad. Es momento de preguntarnos: ¿Cuántos recursos más, cuántos euros más, van a notar los catalanes y las catalanas, los empresarios y los autónomos, en sus bolsillos con este Estatuto? ¿Cuánto van a ganar? ¿Cuánto van a mejorar sus condiciones? Sinceramente, esta ha sido una oportunidad desaprovechada. Fíjese usted que el cepillado ha ido por fases, porque la columna vertebral, el elemento toral de esta reforma estatutaria era la financiación. Esto ha sido un secreto a voces; no lo decía solo Esquerra, lo decían todos los grupos catalanes: el nuevo Estatuto de Cataluña es básicamente la financiación, las inversiones y el traspaso de grandes infraestructuras. Este era el eje fundamental y, evidentemente, el reconocimiento como nación. La columna vertebral era la financiación, porque cargarse de competencias sin financiación es un grave problema. Lo hemos experimentado durante veintitrés años en Cataluña: las competencias sin financiación acaban colapsando una administración.

El primer cepillado fue que no había más garantía de recursos. Hemos aumentado la cesta de impuestos, es verdad; del 35 hemos llegado al 50 por ciento en el IRPF, del 35 por ciento al 50 por ciento en el IVA, en los impuestos especiales —tabaco, alcohol e hidrocarburos— hemos llegado al 58 por ciento; esto es verdad, pero todo lo que ganamos en el aumento de la cesta de impuesto lo perdemos en el Fondo de suficiencia. Hace poco mi hijo de 10 años —fíjese como está la cosa en Cataluña— me preguntaba por la financiación y tuve que contarle lo que había pasado con esto de la cesta de impuestos. Se lo conté fácilmente, le dije: Cataluña es una familia que no llega a final de mes. No llega, trabaja mucho, trabaja horas extras, pero no llega a final de mes, porque paga peajes, porque tiene que pagarse la sanidad privada, una educación privada; no llega a final de mes. Un día esa familia dice: con lo que trabajamos, con lo que aportamos, vamos a pedir aumento de sueldo. Sería lo lógico y razonable. Pide aumento de sueldo y después de escuchar algunas diatribas e insultos se le dice: no —solución mágica—, no vamos a aumentarle el sueldo, pero en lugar de cobrar el día 30 va a cobrar el día 15. Esto es la cesta de impuestos. Este es el modelo: lo que entra de aumento de impuestos sale por el Fondo de suficiencia que Cataluña recibía hasta hoy, pero a partir de ahora no va a recibir, sino que va a tener que pagar. Esta es la realidad contrastada.

Fíjense en el segundo cepillado. En el texto del 30 de septiembre decíamos: vamos a hacer desaparecer la Lofca del Estatuto de Cataluña. Hoy la tenemos dentro; hoy la tenemos dentro y además de forma taxativa. Madrid decide lo que toca pagar, lo que tenemos que recibir, lo que es nuestra autonomía financiera. Tercer cepillado, que se ha vendido como gran éxito: la bilateralidad. Hemos perdido cualquier capacidad de negociación, no hay bilateralidad. Tenemos la misma que teníamos antes, hay que ser sinceros. La bilateralidad se reduce a quedarnos como estamos. Ustedes se acordarán de aquello de: virgencita, virgencita, que me quede como estoy. Esta es la bilateralidad de Cataluña, la que se ha conseguido en Cataluña. Cuarto cepillado: Agencia Tributaria. Decían los dirigentes de todos los partidos catalanes: No queremos tres agencias tributarias; no queremos la Agencia Tributaria española, la catalana que se cree de nuevo cuño y un consorcio. Serían tres. ¡Qué mensaje a la ciudadanía! No van a tener una, van a tener tres. Decíamos: Queremos una, pero no en Cataluña sino la de Cataluña, que recaude todos los impuestos. Pues no ha sido así. Cataluña va a crear una Agencia Tributaria —ya tiene una Dirección General de Tributos, que hace la misma función; vamos a cambiar la tarjeta de visita del director general—, pero lo que va a hacer a partir de ahora es incorporar en una agencia los tributos propios —ya los tenemos— y los tributos cedidos totalmente. Yo le pregunto al señor Rodríguez Zapatero: ¿Usted me puede decir cuáles van a ser los tributos cedidos totalmente a partir de este Estatuto? Es una pregunta que se hace mucha gente en Cataluña. Quinto cepillado: Déficit de inversiones. Esa ha sido la lacra de la economía catalana. Ustedes lo saben perfectamente. Durante muchos años ha habido una queja permanente. Usted lo ha reconocido en esta misma tribuna, así como los dirigentes del Partido Socialista de Cataluña. Hay un déficit de inversión en Cataluña que provoca atrasos y que reduce la competitividad.

Hace poco —lo decíamos en esta tribuna—, cuando el señor Montilla, ministro de Industria, y el señor Rañé, consejero de Industria y Trabajo de la Generalitat en ese momento se fueron a Wolfsburg, Alemania, a ver al máximo dirigente del grupo Volkswagen para interesarse y trabajar para el mantenimiento del grupo SEAT en Cataluña, las palabras del presidente del grupo fueron tajantes: Si ustedes en Cataluña quieren tener inversión extranjera, si quieren mantener su tejido industrial, deben mejorar sus infraestructuras; deben mejorar su red de cercanías, su red de mercancías por ferrocarril; deben mejorar su red de carreteras —por favor, que no sean de peaje; esto lo digo yo, no lo decía el alemán—. Fíjense ustedes que el acuerdo final es curioso. Le pregunté en la penúltima sesión de control si iba a subir el Fondo de Compensación Interterritorial, porque así lo afirmó el ministro Solbes, vicepresidente del Gobierno. Tal como está descrita la disposición adicional tercera del pacto recortado de La Moncloa las inversiones de Cataluña van a ser su aportación al producto interior bruto. Es verdad, en estos momentos el 18,8 por ciento es la aportación catalana al producto interior bruto. Lo que no se cuenta es que, si restamos el Fondo de Compensación Interterritorial, como dijo el señor Solbes, este fondo va a subir mucho porque hay que compensar la reducción de las aportaciones de fondos europeos. Para que nos entendamos, para que me entienda mi hijo, vamos a dejar una tarta más pequeña, que va a ser un 18,8 por ciento. Es verdad, va a ser un 18,8 por ciento nominal, pero no va a ser efectivo. Se podría dar la paradoja matemática, no negada por ningún economista serio, de que la inversión en Cataluña incluso fuera menor. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Hemos padecido una situación de acoso. Se lo voy a decir de otra forma, porque hay quien saca siempre la memoria histórica. En 1932 Cataluña tuvo un Estatuto; todos los partidos catalanistas de derechas e izquierdas dijeron que sí, pero en 1932 Cataluña salvaba la República. En 1979 todos los partidos catalanistas de izquierdas y de derechas decían sí al Estatuto, porque había que salvar la democracia, pero la pregunta que se hace mucha gente en Cataluña hoy es: ¿A quién hemos salvado esta vez? ¿A quién había que salvar? Por primera vez tenemos un Estatuto en Cataluña hecho por un Parlamento de Cataluña, que no es ni el de 1932 ni el de 1979. ¿A quién hemos salvado esta vez? Es una pregunta que se hacen muchos ciudadanos de Cataluña.

Acabo este bloque de financiación del Estatuto de Autonomía de Cataluña. Usted sabe cuál es nuestra postura; ha sido sincera y coherente en todo momento. Defendíamos un modelo de Estatuto que ha sido absolutamente recortado. En estos momentos estamos asistiendo a una situación en la que se quiere matar al mensajero. No se puede decir que ha habido un recorte; no se puede decir que hubo un pacto de mínimos, un pacto de intereses partidistas. Hoy casi se le escapa aquí, en un lapsus freudiano. Va a gobernar Convergència, casi decía; luego ha rectificado y ha dicho que gobernaría el PSC. No sé cuál fue el ámbito real del pacto que se hizo, pero en Cataluña existe la sensación de que el recorte tiene una agenda, una agenda oculta. Lo menos importante aquí era el Estatuto de Cataluña, era la financiación, eran las inversiones; lo más importante era otra cosa. Sinceramente, usted no aguantó el tirón de la derecha, y, como he dicho hoy, fíjese usted cómo está la derecha: tigres de papel. Había otros intereses. Alguien negoció de espaldas al Parlamento de Cataluña. Ya pasaremos factura en Cataluña, pero lo que Esquerra no va a permitir es el silencio de los corderos. No vamos a permitir el silencio de los corderos, que aquí no ha pasado nada; esta vez no. Sinceramente, Cataluña merece más y esperábamos más de la solidaridad de la izquierda española, pero, señor Rodríguez Zapatero, fíjese, la vida continúa. Nosotros le queremos decir hoy aquí una cosa: aprobado con nota alta este Gobierno y la colaboración de la izquierda plural, de Esquerra, en política socioeconómica; no llegamos al cinco en federalismo y descentralización. Señor Rodríguez Zapatero, la vida continúa, quedan dos años de legislatura y aún falta mucho por avanzar. Nos quedan aún muchas propuestas en materia social: el estatuto del trabajador autónomo; la mejora de las condiciones en una ley de igualdad de género; la ley de investigación de biomedicina; una ley de la dependencia, que ya está empezada y pactada, pero que tenemos que desarrollar; la mejora de las pensiones no contributivas, llegando al 75 por ciento del salario mínimo interprofesional; la mejora de la Ley de Reforma Fiscal y la mejora de las condiciones en política medioambiental. Estamos al límite. Somos un país dependiente en materia energética. Aquí o hay un cambio de paradigma energético o no hay futuro no solo para los usuarios de la electricidad, sino para nuestro modelo industrial.

Acabo. Sinceramente, hay trecho por recorrer desde la izquierda. Ustedes tienen la posibilidad de no acabar como muchos gobiernos. Aquí hay una maldición, la maldición del bienio. Fíjese usted, el centro-derecha, con el señor Suárez, tuvo un bienio mágico en el que elaboró la mayor parte de las leyes más progresistas y más aperturistas, fue el bienio de 1979-1981. En 1981 pasó lo que pasó, todos lo sabemos. El bienio de don Felipe González fue de 1982 a 1984, luego vinieron el ingreso en la OTAN y todos los cambios. Ahora estamos en el bienio 2004- 2006. Vamos a romper esta maldición del bienio. Vamos a seguir cuatro años con las políticas de izquierdas, con políticas en favor de la mayoría, en favor de los trabajadores, en políticas de educación, de sanidad y de vivienda. Señor Zapatero, tiene usted la oportunidad de romper la maldición del bienio. Estas son nuestras propuestas. Vale la pena avanzar por la izquierda, vale la pena crear esperanza en todos aquellos ciudadanos que el 14 de marzo fueron a votar distintas opciones pero querían un vuelco electoral y un cambio de política: más libertades, más política social, más política de izquierdas.

Muchas gracias, señoras y señores diputados.

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