María Benjumea: “La cuna te facilita la entrada, pero arriba llegas sola”
La empresaria, de 70 años, fundadora del encuentro de’ start-ups’ South Summit, se considera a la vez una privilegiada y una mujer hecha a sí misma en una época y en un círculo social en el que se educaba a las chicas para casarse y tener hijos
A primera hora de la mañana, la rotonda del paseo de la Castelllana de Madrid donde tiene sus oficinas South Summit, la empresa de María Benjumea, bulle de tráfico, repartidores varios y empleadas domésticas paseando a personas mayores. Llego cansada y estresada después de hora y media del eterno...
A primera hora de la mañana, la rotonda del paseo de la Castelllana de Madrid donde tiene sus oficinas South Summit, la empresa de María Benjumea, bulle de tráfico, repartidores varios y empleadas domésticas paseando a personas mayores. Llego cansada y estresada después de hora y media del eterno atasco matinal para entrar en la ciudad desde la periferia. Benjumea, sin embargo, luce fresquísima. Sale en tromba de su despacho, saluda simpatiquísima y se pone a disposición con apabullante entusiasmo. Va con lo que parece su uniforme de faena: pantalón y top blanco y casaca roja. En un perchero cuelga un top exactamente igual al que lleva, por si un apuro. En cuanto acabe la entrevista, dice, saldrá pitando y no parará en todo el día, varios días, como alma madre del mayor encuentro europeo entre quienes tienen un proyecto de empresa y quienes tienen el dinero para ponerlo en marcha. Por ella, que no quede.
¿Qué ha desayunado?
Lo de siempre: un vaso de agua calentita, que es muy bueno para lo que tú sabes [guiña un ojo], dejo pasar 20 minutos y luego me tomo un té, fruta y tostadas.
Me refería a de dónde saca tanta energía. Yo quiero.
Pues la saco de creerme lo que hago. Creo que las cosas se pueden hacer y, entonces, me pongo a ello para que sucedan. Y ahora tengo por delante el gran encuentro del South Summit, que es para lo que trabajamos todo el año.
A los 70 y con su posición económica, ¿qué necesidad tiene de meterse en este fregado?
Porque es que no sabes cómo me lo paso. Esto es mi vida. Hago lo que me da la gana. Soy la menor de 10 hermanos, he tenido la mala suerte de que se me han muerto dos, que, además, han sido mis referentes, y, entonces, yo, que soy muy familiar, y ahora que tengo seis nietos, me llegué a plantear dejarlo, pero llegué a la conclusión de que no. Tengo mi vida llena y puedo hacer cosas. Hacemos cosas con impacto, pero esto es una empresa y tiene que ir bien. Es bonito juntar las dos cosas.
¿Qué es una ‘start-up’?
Es una nueva empresa que nace con un proyecto innovador, con el objetivo de crecer rápidamente y que tiene una visión global del negocio que propone, porque el mundo ha cambiado y las tecnologías permiten llegar desde a una aldea a todo el planeta.
Muchos de esos proyectos pinchan.
Sí, pero pasa una cosa divertida. En efecto, habrá un 56% de fracaso en la primera start-up, pero, entonces, aparece la figura del emprendedor en serie. Son especialistas en montar start- ups y son muy buenos. Del fracaso se aprende. Y, si has montado más de cuatro, ese porcentaje de fracaso se reduce al 8%
Usted junta a emprendedores con inversores. ¿Cuándo se produce el flechazo?
Cuando el tío o la tía que emprende se vende que te cagas. La idea es el 10% del éxito. Luego, influye el desarrollo y lo potente del equipo que se tenga detrás. En el mundo hay mucho dinero, mucho. Al South Summit vienen más de 300 fondos internacionales con una cartera de cuatrocientos mil millones de dólares. Lógicamente, el dinero es miedoso y quiere que le garantices que tu proyecto merece la pena, por eso es tan importante venderlo bien.
¿Ve a sus emprendedores como sus polluelos?
Bueno, la media de edad es de 35 años. No son niñatos. Son compañeros de viaje. Yo me considero una estartapera de 70 tacos. Y me parece que todas las edades son buenísimas. Te lo tienes que creer, en cualquier momento. Y eso no quiere decir que toda la vida te lo hayas creído, quiere decir que tú puedes cambiar tu visión en cualquier momento.
¿Usted cuándo empezó a creérselo?
Uy, tardísimo. Si me hubieras conocido de niña y jovencita, alucinarías, nada que ver con lo que ves. Nací en 1954 y, entonces, a las chicas nos educaban para casarnos y tener niños. Mi hermana mayor no pudo ni hacer el Bachillerato. Yo tuve la gran suerte de que me pilló el corte, el punto de inflexión y fui a la Universidad cuando muchas mujeres empezamos a ir. A mis padres les importaba todo un rábano, yo era insegura que te mueres y, como no entendía de matemáticas ni nada de nada, pues hice Geografía e Historia.
Una carrera muy de chicas, entonces.
Bueno, a mí me gustaba la Historia y, como yo lo que quería era trabajar, luego hice una oposición, no te lo pierdas. Suspendí, y nunca he agradecido más un suspenso. Como quería trabajar, y, a la vez quería tener niños y tiempo libre, me uní al proyecto de unos amigos y creamos un espacio de arte. Ahí, yo, que me creía un poco tonta, un cero a la izquierda, de pronto, me di cuenta de que tengo otras habilidades.
¿Cuáles?
Pues que, cuando te metes en un tema, eres capaz de gestionar el proyecto, porque sabes más de lo que crees que sabes, que te sabes expresar, que se te ocurren cosas, que se te da bien unir a gente y trabajar juntos. Yo no era el prototipo de nada, así que hice mi propio prototipo.
Nació en una familia acaudalada, ¿es consciente de su privilegio?
Lo soy. Soy muy privilegiada, lo agradezco muchísimo y estoy muy orgullosa, también. Pero también estoy en la calle, me relaciono con todo el mundo. Mi mundo es súperabierto. Claro que la cuna te facilita la entrada, hace que te miren, que te vean, pero, ojo, una cosa es entrar y otra llegar, y arriba llegas tú sola. Lo importante es que, hoy, el que viene de muy abajo hace lo que quiere.
¿En serio? ¿Me está diciendo que alguien de familia pobre puede llegar igual?
Sí. Necesitamos dos cosas. Mandar el mensaje positivo de que este mundo ha cambiado, y, también, se necesita talento y actitud. Es cierto que lo puede tener más difícil, pero, hoy, en este mundo privilegiado en el que vivimos, ¿quién no tiene acceso a la educación? Lo tenemos todos. Y, con talento y esfuerzo, tienes la posibilidad de tener becas para estudiar y vivir. ¿Qué falta? Lanzar permanentemente mensajes de que si quieres, puedes, todos podemos. Jamás negaré que, teniendo cuna, eso tiene mucho menos mérito, al principio. Pero luego te lo tienes que currar exactamente lo mismo. No sabes la cantidad de gente que conozco que, viniendo de dónde viene, llega lejísimos. Me encantaría presentártelos.
¿Ha oído la expresión ‘señoro’?
Sí, y comprendo perfectamente lo que se quiere decir, pero, ¿sabes qué pasa?, que no me importa nada. Siempre he jugado con las mismas bazas que los hombres. Ahora, cuando las mujeres se quejan de que les dicen un piropo, a mí no me importaba nada. Es más, para distender una reunión, les alababa la corbata, o el aspecto, y no pasa nada.
¿A eso se refiere con lo de jugar con las mismas bazas?
Claro, lo que pasa es que yo siempre he trabajado por mi cuenta y he sido mi propia jefa. La jefa de nada, pero la jefa. Y las reglas eran y son mis reglas. Siempre he tenido muy buen rollo, con tíos y tías.
¿Qué le parecen esas fotos de familia donde todos los empresarios son hombres?
Pues que es antiguo que te mueres, pero también te diré que, a nosotros nos cuesta horrores encontrar a mujeres para el South Summit. No sabes lo que sufro. Las emprendedoras son solo un poquito más del 20%. Y no es una cosa que pase solo en España
¿Y por qué cree que sucede eso?
Porque somos buenísimas, pero tenemos que creérnoslo. Yo me pregunto: ¿qué podemos hacer? Pues convencer a las mujeres de que, de verdad, merece la pena. Yo, en esto, soy de victimismo cero. Tenemos que convencernos de que la sociedad nos necesita, nos quiere, y nosotras lo valemos.
También tendrá que ver que el peso de los hijos recaiga en las mujeres y muchas releguen sus carreras para llevarlo.
Tomamos la decisión porque nos compensa. No conozco nada que sea perfecto. Uno de mis hermanos que murió siempre me decía “María, la balanza”. Conozco a madres extraordinarias que no han dicho que no a su carrera y están arriba. También conozco a mujeres que han sacrificado sus carreras por la del marido siendo potentísimas. Cada uno toma sus decisiones con sus consecuencias. También te digo que yo me encontraba una madrastra. Y eso que, a nosotros, nuestros padres tampoco es que nos hicieran tanto caso, y aquí estamos.
Muchos hombres no se plantean ese dilema.
Sí, pero, perdóname, ¿cuántos siglos llevamos así? Ahora que tengo un nieto, después de cinco nietas, veo a mi niño, cómo juega, cómo es, y es que no tiene nada que ver con sus hermanas y sus primas. No es eso de que le inculquemos los roles, tiendo a pensar que igual es que somos distintos, desde la biología, y bien está que seamos distintos. Entonces, de verdad, pensemos en la balanza.
Llamándose María Benjumea Cabeza de Vaca, ¿cuántas veces la han llamado niña, o señora, pija en la vida?
Pues mira, no sé, pero, si sucediera, no me ofendería en absoluto. Llevo toda la vida trabajando. No soy consciente de que nadie me haya atacado. Mira, esa es otra suerte o privilegio en mi vida: nunca me he sentido atacada. A mí solo me duele si soy consciente de que he hecho algo mal, aunque sea sin querer. Entonces, lo paso fatal.
'STARTUPERA' DE 70 TACOS
Así, letra por letra, se autodefine María Benjumea Cabeza de Vaca (Madrid, 70 años) fundadora de South Summit, empresa que pone en contacto a emprendedores de start-ups e inversones de todo el mundo. Antes, Benjumea, la pequeña de 10 hermanos de una acaudalada y aristocrática familia, había estudiado Geografía e Historia y, tras suspender una oposición, puesto en marcha su primer proyecto, Taller del Arte, un espacio innovador que combinaba el negocio de anticuario, galería de arte y escuela de restauración. Fue allí, según ella misma, donde tomó conciencia de sus habilidades empresariales, que le llevaron a fundar, en 1981 el Círculo de Progreso y en 1995, Infoempleo, que a partir del año 2000 se transforma en el portal líder en la búsqueda de empleo. Casada con Diego del Alcázar, marqués de La Romana y fundador del Instituto de Empresa, es madre de dos hijos y abuela de seis nietos.
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