La inflación en el Reino Unido y Alemania se dispara al mayor nivel en los últimos treinta años
Los precios subieron al 5,4% en diciembre, y redoblan la presión sobre el Banco de Inglaterra y el Gobierno de Boris Johnson
La inflación en el Reino Unido rebasó en diciembre las expectativas más pesimistas de muchos economistas y se situó en el 5,4%, la cifra más alta de las últimas tres décadas. En marzo de 1992 alcanzó el pico del 8,4%. Al ritmo al que está creciendo el precio de bienes y servicios, la cifra podría situarse fácilmente por encima del 6% cuando llegue la primavera, y trasladar a los hogares británicos un presión insostenible. ...
La inflación en el Reino Unido rebasó en diciembre las expectativas más pesimistas de muchos economistas y se situó en el 5,4%, la cifra más alta de las últimas tres décadas. En marzo de 1992 alcanzó el pico del 8,4%. Al ritmo al que está creciendo el precio de bienes y servicios, la cifra podría situarse fácilmente por encima del 6% cuando llegue la primavera, y trasladar a los hogares británicos un presión insostenible. El sistema de “precio tope” del consumo energético que impuso el anterior gobierno conservador de Theresa May, que establece un límite medio en la cantidad que debe pagar cualquier hogar por el consumo de gas y electricidad, ha evitado artificialmente una crisis que afecta ya a muchos países europeos. El tope se revisa dos veces al año, y las previsiones señalan que, en abril, la factura energética podría aumentar hasta un 50%.
El hecho de que el factor principal de la subida de la inflación corresponda al precio de alimentos, restaurantes, ropa o zapatos, según ha señalado la Oficina Nacional de Estadística (ONS, en sus siglas en inglés) sugiere que el problema es más estructural que coyuntural, e incrementa de ese modo la presión sobre el Banco de Inglaterra para subir los tipos y cumplir su mandato legal de mantener la inflación por debajo del 2%. A mediados de diciembre, la autoridad monetaria inglesa ya sorprendió a los analistas con su decisión de subir el precio del dinero del 0,1% al 0,25%. Fue un aumento mínimo, pero el consenso de los economistas lo había descartado, ante la incertidumbre económica que aún estaba generando el rápido contagio por todo el mundo de la variante ómicron del coronavirus. Las señales de la tormenta inflacionaria que se avecinaba, sin embargo, fueron lo suficientemente poderosas como para que la institución que preside Andrew Bailey decidiera que era necesario indicar un cambio de tendencia en la política monetaria, aunque pudiese suponer cierto enfriamiento en la recuperación económica.
A pie de calle, las nuevas cifras macroeconómicas se traducen en un incremento del coste de la vida cada vez más insoportable para los hogares británicos, y en una presión añadida para el ministro de Economía, Rishi Sunak. Precisamente, el candidato más popular entre los miembros del Partido Conservador para la posible sustitución de un Boris Johnson en horas muy bajas por el escándalo de las fiestas prohibidas en Downing Street durante la pandemia. Sunak ha sugerido ya que su departamento pondrá en marcha subvenciones y ayudas fiscales para que las familias puedan hacer frente al incremento del coste de la energía.
La energía disparó la inflación alemana a niveles de hace casi 30 años
En el continente, también Alemania cerró el año en niveles de inflación desconocidos desde hace casi tres décadas, con una tasa media del 3,1%. Hay que retroceder a 1993 para encontrar un dato más elevado en el conjunto del año (4,5%). El precio de la energía y los efectos relacionados con la crisis del coronavirus han contribuido a que a lo largo de la segunda mitad del año las tasas fueran creciendo hasta llegar a su pico en noviembre, cuando alcanzó el 6% en su tasa armonizada, la que usa Eurostat para compararla con el resto de socios. En diciembre, ese porcentaje cayó ligeramente al 5,7%.
La evolución de los precios el año pasado tiene varias causas, señala Georg Thiel, presidente de la oficina federal de estadística, Destatis, “entre ellos los efectos de base debidos a los bajos precios en 2020″. La caída en el precio de los productos del petróleo el año anterior ha afectado al aumento general de precios actual, explica en un comunicado de prensa. A ello hay que sumar los cuellos de botella en la cadena de suministro global y el “notable aumento de precios en las fases iniciales del proceso económico”.
Los precios de los productos energéticos aumentaron en Alemania un 10,4% en 2021 tras haber caído el 4,8% en 2020. El alza más significativa fue en el combustible para calefacción, que se disparó un 41,8%. El nuevo impuesto a la emisión de gases de efecto invernadero que el Gobierno alemán introdujo a principios de año también contribuyó a elevar los precios de la energía. Desde 2021 se aplica el impuesto del CO₂ que ya se cobraba a la energía y la industria electrointensiva también al sector del transporte y la construcción. Sin tener en cuenta los precios de la energía, la tasa media anual de inflación habría sido del 2,3%.
La tendencia alcista se notó también en la alimentación. Los precios de la comida aumentaron un 3,2% en comparación con el año anterior. Subieron todos los grupos de alimentos, pero especialmente en el aceite para cocinar (5,3%) y las verduras (3,9%). También en este caso ha contribuido el efecto base de la reducción de los tipos de IVA el año anterior. El Ejecutivo de Angela Merkel rebajó del 19% al 16% y del 7% al 5% los tipos en la segunda mitad de 2020 dentro del paquete de medidas aprobadas para gestionar la crisis del coronavirus e impulsar la recuperación económica.
Las cifras de inflación con las que cerraron el año tanto en el Reino Unido como en Alemania están por encima de la media de la UE (5%), aunque por debajo de la española (6,5%). Mientras el Banco de Inglaterra dio pasos para atajarla al subir los tipos de interés al 0,25%, el Banco Central Europeo no ha movido ficha para no entorpecer la recuperación, y mantiene su posición de que el alza de los precios es transitorio e irá deshinchándose a partir de la primavera. Los nuevos máximos de siete años alcanzados por el barril de petróleo esta semana añaden incertidumbre a ese pronóstico.