Bruselas lanza un proyecto de satélites valorado en 6.000 millones
La Comisión Europea pretende garantizar las comunicaciones y llevar internet a cualquier rincón a través de una constelación de nuevos vehículos orbitales
La Comisión Europea ha colocado este martes sobre la mesa su próximo sueño espacial: poner en órbita una red de satélites que garanticen las comunicaciones seguras en la Unión Europea. Bruselas quiere que este proyecto, valorado en 6.000 millones de euros, comience a dar servicios en 2024, y se encuentre plenamente operativo en 2027. El objetivo, en línea con la estrategia comunitaria de contar con una mayor autonomía civil y militar en un mundo de creciente volatilidad, es asegurar el acceso ininterrumpido a internet de forma rápida, rentable y encriptada. Los Veintisiete cuentan, sin embargo...
La Comisión Europea ha colocado este martes sobre la mesa su próximo sueño espacial: poner en órbita una red de satélites que garanticen las comunicaciones seguras en la Unión Europea. Bruselas quiere que este proyecto, valorado en 6.000 millones de euros, comience a dar servicios en 2024, y se encuentre plenamente operativo en 2027. El objetivo, en línea con la estrategia comunitaria de contar con una mayor autonomía civil y militar en un mundo de creciente volatilidad, es asegurar el acceso ininterrumpido a internet de forma rápida, rentable y encriptada. Los Veintisiete cuentan, sin embargo, con precedentes espaciales que acabaron llegando con años de demora y costando una fortuna, como el programa Galileo de navegación por satélite.
El nuevo programa, para el cual la Comisión ha presentado este martes una propuesta de regulación, llega en una era de tensión extrema de la Unión con otros grandes bloques del globo, un momento en el que toda música que suene a independencia estratégica lleva el compás de los tiempos. Pero fuentes comunitarias despejan su vínculo con la actual tensión con Rusia, por ejemplo, y aseguran que se trata de un programa con visión de largo plazo.
La idea es que una red de satélites de órbita baja, de última tecnología, permitan el acceso a conexiones avanzadas, fiables y rápidas a los ciudadanos y las empresas de toda Europa, incluso en zonas muertas, donde no llegan o resulta muy caro que lleguen las comunicaciones tradicionales, según afirma el Ejecutivo comunitario a través de la comunicación publicada este martes.
Conectividad
Mediante el sistema, que podría ser explotado de forma pública y privada, se busca también proporcionar conectividad a zonas geográficas de interés estratégico, como África, según especifica la Comisión, que ha emprendido en los últimos meses un plan para competir con la llamada Nueva Ruta de la Seda de China, el programa Global Gateway (Puerta Global); el continente vecino, al otro lado del Mediterráneo, es uno de los principales campos de batalla de esta pugna por ganar influencia a través de la promoción de infraestructuras físicas y tecnológicas.
“Podremos dar conectividad a toda África”, ha observado el comisario europeo de Industria, Thierry Breton, durante una comparecencia este martes. “Se trata de un gran acelerador del desarrollo económico del continente”, ha añadido el francés, que ha subrayado la dimensión “geoestratégica” de la propuesta.
“El valor añadido de poder comunicarse en caso de emergencias y catástrofes es extremadamente alto para los ciudadanos, así como para los responsables de las infraestructuras críticas”, se lee en el texto de la propuesta, en el que se hace referencia a iniciativas similares puestas en marcha por grandes potencias, como Estados Unidos, que tiene previsto colocar en órbita una constelación de 300 a más de 500 satélites a una altitud de entre 750 y 1200 kilómetros, o Rusia, que hará lo propio con 640 satélites que orbitarán a 870 kilómetros de altitud.
Estos motivos, en palabras de la Comisión, hacen que “la conectividad global de las comunicaciones por satélite se maneje cada vez más como un activo estratégico”. Bruselas cree necesario hacer frente a la “necesidad mundial de los gobiernos gubernamentales de garantizar una conectividad resistente para apoyar no solo sus operaciones de seguridad, sino también para conectar infraestructuras críticas, gestionar crisis y apoyar la vigilancia fronteriza y marítima”.
El coste total del despliegue orbital se estima en unos 6.000 millones de euros. La contribución de la UE al nuevo programa espacial sería de 2.400 millones hasta 2027, según se especifica en la propuesta de regulación. Y el Ejecutivo comunitario tiene previsto que la financiación global provenga de diferentes fuentes del sector público (como los Estados miembros o contribuciones de la Agencia Espacial Europea) y también de inversiones del sector privado.
La industria espacial europea es en la actualidad la segunda del mundo, con un valor de entre 53.000 y 62.000 millones de euros; emplea a más de 230.000 personas. Y el efecto multiplicador del sector es exponencial: por cada euro invertido en ella la sociedad recibe seis, según cifras de la Comisión. Bruselas calcula que el desarrollo de la nueva infraestructura proporcionaría un valor añadido bruto de entre 17.000 y 24.000 millones, además de puestos de trabajo adicionales en la industria espacial de la UE, y otros efectos colaterales positivos en el resto de la economía.
Pero toda gran empresa espacial europea hace levantar también las orejas en señal de alerta. Los cimientos del programa Galileo, un claro precedente de la iniciativa actual, se colocaron en 1999. Se trata de un sistema “hoy esencial” que usan millones de personas, en palabras del comisario Breton. Pero una década después de su puesta en marcha, en 2009, el Tribunal de Cuentas de la UE publicó un demoledor informe sobre el fiasco que había supuesto el programa: debía haber arrancado en 2008 para empezar a competir con el GPS estadounidense. Y frente al presupuesto inicial de 3.330 millones, calculaba que podría acabar costando al contribuyente más de 5.500 millones de euros. Galileo finalmente acabaría prestando “servicios iniciales” en 2016, ocho años después de lo previsto.