El aluminio sufre su tormenta perfecta
La crisis energética y la fuerte demanda han disparado el precio de este material clave para la economía mundial
Latas de cerveza, móviles, ventanas, coches, aviones y un sinfín de otras cosas que utilizamos a diario tienen algo en común: el aluminio. Este material (ligero, dúctil, altamente conductivo, resistente a la corrosión y totalmente reciclable) ha sufrido como ningún otro el impacto de la crisis energética por la que atraviesan diversas economías. No es para menos. Su proceso de producción requiere de una cantid...
Latas de cerveza, móviles, ventanas, coches, aviones y un sinfín de otras cosas que utilizamos a diario tienen algo en común: el aluminio. Este material (ligero, dúctil, altamente conductivo, resistente a la corrosión y totalmente reciclable) ha sufrido como ningún otro el impacto de la crisis energética por la que atraviesan diversas economías. No es para menos. Su proceso de producción requiere de una cantidad ingente de energía: para una tonelada se necesitan cuatro veces el consumo eléctrico anual de un hogar medio en España. Por ello, su cotización se ha disparado en los mercados. El coste de la electricidad, sin embargo, solo ha sido la guinda en el pastel que ha abierto aún más la brecha entre una oferta que se ha quedado rezagada a la demanda, generando incertidumbre sobre el suministro.
“El aluminio está en medio de una tormenta perfecta”, dice Wenyu Yao, experta en materias primas en ING. Porque, a medida que la economía global se ha recuperado del golpe de la crisis sanitaria, el consumo de este material se ha disparado. Los planes de recuperación alrededor del mundo, pero principalmente en China, Europa y EE UU, han avivado la demanda, que se espera que crezca un 10,2% al cierre de este año, después de haber caído un 2,1% en 2020, según las cifras de Bank of America. Sectores como la construcción, el transporte, la alimentación, el embalaje, la electrónica y recientemente aquellos relacionados con las energías verdes ya engullen mucho más aluminio que en 2019. Pero la oferta no ha reaccionado de igual manera. Pekín está en el ojo del huracán.
El gigante asiático, con el 60% de la producción de aluminio global, ha atravesado por una crisis energética sin precedentes. Por un lado, el Gobierno ha restringido el gasto de electricidad de los grandes consumidores, como la metalúrgica. Su objetivo es reducir las emisiones de contaminantes. Por otra parte, el precio del carbón térmico (fuente de casi el 70% de la electricidad del país) se ha disparado por factores variopintos: desde los recortes a la producción (por el cierre de minas ante la falta de seguridad y casos de corrupción) hasta la prohibición china de comprar materia prima a Australia (porque Camberra insistió en 2020 en investigar el origen de la pandemia). También ha hecho mella la inestabilidad que trajo consigo el golpe de Estado en Guinea Conakry, el segundo mayor productor mundial de bauxita, el material natural del que se extrae aluminio, y el principal proveedor de China.
Tras este vendaval, los futuros del aluminio alcanzaron, el 18 de octubre pasado, su nivel más alto en 13 años: 3.180 dólares por tonelada (unos 2.800 euros, al tipo de cambio actual). Hoy en día, la cotización (en el mercado de referencia: el London Metal Exchange) ronda entre los 2.500 y los 2.600 dólares. Las autoridades chinas han intervenido en el mercado local del carbón impulsando su producción. “Y de forma inmediata el coste del metal reaccionó a la baja”, detalla Charlie Robertson, economista jefe de Renaissance Capital, banco de inversión enfocado en mercados emergentes. “Hay suficiente suministro…, al menos por el momento”, afirma Daniel Briesemann, experto en materias primas en Commerzbank, un banco alemán. La expectativa no es halagüeña. A los costes de la energía se une la falta de magnesio, esencial para las aleaciones de aluminio. La industria de este elemento, que también ha sido víctima de los cortes de energía, la controla China con el 87% de la producción mundial.
Inventarios en retroceso
Y a este escenario se añade el hecho de que los inventarios de aluminio se están vaciando. Actualmente están en su nivel más bajo desde 2005. Todo ello hace pensar que el mundo tendrá un déficit global de este material en 2022, según Fastmarkets MB Research, una consultora en minería. “Estamos viendo el déficit más profundo en el mercado mundial en al menos 20 años”, opina Duncan Hobbs, especialista de Concord Resources, en declaraciones a Bloomberg.
China recortará alrededor del 7% de su capacidad de producción anual de aluminio este año debido al impasse energético, según estimaciones de Wood Mackenzie. Esto repercutirá en el coste. “Los precios del metal tendrán un alza en los próximos meses y se mantendrán en niveles históricos altos”, avisa Ross Strachan, analista en CRU. Y en esta historia Europa no está al margen. El 50% de las necesidades de aluminio en la región se hacen a través de importaciones, donde China es el principal vendedor, según los últimos datos de European Aluminium, una asociación que aglutina a unos 80 productores europeos.
El resto del aluminio que engulle Europa viene del reciclaje y de la producción, que también ha entrado en crisis ante el incremento en los precios de la energía en la zona. Esto sucede mientras la demanda sigue imparable. Al cierre del año, el consumo del material en Europa aumentará un 11%, frente al 7,2% de China y al 6,8% de América del Norte, según Fastmarkets. “Y continuará al alza debido al empuje que está dando a las renovables”, explica Armando Mateos, presidente de la Asociación Española de Aluminio. Las entrañas de los aerogeneradores, paneles solares y vehículos eléctricos están llenas de minerales.
Un gran consumidor de electricidad
El aluminio es el tercer elemento más común en la Tierra. Solo el oxígeno y el silicio existen en cantidades mayores. Después del hierro (utilizado para crear acero), el aluminio es el metal que se produce en mayor volumen a nivel mundial. De acuerdo con Bloomberg, si toda la producción de la aleación en todo el mundo se contabilizase como un país, sería el quinto mayor consumidor anual de electricidad del planeta con más de 900 millones de megavatios. La Agencia Internacional de Energía (IEA) estima que un 59% de la energía que se emplea para dar vida a este metal proviene del carbón.