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El criptoimperio de la familia Trump expande sus fronteras

Su familia y entorno cierran acuerdos y estrechan relaciones con los representantes de mercado mientras el presidente legisla a favor del sector

Era el 12 de julio de 2019 cuando el actual presidente estadounidense Donald Trump dijo en X, la antigua Twitter, lo que pensaba realmente sobre las criptos: “No me entusiasma ni bitcoin ni otras criptomonedas, que no son dinero y cuyo valor es altamente volátil y basado en la nada”. Pocos podían prever que tan solo un lustro después el republicano se convertiría en el primer ...

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Era el 12 de julio de 2019 cuando el actual presidente estadounidense Donald Trump dijo en X, la antigua Twitter, lo que pensaba realmente sobre las criptos: “No me entusiasma ni bitcoin ni otras criptomonedas, que no son dinero y cuyo valor es altamente volátil y basado en la nada”. Pocos podían prever que tan solo un lustro después el republicano se convertiría en el primer criptobro en ocupar el Despacho Oval. Un cambio nada casual. Se dio cuenta de que los activos digitales eran una mina de oro para su campaña y sus negocios. Y la industria, un pozo de votos y apoyos. Así empezó a acercarse a las personalidades más influyentes del sector, a lanzar proclamas sobre cómo convertir a EE UU en la capital cripto del planeta... La industria lo vio como un mesías capaz de poner fin a años de presunta opresión gubernamental.

El espaldarazo de Trump a la industria se convirtió en una lluvia de dinero para su campaña y su comité inaugural: de los 239 millones de dólares que recaudó para el evento, unos 18 procedían de la industria cripto, según el diario estadounidense The New York Times. Ante los ingentes flujos de dinero que mueve el sector, Trump no tardó en buscar oportunidades de negocio y en plena campaña electoral lanzó World Liberty Financial, la plataforma cripto ligada a su familia.

Así, los Trump irrumpieron con fuerza en este mercado: emitieron el token $WLFI, que ya vale unos 4.900 millones de dólares, y la stablecoin USD1 ligada al billete verde, la quinta del mercado, con un valor de más de 2.600 millones. La moneda estable —un criptoactivo ligado al valor de una divisa tradicional— se lanzó poco antes de que los legisladores debatieran una normativa específica sobre estos activos y en pleno auge de este mercado, que asciende ya a 300.000 millones. Hillary Allen, profesora de Derecho en la American University Washington College of Law, crítica esta incursión: “Los criptoactivos pueden crearse de la nada y venderse para recaudar fondos. Cuando la familia Trump crea criptoactivos sin ningún respaldo real abre oportunidades casi ilimitadas para que se canalice dinero hacia los Trump”, explica.

Con este imperio empresarial empezó a ahondar sus conexiones con la industria. El emprendedor y criptobro chino Justin Sun invirtió unos 75 millones de dólares en World Liberty Financial, convirtiéndose en su mayor inversor y asesor. Mientras, el gigante inversor MGX de Abu Dabi usó la moneda estable de los Trump para invertir unos 2.000 millones en Binance, el mayor exchange del mercado, que fue acusado por la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) de haber operado ilegalmente en EE UU y desviar miles de millones de sus clientes. Su fundador y exdirector general, Changpeng Zhao, fue condenado a cuatro meses de cárcel por blanqueo de dinero en su plataforma.

Pero esta no es más que la punta del iceberg del imperio cripto de la familia presidencial. Con Trump Media, fundada por el presidente, fueron a por todo: la sociedad presentó una solicitud ante el supervisor del mercado estadounidense, la SEC, para lanzar un fondo cotizado que replica la cotización de bitcoin y otro que incluye varios activos como bitcoin, ether, solana, XRP (los principales del mercado) y cronos. Esta criptomoneda poco conocida ha seducido a los Trump hasta el punto que su empresa mediática anunció la creación de una nueva firma de tesorería cripto, Trump Media Group CRO Strategy, para acumular tokens cronos en sus reservas. El insólito interés por este activo, el número 23 del mercado, tiene un porqué: fue creado por el exchange Crypto.com, plataforma que donó un millón de dólares al comité de inauguración de Trump. Su matriz, Foris DAX Markets, aportó 10 millones al Comité de Acción Política de Trump.

Mientras el presidente presta su nombre e influencia, sus hijos mueven los hilos desde la trastienda. Eric Trump entró este año en la junta directiva de asesores de la japonesa Metaplanet, la cuarta empresa que más bitcoin atesora a nivel global; posee una participación en American Bitcoin, una minera de criptomonedas que cofundó en marzo y que acaba de estrenarse en Bolsa, alcanzando una capitalización de 6.500 millones de dólares, unos 5.500 millones de euros. Junto con su hermano Donald Jr. en agosto alcanzaron un acuerdo con ALT5 Sigma, una biotecnológica transformada en fintech, que aspira recaudar 1.500 millones de dólares (unos 1.280 millones de euros) para acumular tokens $WLFI. Además, Donald Jr. invirtió recientemente en Thumzup, una empresa de publicidad en redes sociales en pérdidas, que también busca acumular bitcoin en sus reservas con la esperanza de que se revaloricen.

Todo ello mientras el padre legisla a favor del sector y se rodea de funcionarios procripto: desde el secretario del Tesoro, Scott Bessent, hasta Howard Lutnick, secretario de comercio. Para liderar la SEC nombró a Paul Atkins y bajo su mandato ya se han desestimado un buen puñado de demandas abiertas contra las principales empresas de la industria. En estos meses, Trump ha hecho de las cripto una de sus prioridades: ha organizado la primera criptocumbre de EE UU, que reunió a autoridades y miembros del sector, prometió la creación de una reserva estratégica de bitcoin, promulgó una ley para regular las stablecoins e impulsa otra para vetar el dólar digital, una moneda digital pública, para favorecer a su vez las monedas estables privadas.

Si bien su entorno ha rechazado las críticas sobre posibles conflictos de interés, los expertos señalan riesgos de opacidad y de superposición entre roles privados y públicos. “Si un presidente o su familia participan activamente en negocios de este sector, su capacidad de influir en la regulación o en la narrativa pública hace difícil separar interés personal de interés general. Negar el conflicto de interés no elimina la percepción de captura regulatoria”, avisa Luz Parrondo, profesora de la UPF Barcelona School of Management.

Mientras parte de la industria cripto aplaude la avalancha de acuerdos entre Trump y el ecosistema, otra reconoce en privado que refuerzan la percepción de que el sector está plagado de estafas y fraudes, que afectan al pequeño inversor atraído más por afinidad política que por su conocimiento, y que corre el riesgo de sobreexposición a burbujas especulativas o proyectos sin fundamento real, advierte Parrondo. Un ejemplo son las memecoins, activos digitales que se disparan al calor de las redes sociales, siguiendo las tendencias de los usuarios. Pocos días antes de su toma de posesión, el presidente lanzó las monedas meme $TRUMP y $MELANIA. En pocos segundos experimentaron subidas vertiginosas en su precio, a las que siguieron caídas incontenibles y la pérdida casi total del valor, de entre un 82% y un 98%, dejando a los inversores con las manos vacías.

Pese a las innumerables incursiones de los Trump en el universo cripto, los supervisores parecen mantener silencio frente a una larga lista de potenciales conflictos de interés. “La administración ha realizado cambios significativos en el personal directivo de los organismos reguladores, que han derivado en modificaciones en las políticas de las agencias (...) que han revertido su postura sobre la protección de los inversores y del sistema financiero frente a los riesgos de la industria cripto. Esta desregulación perjudicará a los inversores”, concluye Allen.

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