Murtra tendrá que levantar la acción, reducir la deuda y devolver el impulso comercial a la operadora
El nuevo presidente se enfrenta a importantes retos una vez se siente en el sillón presidencial de Telefónica
Cuando Álvarez-Pallete fue nombrado presidente de Telefónica en abril de 2016, la multinacional valía en Bolsa más de 50.000 millones de euros. El viernes pasado, día 17, un día antes de su cese como presidente, la capitalización bursátil apenas superaba los 22.500 millones. Para un ejecutivo que siempre ha encabezado sus discursos con la “creación de valor para el accionista” el balance es desolador: la cotización ha caído un 57% desde el 8 de...
Cuando Álvarez-Pallete fue nombrado presidente de Telefónica en abril de 2016, la multinacional valía en Bolsa más de 50.000 millones de euros. El viernes pasado, día 17, un día antes de su cese como presidente, la capitalización bursátil apenas superaba los 22.500 millones. Para un ejecutivo que siempre ha encabezado sus discursos con la “creación de valor para el accionista” el balance es desolador: la cotización ha caído un 57% desde el 8 de abril de 2016, fecha de su llegada a la presidencia de la compañía. Ni siquiera la compra masiva de acciones por la SEPI, STC y CriteriaCaixa en el último año y medio por más de 6.000 millones de euros ha sido capaz de sostener la cotización.
Esa creación de valor es la primera asignatura pendiente que tendrá Marc Murtra cuando se siente en el sillón presidencial de la primera teleco española. No lo va a tener fácil, máxime si los analistas tienen como referencia la evolución de la cotización de Indra desde que el ingeniero catalán se hizo cargo de la presidencia de la empresa tecnológica en mayo de 2021. Bajo el mandato de Murtra, la acción de Indra se ha revalorizado un 134%. Pero, dejando al margen su gestión, lo cierto es que ha contado con el viento a favor, puesto que el sector de defensa, en un mundo convulso y salpicado de conflictos armados, está al alza. Todo lo contrario de lo que le ocurre al de las telecomunicaciones, que sufren un acelerado declive desde hace más de una década, con ingresos decrecientes y la necesidad de emplear ingentes recursos en la construcción de las nuevas redes de telefonía móvil 5G y fibra óptica, que luego no se traducen en retorno de facturación y rentabilidad.
Levantar la cotización será para Murtra una doble exigencia. Primero, porque se lo van a demandar los accionistas privados de referencia como el BBVA o La Caixa (y ahora la saudí STC), que llevan años aprovisionando en sus balances pérdidas millonarias por la depreciación de las matildes (como son conocidas popularmente las acciones de Telefónica). Y segundo, y no menos importante, porque todos los contribuyentes españoles son de forma indirecta accionistas de la operadora a través de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), el holding público que es el primer accionista con el 10% del capital.
La SEPI se hizo con esa participación a lo largo de 2024 por 2.284 millones de euros, pagando un precio medio de 4,0295 por título, frente a los 3,97 euros a los que cotizan ahora. Es decir, desde su desembarco en Telefónica se ha depreciado ligeramente el valor, aunque no se puede decir que haya sufrido pérdidas, puesto que la caída de la cotización se ha compensado con el cobro de dividendos por más de 150 millones de euros.
Reducción de la deuda
Convencer a las agencias internacionales de calificación y a los inversores de que Telefónica es un valor confiable pasa por dos tareas ineludibles: reducir el elevado endeudamiento y devolver el impulso comercial a la compañía en el competido mercado de las telecomunicaciones. En el primer caso, Murtra tiene medio camino andado porque su predecesor en el cargo logró reducir el apalancamiento desde los 53.116 millones de euros en 2016 a 28.748 millones a 30 de septiembre pasado. A costa, eso sí, de deshacerse de parte de las joyas de la Corona, como la venta de las torres de telefonía móvil en 2021 a American Tower por 7.700 millones de euros.
Sin esos extraordinarios, Murtra deberá buscar fórmulas para aumentar la rentabilidad mediante el crecimiento orgánico y el recorte de costes. Y no lo va a tener fácil, en particular en España, donde Telefónica ha visto esfumarse su dominio por el empuje de las compañías de bajo coste, como MásMóvil en su día y ahora Digi. De hecho, la fusión de Orange y MásMóvil para dar lugar a MasOrange le arrebató a Telefónica el primer puesto por número de clientes en España, aunque mantiene el liderazgo por ingresos. En 2016, la cuota de Movistar por líneas en telefonía móvil era del 30,6% y la de banda ancha fija del 44%; en 2024, esas cuotas han caído al 26,7% y al 33,5%, respectivamente.
El nuevo presidente de Telefónica tendrá también que mirar a Hispanoamérica donde, con la casi única excepción de Brasil, no le van bien las cosas a la operadora. Los conflictos regulatorios y fiscales en Perú y Colombia y la inestabilidad de mercados como Venezuela y Argentina, además del riesgo cambiario, han causado pérdidas millonarias a la multinacional española. No es de extrañar que Pallete pusiera en venta todas las filiales del área excepto la brasileña Vivo ya en el anterior plan estratégico, presentado en noviembre de 2019. Los resultados no han sido los esperados. De hecho, salvo por las filiales centroamericanas, no ha conseguido despertar el interés de ningún comprador.
Otra de las apuestas fallidas de Álvarez-Pallete que debe reorientar su sucesor es la tecnológica. La creación de Telefónica Tech como una incubadora de start ups y una nueva fuente de ingresos al margen del deteriorado mercado tradicional de las telecos, no ha tenido tampoco el esperado retorno. Las iniciativas lideradas por Chema Alonso como chief digital officer y responsable de Innovación, como Aura, la Cuarta Plataforma u Open Gateway, no han calado tampoco entre los potenciales inversores, que no han querido entrar en el capital de la filial como estaba previsto.
Por último, Murtra tiene el reto añadido de convencer a los inversores de que la presencia de la SEPI en el capital como primer accionista no va a ser una rémora para su gestión al frente de Telefónica. En primer lugar, gran parte de las mayores telcos europeas cuentan con participaciones públicas. El Estado alemán posee un 27,8% del capital de Deutsche Telekom; el francés, un 23% de Orange, y el italiano adoptó en agosto pasado un acuerdo para incrementar hasta el 20% su participación en la compañía que agrupa los activos de telefonía fija de Telecom Italia. Además, empresas como Aena, el gestor aeroportuario, han demostrado que se puede ser rentable aunque la mayoría del capital esté en manos del Gobierno. El ejecutivo catalán ha probado en Indra, participada en un 28% por la SEPI, su capacidad para aunar el consenso accionarial con los socios privados. Y en su inicio en el mandato en Telefónica se ha asegurado el plácet de los principales accionistas como CriteriaCaixa, BBVA y STC. Pero le queda un largo camino. Y los mercados tendrán la última palabra.