Carlyle explora la venta de Codorníu seis años después de entrar y cerrar la crisis familiar

Busca asesores para estudiar una posible desinversión de su participación mayoritaria, así como otros potenciales movimientos estratégicos

Las cavas de Codorniu, en Sant Sadurní d'Anoia), construidas entre 1902 y 1915 por el arquitecto Josep Puig i Cadafalch.Anel

El fondo de capital riesgo Carlyle busca poner fin a su aventura en Codorníu, la firma catalana de cavas y vinos. Según aseguran fuentes financieras, la firma estadounidense busca asesores para estudiar una posible desinversión de su participación -que se sitúa en por encima del 60%-, así como otros potenciales movimientos estratégicos. La transacción, en todo caso, se encuentra en un estadio muy preliminar. El complejo proceso de venta de Codorníu, salpicado durante meses por las diferencias entre las cinco ramas de la familia Raventós que componían su accionariado, se cerró en junio de 2018 con la entrada del gigante norteamericano.

Carlyle adquirió en su momento la mayoría accionarial del grupo bodeguero, compuesto por más de 200 accionistas, con una valoración de la totalidad de la compañía de 390 millones de euros. Así lo confirmaron las dos empresas en un comunicado. En esa cantidad estaban incluidos 90 millones de euros de deuda y suponía 15 veces los 29 millones de ebitda (beneficio bruto de explotación) con los que preveía cerrar aquel ejercicio.

Seis años después, la evolución de los números del grupo es más que notable. El conglomerado bodeguero cerraba su ejercicio fiscal —que va de julio de 2023 a junio de 2024— con un nuevo récord de facturación de 232 millones de euros y un beneficio operativo de 39 millones de euros -un 15% más y récord histórico-, al tiempo que fijaba el objetivo de alcanzar los 50 millones de euros de beneficio neto. El desempeño se celebró con cava en la empresa vitivinícola más antigua de España, en tanto suponía alcanzar los mejores resultados de los últimos diez años. La llegada de Carlyle había puesto fin a un tormentoso ciclo de desavenencias familiares en la histórica compañía.

Codorníu tenía 26 millones de euros de ebitda en el momento de la adquisición por parte de Carlyle. Hoy en día, esa cifra se ha duplicado y la meta de los 50 millones aparece en el plan de ruta que se marcó Sergio Fuster (Gandía, 50 años) al asumir el despacho de consejero delegado. El ejecutivo estaba en Kellogg’s cuando Carlyle lo fichó para que asumiera el mando de la que se conoce como “la Casa del cava”. El año pasado, en una entrevista a EL PAÍS evitaba poner fecha de caducidad a su ciclo en Codorníu: “Aquí, lo mismo que en cada trabajo en el que he estado, planeo como si fuera a estar toda la vida. Después, las circunstancias cambian”. Ha llegado el momento en el que las circunstancias parece que empiezan a cambiar.

El grupo se ha agarrado a la idea de impulsar al alza el valor del cava. Frente a la estrategia de buscar el crecimiento por volumen de botellas que, hace unos años, se impuso entre algunos gigantes del sector, Fuster puso la mirada en tratar de alcanzar al champán, descartando entrar en la batalla por la zona de ofertas de los lineales del supermercado.

Un interés por revalorizar el producto que se ha convertido en una necesidad para todo el sector, dada la sequía de las últimas campañas y la imposibilidad sobrevenida de tener suficiente uva para tanta botella. En 2024, el Consejo Regulador del Cava registró una caída de ventas de 21 millones de botellas, desde los 170 millones a los 149, por efecto de una “situación coyuntural” que amenaza con ser recurrente: la falta de agua en los viñedos.

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