El asalto de Elon Musk a Twitter: un ‘thriller’ con amagos de puñetazo en la mesa

Cronología de la opa hostil contra la red social, una ofensiva que Musk ha desarrollado con luz y taquígrafos en apenas un mes

Elon Musk consulta su teléfono móvil en Cabo Cañaveral (Florida), en enero de 2020.Foto: JOE SKIPPER (REUTERS) | Vídeo: EPV

Elon Musk, el hombre más rico del mundo, el paladín libertario —o absolutista, para sus críticos— de la libertad de expresión, ha usado los tuits como órdagos en el acoso y derribo de Twitter, con una serie de andanadas propias del bravucón de la clase que a punto estuvieron de hacer descarrilar la negociación con los 11 miembros de la junta directiva de la red social. Desplantes de divo y espantadas jalonaron el proceso, y el riesgo de u...

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Elon Musk, el hombre más rico del mundo, el paladín libertario —o absolutista, para sus críticos— de la libertad de expresión, ha usado los tuits como órdagos en el acoso y derribo de Twitter, con una serie de andanadas propias del bravucón de la clase que a punto estuvieron de hacer descarrilar la negociación con los 11 miembros de la junta directiva de la red social. Desplantes de divo y espantadas jalonaron el proceso, y el riesgo de un puñetazo encima de la mesa planeó incluso en la madrugada del lunes, horas antes de anunciarse el acuerdo por el que el extemporáneo ejecutivo, nacido en Sudáfrica y ciudadano estadounidense desde 2002, se hacía, por fin, con su nuevo y carísimo juguete.

Esta es la reconstrucción de días de frenéticas negociaciones que tuvieron a 220 millones de usuarios en vilo. Una gran tormenta empresarial y mediática con ritmo de thriller que se ha desarrollado en menos de un mes y que ha concentrado toda la tensión en apenas diez días.

La oferta inicial. Después de convertirse a primeros de abril en el principal accionista de Twitter al adquirir el 9% de los títulos, Musk coqueteó con la posibilidad de incorporarse a su junta directiva, autoinvitándose. Pero luego se echó atrás, mientras tuiteaba una serie de improperios sobre la red a sus más de 80 millones de seguidores, del estilo de “Twitter apesta” (más tarde prometió enmendar su naturaleza lenguaraz y no desacreditar a la empresa con sus comentarios). El día 13, por la tarde, lanzó el órdago a la grande: su envite de comprar toda la compañía y sacarla de Bolsa, para lo que puso sobre la mesa, de una tacada, 43.400 millones de dólares (unos 40.000 millones de euros). El día 14, jueves, la junta de accionistas dijo que consideraría “cuidadosamente” la propuesta, pero tras una reunión de varias horas, los antiguos dueños plantaron cara al magnate: no se lo iban a poner nada fácil, ni mucho menos barato.

La cláusula de la ‘píldora venenosa’. La maniobra de defensa corporativa conocida en EE UU como píldora venenosa consiste en evitar una opa hostil al encarecer las acciones del objetivo. Como escudo o ejercicio de autodefensa, es un recurso frecuente. Así fue como Twitter intentó mantenerse a salvo de Musk, respondiendo el día 15 a su oferta de compra con esta salvaguarda, vigente en principio durante un año, para ganar tiempo. La píldora venenosa no sólo protege a los accionistas, también entorpece la llegada de socios tipo caballo de Troya (como Musk), dispuestos a conquistar el poder desde dentro. Pero la tarde del mismo jueves, el milmillonario ya advirtió de que tenía un plan b para salvar el escollo. El factor psicológico de la guerra de nervios empezaba a paralizar al adversario.

La financiación, lo primero. Aunque su oferta original no abundaba en detalles y Wall Street la recibió con escepticismo, Musk se movió rápidamente para asegurarse apoyos por valor de 46.500 millones de dólares y poder así financiarla, mientras presionaba a la dirección de Twitter para que tomara en serio sus avances. El jueves 21, una semana después de activarse la cláusula de la píldora venenosa, el dueño de Tesla desveló que había presentado en la víspera documentos en la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, en sus siglas inglesas, el regulador bursátil estadounidense) que mostraban la seriedad de su propósito: una combinación de deuda y efectivo. El banco de inversión Morgan Stanley y un grupo de prestamistas le respaldaban con 13.000 millones de financiación y otros 12.500 millones en préstamos contra sus acciones en Tesla. A ello se añadían otros 21.000 millones cuyo origen estaría menos claro, y que se especulaba con que podrían obligar al magnate a vender parte de su participación en Tesla para obtenerlos. Las cartas financieras sobre la mesa añadieron presión a la dirección de Twitter.

Addenda: Después de cerrarse el acuerdo, Musk vendió esta semana acciones de Tesla por valor de unos 8.500 millones de dólares para hacer caja. Asegura que será el último paquete del que se deshace, lo que apenas ha tranquilizado a los accionistas del fabricante de coches eléctricos, que desde principios de abril, cuando Musk inició el asalto a Twitter, ha perdido un 20% de su valor en Bolsa.

La cocina del acuerdo. Con la financiación más clara, la dirección de Twitter capituló durante una reunión celebrada en la mañana del domingo 24; posteriormente, se encerró en una sala con Musk para sellar el trato. El acuerdo fue anunciado a primeras horas del lunes 25, pero incluso esa madrugada planeó la amenaza de un golpetazo en la mesa, según fuentes cercanas a la negociación. La compañía de San Francisco aceptó la oferta de 54,20 dólares por acción. Ambas partes también negociaron un calendario de formalización y las indemnizaciones a percibir si el voluble y visceral Musk se volvía, otra vez, atrás. Incluso antes de anunciarse oficialmente el acuerdo, las acciones de Twitter abrieron un 4% arriba el lunes, a casi 51 dólares por título.

Futuro inmediato. Los accionistas se pronunciarán sobre la oferta en una votación; también será evaluada por los reguladores, para determinar si supone una amenaza para la libre competencia y los derechos de los consumidores, aunque en principio se descarta que puedan bloquear la operación. El importe milmillonario de la misma implica someterla a la evaluación del Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio, las dos instancias que regulan las adquisiciones empresariales. Se prevé que el acuerdo tarde de tres a seis meses en cerrarse. Mientras tanto, parece probable que el escrutinio sea intenso —también en la plaza pública virtual que es Twitter, con enconados partidarios y detractores de la operación— y quedan muchas preguntas en el aire sobre los planes de Musk para la empresa, sobre todo los relativos a la liberalización de los controles de contenido y la animada vida propia de los algoritmos.

Un factor clave: la imprevisibilidad. El carácter tornadizo de Musk no ayuda. La brecha entre el precio de las acciones de Twitter y lo que ofrece el cofundador de Tesla se ha ampliado desde el lunes. Los participantes en la operación están preocupados por el plan de financiación del multimillonario y su compromiso de completar la transacción, aunque el anuncio de venta de títulos de Tesla debería ayudar a calmar algo las aguas. No faltan quienes piensan que el trato aún puede colapsar, sobre todo ante el empeño en llevar siempre la voz cantante de quien algunos consideran “el novio problemático que Twitter merece”. Una tribuna en el diario The New York Times recordaba el viernes cómo en su primera boda, en el año 2000, Musk dijo a su esposa durante el baile del convite: “Yo soy el alfa en esta relación”. Así es ya en Tesla, y quiere serlo ahora en Twitter.

Spoiler (final abierto). El control absoluto de Musk sobre Twitter podría tener serias implicaciones para el discurso político en todo el mundo, al relajar las políticas de moderación de la empresa, además de agitar aún más el debate sobre la libertad de expresión en EE UU en un momento de polarización extrema (y a seis meses de unas elecciones decisivas). Muchos tuiteros ven ya regresar por la puerta grande a Donald Trump, aunque de momento, en la semana cero de la operación, parece que el mecanismo de moderación sigue vigente, como demuestra el caso de Roger Stone. El amigo íntimo de Trump, que intentó volver a Twitter este jueves, había sido expulsado permanentemente en 2017. Su nueva cuenta apenas duró unas horas antes de un nuevo cerrojazo. El libertador Musk tiene ahora la palabra.

Twitter exageró su número de usuarios activos

El jueves, Twitter admitió que había sobrerrepresentado “accidentalmente” el número de usuarios activos diarios monetizables entre 2019 y 2021, gracias a una función que permite a cualquier usuario vincular varias cuentas separadas. Durante esos tres años, contabilizó las cuentas vinculadas como si fueran individuales, ha informado esta semana el portal Axios. No es la primera vez que Twitter admite haber exagerado su base clientelar; también lo hizo en 2017, en relación con el número de usuarios de los tres años anteriores. Así que las críticas sobre la gestión de la compañía que Musk avienta en los trinos -y que han sido una táctica más de su estrategia de conquista- podrían tener, a la vista de estos datos, cierta base, pero eso tampoco ha calmado al mercado ni a los tuiteros. Twitter se apuntó en el primer trimestre del año 1.200 millones de dólares en ingresos (el 16% más que en el mismo periodo de 2021, pero por debajo del 20% esperado), mientras ampliaba su audiencia hasta los 227 millones de usuarios diarios activos, un 16% más que hace un año pero muchos menos que los de Facebook, por ejemplo. Los resultados representan un mensaje agridulce, casi tan ambivalente como el propio Musk.

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