Belén Cebrián, profesora de periodismo
La periodista, que fue directora de la Escuela de EL PAÍS, ha fallecido a los 66 años en Madrid
No ha habido en la historia de la Escuela de Periodismo de EL PAÍS nadie como Belén Cebrián —que fue su directora— que haya defendido con más ahínco y coherencia los valores que allí se enseñan, que son, al fin y al cabo, los valores fundacionales del periódico: responsabilidad profesional, independencia, formación continua, rigor en las informaciones…, pero también europeísmo, defensa de la democracia y de la libertad de expresión, Estado de bienestar, etcétera. Estos conceptos tan hermosos son sobados y banalizados hasta la náusea en ...
No ha habido en la historia de la Escuela de Periodismo de EL PAÍS nadie como Belén Cebrián —que fue su directora— que haya defendido con más ahínco y coherencia los valores que allí se enseñan, que son, al fin y al cabo, los valores fundacionales del periódico: responsabilidad profesional, independencia, formación continua, rigor en las informaciones…, pero también europeísmo, defensa de la democracia y de la libertad de expresión, Estado de bienestar, etcétera. Estos conceptos tan hermosos son sobados y banalizados hasta la náusea en muchos programas que se reclaman del periodismo, hasta el punto de que acaban por no significar nada. Belén se rebelaba contra ello, los dignificaba en sus clases y decía, sin dosis de soberbia pero con enorme irritación: “Si éstos son periodistas, yo soy una intrusa”.
Dio tanto carácter a la Escuela, habló tanto a sus alumnos de lo que no deben olvidar, que se la puede emparentar —cada uno con su diferente estilo— con otro grande del periodismo, también profesor de la Escuela, Miguel Ángel Bastenier, de quien estos días se cumplen cinco años de su desaparición. Ambos coincidían: “El periodismo no se puede enseñar pero sí se puede aprender”. Testigos de ello son los centenares de periodistas en activo que se formaron en las aulas de la Escuela (salas de redacción) y que hoy forman parte de la tropa de lo mejor de nuestra profesión. Algunos de ellos son ya profesores de la Escuela. Una generación ha sustituido a otra.
En algunos momentos, la vida ha sido inmerecidamente cruel con Belén. Una muestra de su grandeza personal ha sido la forma con la que fue preparando a su familia y a sus amigos para lo peor. No se engañó con lo que tenía. Todavía el jueves pasado, en lo que fue su último internamiento en el hospital, enviaba un WhatsApp que decía: “No parece que esto vaya bien”. La compensación a esa entereza ha sido su hija Belén (“Belén junior”), también periodista y también exalumna de la Escuela de Periodismo. La joya de la corona.
En su prehistoria, Belén Cebrián fue una excelente periodista que participó en primera fila en la profesionalización de una especialidad, el periodismo laboral, que tan importante ha sido en las últimas décadas. Ahora, cuando ya no está con nosotros, no es difícil imaginarla dirigiéndose a su clase y repitiendo, machacona, a sus alumnos: “Todo periodista tiene la obligación de releer y corregir sus propios originales antes de entregarlos, la primera responsabilidad de las erratas y equivocaciones es de quien las introduce en el texto, ello no cambia en el papel ni en el digital”.
Cuántos y cuánto la van a recordar.