¿Calidad frente a cantidad? El turismo busca fórmulas para no morir de éxito
España bate todos sus récords y pisa los talones a Francia como líder mundial, pero se enfrenta a la gestión de destinos saturados y al reto de la sostenibilidad
Miles de turistas se apretujan a diario frente a la Sagrada Familia en Barcelona para hacerse una foto. En Madrid, largas colas se forman en el Palacio Real, ya sea verano o invierno. Las playas mediterráneas vuelven a estar a tope a pesar de las altas temperaturas. En archipiélagos como Baleares y Canarias la presión es aún mayor. El turismo se ha recuperado rápidamente de la pandemia. España recibió ...
Miles de turistas se apretujan a diario frente a la Sagrada Familia en Barcelona para hacerse una foto. En Madrid, largas colas se forman en el Palacio Real, ya sea verano o invierno. Las playas mediterráneas vuelven a estar a tope a pesar de las altas temperaturas. En archipiélagos como Baleares y Canarias la presión es aún mayor. El turismo se ha recuperado rápidamente de la pandemia. España recibió un récord histórico de 84 millones de extranjeros (más el turismo nacional) el año pasado, según el Gobierno, y todo apunta a que puede haber desplazado a Francia como primera potencia mundial en llegadas. Así lo anticipa un estudio de CaixaBank Research, lo que significaría un hito nunca alcanzado. El Ministerio de Turismo francés estima que como mucho visitaron el país galo 82 millones de viajeros. Pero la extraordinaria vuelta de los turistas ha hecho aflorar de nuevo el descontento entre la ciudadanía y ha abierto el debate sobre la sostenibilidad de un sector que representa ya el 12,8% del PIB español.
¿Cuántos turistas son demasiados? Es la pregunta lanzada desde las empresas y las administraciones. La respuesta no tiene, al menos de momento, un número redondo. Ni los problemas de saturación tienen una solución única (ni sencilla). “Hay lugares en España que están claramente saturados, como Baleares y Tenerife, por ejemplo, con problemas también en Benidorm o Lloret de Mar”, destaca Macià Blázquez, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universitat de les Illes Balears. Estas islas mediterráneas batieron su propio récord de presión humana el 9 de agosto, con un total de 2,1 millones de personas en su territorio, frente a 1,2 millones de residentes, según el indicador que elabora el Instituto Balear de Estadística. “Cuando superamos la pandemia se decía que no había que volver a caer en los mismos errores de antes, que no podíamos volver a la masificación, pero el llamado efecto champán, con la gente con más ganas de viajar que nunca tras el coronavirus, se ha impuesto”, sentencia Blázquez.
El sector y la Administración buscan fórmulas para gestionar el turismo y no morir de éxito, tanto por el efecto en la calidad de vida como en el medio ambiente. “España tiene que apostar por la calidad, en cualquier punto del territorio y momento del año”, defiende la secretaria de Estado de Turismo, Rosana Morillo. “Hay destinos de éxito que es necesario ver si tienen que seguir creciendo en número o hacer un análisis profundo de la capacidad de carga para asegurar la sostenibilidad medioambiental, económica y también social, que se respete la calidad de vida de los ciudadanos”, añade. “Y también tenemos destinos aún desconocidos, que tienen gran potencial, y tenemos que apostar por subir en cantidad pero de una forma sostenible”, remata Morillo, que ha estado esta semana volcada en la gran feria del turismo, Fitur, que abrió el miércoles y cierra sus puertas este domingo.
Largas colas se formaron el primer día de la feria para acceder al recinto, en Ifema (Madrid), donde se percibía en el ambiente que el sector está en un momento dulce y rentable. Muchas reuniones de trabajo, presentaciones, foros… Los organizadores prevén que se hayan recuperado los niveles de asistencia de antes de la pandemia, una expectativa acorde con la frenética actividad que ha vivido el turismo en los últimos dos años. Tras el golpe histórico que supuso la pandemia en 2020 y un 2021 muy complicado, el sector enfiló en 2022 una rápida recuperación que sorprendió al propio sector, especialmente en España, pero también en el resto del mundo. La Organización Mundial del Turismo espera que la recuperación mundial supere en 2024 los niveles prepandemia, tras registrar 1.300 millones de llegadas internacionales a escala global el año pasado, solo un 12% por debajo de 2019. Hace una década, eran 1.130 millones. En España, se han pasado de los casi 58 millones de 2012 a los 84 millones de 2023.
Pero hay cierto consenso ahora en que la afluencia no puede ser la única medida de éxito. “Afortunadamente, se habla más de que lo importante no es solo el número de turistas, que era el indicador claro hasta hace unos años”, destaca José Serrano, profesor de Turismo en la Universidad Europea de Canarias. “Hay que medir también el impacto que tiene, porque no es inocuo, y sacar partido de este sector, pero con un mayor rendimiento en cuanto a gasto, una redistribución de los flujos a otras zonas y una desestacionalización, para repartir el turismo en varios meses”, añade.
Fuentes de Exceltur, asociación que agrupa a grandes empresas del sector, se ha impulsado estos días el debate sobre los límites del turismo, aunque también destacan que el sector fue el gran motor del crecimiento de la economía, ya que supuso un 70% del incremento del PIB en 2023. Ha habido algunos intentos hasta ahora, como el polémico tope de plazas turísticas impuesto en Baleares en 2017 y una moratoria hotelera en 2022, que el nuevo Gobierno autonómico está revisando. También en Barcelona se decretó el mismo año una moratoria hotelera (prohibición de abrir hoteles en el centro) y que ahora puede suavizarse. “En Canarias también ha habido una moratoria de construcción de camas turísticas, y eso está muy regulado; no se puede construir sin planificar, pero también hay que reforzar los controles sobre los pisos turísticos”, afirma Serrano. “Hay que pensar en una oferta de calidad, que no desplace a la población local ni dificulte el acceso a la vivienda, para evitar los casos de rechazo al turismo, porque no puede valer todo”, advierte.
La introducción de tasas ha sido otra de las medidas que han tomado algunas administraciones, como las que están en vigor en Baleares y Cataluña desde hace algunos años. La Comunidad Valenciana anunció una tasa para 2024, pero el nuevo Gobierno la anuló y no llegó a entrar en vigor. Mientras, cada vez más destinos imponen limitaciones en el número de visitantes diarios, en playas, carreteras locales o límites a la navegación de embarcaciones junto a islas protegidas. Un caso conocido es el de la playa gallega de Las Catedrales, considerada una de las más espectaculares de España y que llegó a vivir momentos críticos con cerca de 12.000 bañistas al día, hasta que la Xunta instauró en 2015 un aforo máximo de 5.000 personas en temporada alta.
Desde las empresas, la primera medida es elevar la calidad de los servicios en busca de turistas que se dejen más dinero en el destino. El objetivo sería mantener el gasto, que el año pasado alcanzó un récord de 108.000 millones de euros, aunque vengan menos turistas. El Ministerio de Industria y Turismo defiende también como fórmulas, para paliar los efectos de la masificación de algunas zonas y evitar el rechazo social, impulsar la desestacionalización de la actividad, ampliando temporadas y diversificando los lugares de destino de los turistas, fomentando la España interior frente al sol y playa. E intentar evitar que visitar un lugar en temporada alta sea una carrera de obstáculos.
La percepción negativa del turismo entre los ciudadanos que viven en las zonas más tensionadas, tanto en la costa como en los centros de grandes ciudades como Madrid y Barcelona, es motivo de preocupación. No solo por el malestar que genera a los residentes, sino también porque esa contestación afecta a los turistas, que pueden preferir no ir a un destino en el que hay pintadas con “turistas, volved a casa” en las calles. El presidente de la patronal hotelera (CEHAT), Jorge Marichal, dijo en un foro de turismo el martes pasado en Madrid que se siente “como un preso” por tener que defender un sector “cuando en 15 años no ha crecido en camas”, mientras se ha disparado el alquiler vacacional.
¿Cómo escuchar a los residentes? La empresaria mallorquina Carmen Riu, consejera delegada del imperio hotelero Riu, lanzó esta semana en el mismo foro, organizado por Exceltur, una novedosa propuesta: un referéndum para preguntarles a los ciudadanos qué modelo turístico quieren. “Muchas veces he pensado que no somos valientes, por no hacer un referéndum: queremos turistas, no los queremos”, afirmaba. “Hay un tema que me preocupa y que no sé muy bien cómo resolver: el de la ciudadanía”. En este sentido, Turespaña, dependiente del Ministerio de Industria y Turismo, acaba de anunciar que lanzará una encuesta de percepción del impacto del turismo para conocer “la actitud de la población residente ante el fenómeno turístico, tanto en la percepción del impacto que supone sobre su lugar de residencia, como sobre su vida personal”. Los resultados se conocerán a finales de 2024.
Otra opción es decrecer, según apunta Blázquez. En un estudio reciente, el investigador y otros expertos proponen que se abra el debate del decrecimiento turístico como “una estrategia para repolitizar cuestiones del desarrollo turístico en general, y de su sostenibilidad en particular”, explican en el documento.
El turismo de calidad no siempre es sinónimo de alto poder adquisitivo. “El turismo de calidad debería depender del empleo que genera, que sea de calidad, con salarios dignos y estabilidad”, afirma el antropólogo José Mansilla, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, que lleva años investigando la relación entre el turismo y los conflictos en las ciudades. “El sector no quiere oír hablar de decrecimiento, pero nuestro modelo turístico está muy basado en el bajo coste laboral y la turismofobia es una etiqueta creada para estigmatizar a unos residentes que simplemente no quieren un turismo de masas”, destaca el experto. Él apuesta por un turismo de cercanía y que tenga en cuenta el coste medioambiental que tiene, sobre todo, el avión.
En Alemania, Los Verdes llegaron a proponer justo antes de la pandemia limitar a tres el número de vuelos por pasajero al año, medida que nunca llegó a salir adelante. En España, el Gobierno acaba de anunciar una inversión de 2.400 millones de euros para ampliar Barajas, ante las críticas de sus socios de Sumar, que consideran que va contra el medio ambiente. La inversión, según el Ejecutivo, está centrada en aumentar la capacidad del principal aeropuerto español para ser punto de tránsito entre Europa y América, más que para solamente recibir turistas para España.
En cuanto a las condiciones laborales, la temporalidad en el sector ha pasado del 35% de 2019 al 8% el año pasado gracias a los contratos fijos discontinuos, una reducción superior a la media general. Y ha sido uno de los motores de crecimiento del empleo. Exceltur cuantifica en un 9,8% la subida salarial desde 2019 y del 4,4% entre 2022 y 2023. Los sindicatos, sin embargo, ponen el énfasis en que, tanto en alojamientos como en hostelería, han aumentado las cargas de trabajo en mayor proporción que las nuevas contrataciones, mientras los costes salariales están por debajo de la media y los horarios son poco atractivos. Además, aunque se impulse la desestacionalización, la gran mayoría del trabajo se centra en la temporada alta, entre Semana Santa y septiembre u octubre, lo que genera inestabilidad.
Austria y Finlandia son dos países que, en opinión del antropólogo José Mansilla, sirven como ejemplo de cómo el turismo se regula económica y medioambientalmente y, a la vez, los empleados tienen “un buen nivel salarial”. “Su economía no depende tanto del turismo y hay menos miedo a intervenir”, asegura. Tras Croacia, Grecia y Portugal, España fue el país de la UE con mayor aportación del turismo al PIB en 2022. El economista José Serrano coincide en que “hay que trabajar en alternativas potentes a la industria turística, para diversificar la economía”, pero también es partidario de “sacar pecho” de lo conseguido en el sector turístico.
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