Estalla la burbuja de la algarroba: “Le ha pasado como al bitcoin”
Los robos del cultivo sangran a los agricultores mientras que la demanda de goma de garrofín cae en picado
La algarroba ha dejado de ser “el tercer cultivo” en el mundo de la agricultura, ese con el que “se pagaban los gastos del resto”, para convertirse en el salvavidas de muchos payeses. “Es la cosecha que nos da de comer a mí, a mi mujer y a mi hijo”, asegura Albert Fortuny, un joven agricultor de 30 años del Camp de Tarragona. El nuevo oro negro del campo ha visto cómo el precio de la algarroba ...
La algarroba ha dejado de ser “el tercer cultivo” en el mundo de la agricultura, ese con el que “se pagaban los gastos del resto”, para convertirse en el salvavidas de muchos payeses. “Es la cosecha que nos da de comer a mí, a mi mujer y a mi hijo”, asegura Albert Fortuny, un joven agricultor de 30 años del Camp de Tarragona. El nuevo oro negro del campo ha visto cómo el precio de la algarroba se disparaba de los 20 céntimos el kilo a casi los dos euros la última temporada. “Ha sido desorbitado. Le ha pasado como al bitcoin”, describe Fortuny sobre el crecimiento exponencial del precio, hasta el punto de que la burbuja ha estallado.
“Habíamos encontrado un buen producto que daba mucho valor al campo y nos lo hemos cargado”, lamenta Marga Sureda, gerente de Carob, una empresa especializada en la fabricación de goma de garrofín ―que se extrae de la semilla― con más de 40 años de experiencia en el sector. Al uso tradicional como una harina espesante para helados, mayonesas, mermeladas y salsas, la semilla de la algarroba ha encontrado nuevas salidas en el mundo de la cosmética, para cremas, o en el farmacéutico, como cobertura para cápsulas. “No tiene hidratos, no tiene proteína, no tiene sabor, ni olor. Es muy útil”, describe la gerente. También se ha popularizado, entre otros usos, para personas con alergias y los celíacos. La vaina tradicionalmente se había destinado a la fabricación de pienso.
Pero el fruto ha muerto del éxito, con unos precios insostenibles. “La campaña pasada, en septiembre y octubre, se empezó a pagar la algarroba a un euro [la vaina completa], fue subiendo y el kilo de garrofín [la semilla] acabó a 29 euros. Eso hizo que la goma de garrofín rozase los 100 euros”, explica. “Es un precio que no puede funcionar”, lamenta, porque se pueden encontrar otros sustitutos más baratos, como la goma xantana o la goma guar. “La mayoría de nuestros clientes ya ha reformulado y no demanda goma de garrofín”, se queja.
El problema lo tienen ahora en los intermediarios que pagaron la algarroba a precios nunca vistos y no encuentran forma de darles salida. “Está siendo un desastre, estamos en el mes de febrero y casi no hay demanda”, asegura Sureda, al final de la cadena en la vida de un cultivo que se ha puesto tan de moda que ha comportado una oleada de saqueos nunca vistos en el campo. “En una noche me quitaron 1.500 kilos”, cuenta Albert Fortuny, a los pies de un algarrobero gigante. Cuando les roban, no hay duda: el manto negro de las vainas caídas de las ramas ha desaparecido y el pie del árbol luce desnudo. “Se los llevan a puñados, los meten en un saco y se van”, resume Fortuny, sobre la facilidad de robar el fruto de un cultivo muy agradecido para los agricultores, porque requiere poco mantenimiento y no sufre plagas.
“Estos robos se hacen a cara dura: te encuentras una patrulla de gente que se para en una finca, se pone debajo del algarrobo y se llevan las garrofas”, describe el responsable de este tipo de cultivo del sindicato Unió de Pagesos, Jordi Castellnou. El problema, a su juicio, es la escasa o nula “trazabilidad” del producto. Cataluña, la Comunidad Valenciana y Mallorca son algunas de las zonas más afectadas. El Gobierno catalán ideó que la declaración agraria obligatoria para las ayudas (DUN) sirviese como justificante de la propiedad. “Pero son muy ficticias. De golpe, se hicieron 600 un mes antes de la cosecha”, se queja Castellnou.
Los Mossos d’Esquadra también admiten las dificultades de poder saber de quién son las algarrobas. “No es posible acreditar de manera fehaciente que los productos transportados son propiedad de la persona que los trasporta o que los haya recolectado en la ficha de la que dispone una DUN”, asegura el consejero del Interior catalán, Joan Ignasi Elena, en una respuesta parlamentaria sobre el tema. En la campaña, la policía catalana ha detenido a una veintena de personas y multado a otras 39. En solo cuatro operaciones a nivel español, la Guardia Civil ha intervenido más de 100 toneladas de algarrobas robadas.
“La agricultura está envejecida, a la gente le da miedo enfrentarse”, analiza Fortuny sobre el hecho de que no haya agresiones ni conflictos graves entre los dueños del cultivo y los ladrones. Considera que las denuncias tienen poco recorrido y que, en los raros casos en los que se llega a juicio, los acusados, como le ocurrió a él, ni se presentan. “La solución pasa por atacar al que compra”, insiste, sobre quienes hacen la vista gorda y pagan por debajo del precio de mercado las algarrobas. “Es un producto muy goloso”, asegura. La policía catalana no ha encontrado hasta el momento redes internacionales que se dediquen a la exportación de este alimento al extranjero. Lo robado se vende directamente a los compradores locales.
“Hace unos tres años, la algarroba se pagaba a 20 céntimos. No estamos a favor de eso. Cada uno tiene que cobrar lo que se merece”, indica la gerente de la compañía Carob. Pero según su criterio, los precios sostenibles pasan por que el fruto no se pague a más de un euro el kilo para que el garrofín no exceda los siete. “Exportamos a todo el mundo, a Estados Unidos, a Japón, a Europa... El 80% del producto se iba a fuera”, recuerda. Aunque ahora todo eso se ha parado. “Será un año malo. Pero espero que al menos sirva para que estabilicemos el precio, seamos sensatos y todos ganemos lo que nos corresponde”, espera Marga Sureda.
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