Toni Ruiz, el piloto de Mango en la tormenta

El consejero delegado de la compañía, y accionista con un 5% del capital, asume las funciones de presidente de forma interina en plena conmoción por el fallecimiento de su fundador

Toni Ruiz, consejero delegado y presidente interino de Mango, fotografiado en el Hangar Design Centre de Mango.Albert Garcia

Hay en la élite empresarial catalana un grupo muy selecto entrado en años que, pese a los achaques, todavía puede dar mucha guerra. Con sorna, se autodenomina VESP (Veterans Empresaris Sobradament Preparats). Empresarios que en la segunda mitad del siglo XX impulsaron la industria en diferentes sectores. Pero ya no quedan muchos, y este grupo ha sufrido en pocos días dos bajas importantes: ...

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Hay en la élite empresarial catalana un grupo muy selecto entrado en años que, pese a los achaques, todavía puede dar mucha guerra. Con sorna, se autodenomina VESP (Veterans Empresaris Sobradament Preparats). Empresarios que en la segunda mitad del siglo XX impulsaron la industria en diferentes sectores. Pero ya no quedan muchos, y este grupo ha sufrido en pocos días dos bajas importantes: el miércoles murió uno de los mayores, Joan Uriach, presidente de honor de la farmacéutica del mismo nombre, a los 95 años; y antes, el sábado, falleció el benjamín del grupo, el fundador y presidente no ejecutivo de Mango, Isak Andic, a los 71 años en un accidente de montaña en Montserrat. En ambos casos se trata de empresarios que hicieron crecer sus negocios y les imprimieron una visión estratégica basada en el legado familiar, pero en un momento dado decidieron dejar la gestión a profesionales. Estos días entre el empresariado catalán se señala que estos fallecimientos, aunque con muchas diferencias -en la farmacéutica entraba dentro de lo razonable y ya se había dado hacía años el cambio generacional, mientras que en Mango la muerte inesperada de Andic ha conmocionado a toda la compañía, donde su visión tenía muchísimo peso-, tienen algo en común: sin el faro estratégico, ahora le toca a esta segunda generación de ejecutivos seguir con el legado y comprometerse completamente en el negocio, aunque no sean parte de la familia fundadora.

En Mango, el encargado de esta tarea es Toni Ruiz, el actual consejero delegado. Y el viernes la empresa de moda zanjó cualquier especulación con un comunicado en el que otorgaba a Ruiz las funciones de presidente de forma interina. Se deja así para más adelante la designación de un presidente del consejo definitivo, a la espera de conocer el testamento de Andic, que presumiblemente legará su 95% de las acciones de Mango a sus tres hijos, Jonathan, Judith y Sarah. “El fallecimiento de Isak Andic no supone un cambio en la estructura de gobierno de la compañía. Mango dispone de los mecanismos adecuados para garantizar una perfecta continuidad del negocio”, señalaba el comunicado.

Los mecanismos adecuados son precisamente los que Andic y Ruiz llevan una década construyendo juntos para profesionalizar la gestión: un consejo de administración, un comité de dirección, un comité ejecutivo y una patrimonial familiar. Cada órgano con sus funciones diferenciadas con el objetivo de que la empresa se lleve cada vez más como si fuese una cotizada -aunque la salida a Bolsa no esté sobre la mesa-, y la familia aprenda el oficio de accionista. Hace un año, precisamente, el consejo de administración se amplió con consejeros externos persiguiendo este objetivo, y también se llevó a cabo algo inaudito: por primera vez el fundador abrió el capital a alguien externo a la familia, dando entrada a Ruiz con un 5% de las acciones.

Esta muestra de confianza hacia el consejero delegado no es gratuita. Desde que llegó a la compañía, Ruiz ha ejercido de timonel en algunos de los momentos más duros de Mango, cosa que vuelve a hacer ahora en la transición que se abre tras la muerte del fundador. Quienes le conocen destacan de él su serenidad, su determinación y la capacidad que ha tenido para plasmar las directrices de Andic.

Nacido en Barcelona hace 55 años, la vida de este ejecutivo ha dado algunas vueltas, pero de algún modo logró cerrar el círculo en la compañía de Andic. Y es un broche que ve como definitivo: “Este es el mejor y el último proyecto ejecutivo que haré”, dijo a EL PAÍS en marzo de este año.

Aunque su perfil de gestor discreto y eficiente puede hacer pensar que tanto puede servir para la venta de vestidos de mujer como para vender tornillos y tuercas, Ruiz siempre ha tenido un vínculo con los primeros. Aunque es cierto que también ha vendido los segundos. De joven, Ruiz tuvo sus primeros contactos con el sector textil en la empresa que su tío puso en marcha y en la que trabajaba su padre, un melillense que se trasladó a Barcelona y se casó con su madre, enfermera. Trabajó en los veranos en esta fábrica de tejidos -que llegó a tener la representación de Nina Ricci-, ya sea en el almacén como en el control de calidad, pero tuvieron que pasar muchos años antes de que su camino volviese a cruzarse con el sector de la moda.

Antes, se licenció en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona y se decantó por la logística: empezó a trabajar en el Barcelona-Catalunya Centre Logístic. Más tarde, tras cursar un máster MBA en la escuela de negocios IESE, lanzó su carrera de ejecutivo: primero en una consultoría, y luego en Leroy Merlin, donde se encontró con los tornillos y las tuercas. Madrugando para controlar la descarga de los camiones y con el uniforme verde de la empresa gala de bricolaje, Ruiz empezó en la tienda de Sant Boi de Llobregat y a principios de los 2000 gestionó el proceso de la compra de Aki por parte de Leroy Merlin.

Fue en 2015 cuando Andic le quiso para Mango. Ruiz había acumulado ya experiencia en comités de dirección y también en varios consejos de administración, y fue el elegido para que vigilase las cuentas en la nueva etapa de Mango. Andic quería gozar de un tiempo sabático en su velero, dando la vuelta al mundo, y fichó a Ruiz como director financiero, bajo el mando de su hijo Jonathan como consejero delegado. Pero los siguientes tres años estuvieron marcados por la tormenta perfecta, con un estancamiento en las ventas, pérdidas acumuladas de casi 100 millones de euros y una brújula que no encontraba el norte. Jonathan no fue el piloto que Mango se esperaba tener, y el fundador interrumpió su retiro para volver a coger las riendas. En 2018 nombró a Ruiz director general, y en 2020 consejero delegado, dejando a su hijo al mando de la línea Man, y a él mismo como presidente no ejecutivo.

Hace justo dos semanas, Mango pasaba por su mejor momento. La empresa había celebrado su 40 aniversario, una fiesta en la que Andic alabó la figura de Ruiz ante la compañía: había dado la vuelta a los resultados y había ido más allá, superando los 3.100 millones de euros de facturación y los 172 millones de beneficio. El plan estratégico se cumple, con una inversión prevista de 600 millones para abrir medio millar de tiendas, y el objetivo de superar los 4.000 millones en ventas en 2026. Y el lugar para esta hora dulce, en parte, pasaba por Nueva York: ahí Andic había logrado su sueño de abrir en 2022 una gran tienda en la Quinta Avenida, y desde esa ciudad había afianzado su proyecto de expansión por Estados Unidos -recientemente se había anunciado la apertura de 20 tiendas más, hasta los 62 puntos de venta en ese país-. Y también en Nueva York, hace dos semanas, Ruiz recibió un premio en reconocimiento a su liderazgo. Nada podía hacer presagiar la noticia trágica que ha conmocionado a la compañía. En una carta pública dedicada a Andic, Ruiz recordó unas palabras que se pronunciaron en el funeral: “gracias por hacer de capitán, por ser un faro que nos indica el puerto. A partir de ahora, sólo nos queda remar todos juntos”. Es tarea de Ruiz guiar este equipo y demostrar que, también, están sobradamente preparados.

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