Europa da por superada la primera fase de la crisis energética y se prepara ya para el invierno de 2023
Salvo una concatenación de olas de frío, un escenario al que no apunta ningún modelo meteorológico, la UE salva la primera bola de partido. La tensión, sin embargo, durará varios años
Antes incluso del inicio oficial del invierno, cuando las calefacciones multiplican el uso de gas natural en Europa, la UE pasa página en la saga de la crisis energética: desde hace unos días, la preocupación de los principales operadores ha dejado de ser este invierno para concentrarse en el próximo. Salvo un giro radical en lo meteorológico, que diera paso a severas olas de frío persistente a lo largo del Viejo Continente —algo que, a día de hoy, ningún modelo meteorológico prevé—, el mundo de la energía piensa ya a 10 meses vista: los que quedan antes de que los radiadores vuelvan a encende...
Antes incluso del inicio oficial del invierno, cuando las calefacciones multiplican el uso de gas natural en Europa, la UE pasa página en la saga de la crisis energética: desde hace unos días, la preocupación de los principales operadores ha dejado de ser este invierno para concentrarse en el próximo. Salvo un giro radical en lo meteorológico, que diera paso a severas olas de frío persistente a lo largo del Viejo Continente —algo que, a día de hoy, ningún modelo meteorológico prevé—, el mundo de la energía piensa ya a 10 meses vista: los que quedan antes de que los radiadores vuelvan a encenderse de nuevo.
La preocupación de hace unos meses se torna hoy en tranquilidad sobre el corto plazo. El esfuerzo extra para llenar los depósitos de gas durante la primavera y el verano, un otoño bastante más cálido de lo habitual y el recorte en el consumo de hogares y empresas en un entorno de altos precios y repetidas llamadas al ahorro han dado sus frutos: los almacenes subterráneos superan hoy el 85% de su capacidad, más de 10 puntos por encima de la media del último lustro y casi 30 más que hace un año.
El buen tono de las reservas, unido a la creciente capacidad de recepción de gas por barco —Países Bajos y Alemania han inaugurado regasificadoras en tiempo récord y en todo el bloque hay una treintena de proyectos en marcha de aquí a 2026, según la última recopilación de Global Energy Monitor—, permite ver las cosas de otra manera: el verbo ahorrar sigue conjugándose en imperativo, sí, pero las aguas bajan mucho más tranquilas. “Aunque hay que ser conservadores respecto al nivel de reservas, el escenario parece más favorable: con unas temperaturas normales de invierno, el nivel de demanda actual y un aprovisionamiento de gas natural licuado en el que no haya sorpresas [negativas] es previsible llegar a marzo-abril con los actuales niveles de reservas”, apunta Pedro Cantuel, de Ignis Energía.
Para el invierno que viene, sin embargo, el panorama cambia. “El colchón actual no debería llevar a predicciones demasiado optimistas sobre el futuro: los fundamentales del mercado podrían tensarse de nuevo el próximo año″, avisaban esta semana los técnicos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE, el brazo de la OCDE para cuestiones energéticas) en la presentación de su última toma foto fija sobre la situación en el Viejo Continente. El tono general que emana de su estudio está claro: aunque en primavera y en verano cualquier observador avezado habría firmado llegar a mediados de diciembre como estamos hoy, la partida de largo aliento aún no está ganada.
“Hay que empezar a pensar desde ya en 2023 y más allá. La próxima temporada de frío será muy diferente a esta, porque no podremos contar con el gas ruso”, aquilata desde la capital comunitaria James Watson, secretario general de la patronal Eurogas, que reúne a los grandes nombres del sector: de Uniper a Equinor pasando por ENI, Engie, TotalEnergies o la española Naturgy. “Tendremos que ser aún más cuidadosos en la gestión de la demanda; profundizar en la diversificación de proveedores, con contratos de largo plazo y proveedores fiables, como Estados Unidos, Canadá o Noruega; y acelerar con el biogás: cuanto antes, mejor”, reclama.
Los motivos de ese desafío a medio plazo son múltiples. En el llenado de los depósitos en tiempo récord, el concurso del gas ruso que llegaba por tubo fue esencial; y, como dice Watson, mucho tienen que cambiar las cosas para que ese gas no sea historia. Hoy, tras el cierre de los gasoductos Nord Stream 1 y Yamal, y salvo la pequeña fracción que sigue llegando a través de Ucrania y del Turkstream, en la UE la sequía de gas ruso por tubo es total. Además, tras la relajación de las restricciones en China, el gigante asiático tiene todos los visos de regresar con pujanza al mercado mundial de gas natural licuado (GNL), que Europa había dominado con holgura en los últimos meses. Y más competencia en un mercado de tamaño limitado es sinónimo de más barcos en disputa y mayores precios.
Casi 30 millardos de metros cúbicos (bcm) de gas natural sobre un consumo total de 400; o la quinta parte de lo que Europa compraba a Rusia antes de la guerra. Ese es el tamaño del boquete previsto por la AIE en el mercado europeo para el invierno que viene. También el principal argumento para tratar de acelerar el ahorro desde ya: todo el gas que no se consuma hoy será gas que se pueda gastar el próximo invierno, cuando vuelvan a sucederse los temores y las estrecheces de suministro.
“Tenemos un año para electrificar, meter la mayor cantidad de renovables que se pueda, llenar los depósitos y poner en marcha más regasificadoras flotantes”, esboza Pedro Fresco, experto independiente tras varios años al frente la política energética de la Comunidad Valenciana. “Este invierno solo podría haber problemas si es durísimo, y no parece. Pero habrá que volver a llenar las reservas para más adelante”.
“Si este invierno termina con los depósitos por debajo del 40%, el próximo será extremadamente difícil”, pronostica Katja Yafimava, del Oxford Institute for Energy Studies. “Para poder superarlo de forma segura, Europa necesita que no haga mucho frío en los próximos meses, que no haya más problemas de suministro [en referencia al GNL, el combustible que llega por barco desde medio mundo] y una reducción de la demanda del 15%”, enumera. En lo que va de 2022, el consumo total de gas (hogares, industria y generación de electricidad) ha caído un 11%, según los datos del centro de estudios europeos Bruegel. Con el paso de los meses, sin embargo, esta tendencia a la baja se ha acelerado: en noviembre, el descenso fue del 23%.
Bastante más optimista se muestra Norbert Rücker, jefe de análisis económico del banco suizo de inversión Julius Baer. “Europa está en condiciones para evitar la escasez de energía este invierno y más allá”, escribía en una nota para clientes en la que prácticamente lanzaba las campanas al vuelo. “Con el giro de Asia hacia el carbón y la nuclear, el impulso mundial hacia las energías renovables y el estancamiento económico de China, el mercado mundial debería ser suficiente para abastecer al continente”. Como en todos los análisis hay, sin embargo, una apostilla en forma de augurio sobre los precios: “El nerviosismo prevalecerá, y las cotizaciones seguirán oscilando al son del frío y de cualquier noticia que aumente los riesgos”.