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El relevo pendiente en la FP: cómo afrontar la falta de docentes jóvenes ante el aumento de la demanda

La modernización de la Formación Profesional choca con la falta de relevo en las aulas, las trabas para incorporar profesionales del sector y la sobrecarga que deja la implantación del modelo dual

En los talleres y aulas de Formación Profesional hace meses que se nota el cambio: más prácticas, más empresas implicadas y un modelo de educación dual que desde el curso 2024-25 se ha extendido a todo el país. Pero mientras el sistema se renueva, su profesorado envejece: en la FP, por cada 100 docentes menores de 30 años hay 643 mayores de 50, según el último FPAnálisis del Observatorio de la FP. Rejuvenecer la plantilla exigiría sumar 37.313 nuevos profesores jóvenes, según la Fundación CaixaBank Dualiza y Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad.

La situación no es nueva ni exclusiva de esta opción educativa (en Secundaria, el nivel de envejecimiento es similar, y en el ámbito universitario es del 1.684,4%), pero no por ello es menos urgente, “especialmente en algunas familias profesionales como Electricidad, Informática, Energías Renovables, Fabricación Mecánica o Instalación y Mantenimiento, es decir, aquellas donde los requisitos de acceso implican a titulados universitarios en ingeniería”, recuerda Luis García Domínguez, presidente de FPEmpresa. Algo que está directamente relacionado con las dificultades de atracción y retención de talento de unos graduados que, de forma mayoritaria, priorizan la empresa privada al ámbito educativo, ya que es allí donde acceden a salarios más elevados. Pero también con las debilidades de un procedimiento de acceso a la profesión que, tras la última convocatoria de oposiciones, dejó muchas plazas sin cubrir.

Resulta paradójico que, de alguna manera, la FP sea víctima de su propio éxito, porque esta brecha se produce a pesar de haber alcanzado en 2023 un total de 103.798 docentes a tiempo completo, un 48,1 % más que en 2013. Un porcentaje, sin embargo, ligeramente inferior al aumento del alumnado, que subió un 49,5 % en el mismo periodo de tiempo.

¿Falta vocación docente?

La escasez de relevo generacional no parece deberse a una falta de interés por enseñar, sino a cómo se ha orientado históricamente la carrera profesional de los jóvenes. “Durante años no se ha fomentado la docencia como salida profesional”, explica Ana Ejarque, profesora de Formación y Orientación Laboral (FOL) en el IES Francisco Tomás y Valiente de Madrid, desde que sacó su plaza en 2024: “No se les dice a los alumnos que pueden ser profesores de FP. Ahora, desde el módulo de FOL, sí empezamos a introducirlo, porque enseñar también puede ser una opción laboral interesante para ellos”.

Las posibles vocaciones se enfrentan, sin embargo, a un sistema que no siempre las facilita. “Hay titulados con experiencia en empresa que querrían enseñar, pero el proceso de acceso es largo y poco compatible con la vida laboral”, afirma. “Y si intentan compaginar ambos mundos, se topan con unas incompatibilidades muy rígidas: un médico puede trabajar por la mañana en un centro público y por la tarde tener su propia consulta, pero en el caso de la educación está muy limitado. Lo único que podemos hacer es dar clase en la universidad, en determinadas academias, o preparar oposiciones”. Ejarque señala que, en algunos perfiles, la falta de opciones para compatibilizar la docencia con la actividad profesional y la precariedad de muchas interinidades, que no superan la media jornada, desincentivan la entrada en el sistema educativo.

Esa falta de flexibilidad tiene consecuencias visibles en los centros, como observa Iván Alvir, docente en el IES Puerta Bonita de Madrid y con casi dos décadas de experiencia en Imagen y Sonido: “Mucho talento se queda fuera. Hay ingenieros o técnicos que podrían aportar muchísimo a la FP, pero las condiciones no invitan a dar el salto. La empresa privada sigue siendo más atractiva, sobre todo en lo económico”, apunta.

Mónica Moso y Juan Gamboa, investigadores de CaixaBank Dualiza y Orkestra, sostienen por su parte que el problema no es de vocación, sino de estructura. No falta gente con ganas de enseñar, subrayan, sino un sistema que facilite su incorporación. Los procesos son largos, las vías de acceso poco flexibles y las condiciones iniciales, en muchos casos, desalentadoras para quienes proceden del sector productivo. Rejuvenecer la FP, insisten, pasa por crear itinerarios más ágiles que permitan compatibilizar la docencia con la experiencia profesional sin tener que renunciar a una de ellas.

Ejarque destaca, además, que la llegada de nuevos docentes aporta aire fresco a las aulas, especialmente en la manera de enseñar. Los profesores jóvenes —dice— tienden a apoyarse más en metodologías activas, en el trabajo por proyectos y en el uso de herramientas digitales, lo que contribuye a acercar la FP a los códigos y formas de aprendizaje de su propio alumnado. También subraya el valor de contar con docentes veteranos que actúen como mentores, capaces de transmitir su experiencia y orientar a quienes acaban de incorporarse, tal y como ocurre con su centro a través del Proyecto Nest, una iniciativa de la Comisión Europea. “Esa mezcla de innovación y experiencia es lo que realmente puede fortalecer al profesorado de FP”, resume.

¿Qué se puede hacer?

Superar el bloqueo generacional requiere actuar sobre un marco normativo que todavía avanza más despacio que la realidad de los centros. La Ley Orgánica 3/2022 de Ordenación e Integración de la FP abrió la puerta a incorporar a profesionales en activo del sector productivo como docentes, pero su desarrollo ha sido irregular. “No tenemos una regulación homogénea en todas las comunidades”, advierte García Domínguez. “Es una asignatura pendiente: falta concretar cómo se contrata, cómo se gestiona y qué reconocimiento profesional tiene ese perfil. La figura del profesor experto puede ser una solución provisional a la escasez actual, pero debe complementarse, no sustituir al profesorado ordinario”.

Moso y Gamboa comparten el diagnóstico: sin una estrategia común y proactiva que incentive la entrada de nuevos perfiles y refuerce la conexión entre escuela y empresa, el sistema seguirá perdiendo talento. Ambos reclaman itinerarios más flexibles, programas de actualización compartida y un mayor reconocimiento de la experiencia profesional como mérito docente, además de avanzar hacia una mayor homogeneidad en las condiciones laborales entre comunidades.

Las diferencias retributivas son a su vez notables: el salario medio de un docente de FP ronda los 2.700 euros brutos al mes, pero varía desde los 2.400 en Asturias hasta más de 3.100 en el País Vasco, según el Observatorio de la FP. La mejora de las condiciones laborales, sin embargo, no se limita al aspecto salarial. “Se han liberado algunas horas para que el profesorado pueda atender las nuevas tareas del sistema dual, pero todavía es insuficiente”, advierte Iván Alvir. “El modelo exige mucha coordinación con las empresas y un seguimiento continuo del alumnado, y para eso hacen falta más recursos y tiempo real dentro del horario docente.” También insisten en revisar la formación inicial del profesorado, ya que el máster habilitante, aunque imprescindible, no siempre prepara para la docencia práctica ni para los entornos laborales propios de la FP dual.

El propio García Domínguez propone medidas concretas, como un plan de fomento de las vocaciones para el profesorado de FP, la gratuidad y ampliación de plazas del máster habilitante, y un programa de “rescate” para ingenieros sénior en las últimas etapas de su vida laboral. “Podríamos incorporar a profesionales con una trayectoria muy valiosa que, de otro modo, se pierde al jubilarse. Necesitamos que la FP se nutra de su experiencia”.

A todo ello se suma un desafío menos tangible pero igualmente necesario: prestigiar la figura del docente de FP. Tras años en que la atención se ha centrado en los estudiantes y su empleabilidad, las fuentes consultadas coinciden en que es momento de poner el foco en quienes enseñan. Revalorizar su papel, visibilizar su impacto en la formación de futuros profesionales y reconocer su contribución al vínculo entre educación y empresa son pasos esenciales para consolidar la transformación del sistema.

Las exigencias del modelo dual

La otra gran asignatura pendiente es el tiempo. La implantación del modelo dual ha ampliado las funciones del profesorado, que ahora ejerce de tutor, coordinador y enlace con las empresas. “La intensificación de la relación entre escuela y empresa hace que el profesor sea un puente entre ambos mundos, pero eso exige más horas reconocidas para tareas de coordinación, innovación y orientación. Lo que hoy se hace fuera del horario debería estar contemplado en la jornada”, apunta García Domínguez.

“La coordinación con las empresas, el seguimiento de los alumnos, la burocracia… todo eso se suma a las clases”, reivindica Alvir. “Hemos asumido nuevas responsabilidades sin contar con más tiempo ni recursos, y muchas veces lo hacemos por compromiso personal. Hay que intentar trabajar mano a mano con las empresas para desarrollar estos planes formativos, y que la estancia en las mismas cumpla con los objetivos formativos de los alumnos”. En su opinión, para que el modelo dual funcione plenamente, hacen falta más apoyos: desde personal de coordinación a una reducción de la carga lectiva y el reconocimiento de esas tareas en el horario y en la carrera profesional.

El rejuvenecimiento del profesorado pasa también por ofrecer una carrera profesional más atractiva y por reforzar la formación continua, ya que son muchas las especialidades donde los docentes necesitan una actualización constante en tecnologías y procesos productivos. Las estancias temporales de docentes en empresas, habituales en el País Vasco, se citan como un ejemplo de buenas prácticas, al igual que las estancias en centros de otras comunidades autónomas, además de en los europeos. “Son mecanismos que permiten actualizarse en nuevas tecnologías, comprender los cambios del mercado laboral y transmitir esa experiencia al aula”, destacan los investigadores.

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