Daniel Kretinsky: el inversor que llegó del frío
El empresario es uno de los hombres más ricos de la República Checa y acaba de entrar en el mercado español
Inteligente, ambicioso y rápido para identificar jugosas inversiones. Daniel Kretinsky (Brno, 45 años) es “un verdadero hombre de negocios”. Al menos así lo describen dos personas del primer círculo de confianza de este multimillonario, el tercero en la lista de la revista Forbes en República Checa. Su fortuna asciende a los 4.100 millones de euros y la ha forjado gracias a Energeticky a Prumyslovy Holdin...
Inteligente, ambicioso y rápido para identificar jugosas inversiones. Daniel Kretinsky (Brno, 45 años) es “un verdadero hombre de negocios”. Al menos así lo describen dos personas del primer círculo de confianza de este multimillonario, el tercero en la lista de la revista Forbes en República Checa. Su fortuna asciende a los 4.100 millones de euros y la ha forjado gracias a Energeticky a Prumyslovy Holding (EPH), un conglomerado que aglutina unas 70 empresas que van desde centrales eléctricas hasta medios de comunicación y que recientemente ha aterrizado en España con la compra del 50% del negocio de la cadena de supermercados Eroski en Cataluña (que se conoce bajo la marca de Caprabo) y Baleares.
La distribución de alimentos no es ajena a este magnate amante de jugar al baloncesto, aunque para hacer negocios prefiere el fútbol: es propietario del Sparta de Praga. Uno de sus brazos financieros —EP Global Commerce, del que posee el 53%— es el principal accionista con el 40,6% de las acciones de Metro, el mayorista alemán con presencia en una treintena de países, entre ellos España (Makro). Además tiene —gracias a otro vehículo de inversión, Vesa Equity Investment— un 10% en los supermercados británicos Sainsbury’s y controla el 5,65% del distribuidor francés Casino. Hoy, su apellido es conocido en el mundo de los negocios en Europa. Hace una década, sin embargo, pocos sabían de él. Fue en 2018 cuando saltó a la palestra. Blaise Gauquelin, antiguo corresponsal de Europa Central para el diario francés Le Monde, se enteró de que uno de los inversores del periódico estaba vendiendo su participación a un empresario checo, un tal Daniel Kretinsky.
La noticia corrió como la pólvora entre los periodistas de la redacción del rotativo, del cual el Grupo Prisa, editor de EL PAÍS, es accionista. En 2017, Kretinsky —también dueño del grupo de medios Czech News Center, editor de Blesk, el tabloide checo más leído en ese país— había adquirido por cinco millones de euros el semanal de centroizquierda Marianne, donde colocó a la cabeza a una controvertida comentarista conservadora. Después compró, por 52 millones de euros, una serie de medios, entre ellos la revista Elle, al grupo francés Lagardère. Pero entrar al accionariado de Le Monde era tocar la joya de la corona de los medios en Francia, país que había enamorado a Kretinsky desde que era universitario. “Le Monde es un activo muy sensible”, dice vía telefónica Jérôme Lefilliâtre, periodista del medio francés Libération, autor de Mister K, un libro que ofrece un retrato del empresario.
Sobre todo preocupaba el origen de la riqueza de Kretinsky: el negocio energético con centrales eléctricas y minas de carbón, así como un oleoducto en Eslovaquia que transporta gas procedente de Rusia a diversos países de Europa. “¿Por qué un magnate internacional de la energía estaría interesado en un periódico anti-Kremlin que había invertido de manera importante en la cobertura del cambio climático?”, se preguntó en su momento Peter S. Green, periodista de The New York Times. “Traer gas ruso a Europa Occidental generó preocupaciones sobre posibles vínculos amistosos con [el presidente ruso Vladímir] Putin. Sin embargo, hasta ahora no ha surgido ninguna evidencia que corrobore estas afirmaciones”, mencionó Paul Benkimoun, presidente de la sociedad de periodistas de Le Monde, un año después de que Kretinsky cerrara la compra del 49% de Le Nouveau Monde, el principal accionista del diario francés.
Kretinsky se define como una persona “afortunada” que ha sido “bendecida por la vida”. Así lo confirma una fuente cercana al magnate que prefiere no ser citada. “Para nada representa la imagen típica del millonario: arrogante, controlador. Es todo lo contrario”, abunda esta persona que mantiene estrecha relación laboral con el millonario. En el momento de hacer negocios analiza cuidadosamente el mercado y toma decisiones rápidas, recalca Daniel Castvaj, portavoz de su conglomerado. Tiene un olfato innato para las inversiones en tres sectores: energía, medios de comunicación y empresas de distribución de alimentos. “A menudo ve oportunidades que otros no ven”, destaca Castvaj.
Enamorado de Francia
Hijo de una jueza del Tribunal Constitucional de la República Checa y de un profesor universitario de informática, Kretinsky estudió Derecho en la Universidad de Masaryk e hizo un intercambio de seis meses en la Universidad de Dijon, en Francia. Allí se convirtió en un francófilo y un francófono, con un acento que apenas se nota, dice el semanario L’Express. Con 25 años y el título bajo el brazo, encuentra su primer trabajo en un bufete de Praga, que abandona inmediatamente. En 1999 se une a J&T, un grupo financiero eslovaco capitaneado por Patrik Tkac, uno de los empresarios que había hecho una fortuna con la ola de privatizaciones en la Eslovaquia poscomunista. Fue allí donde Kretinsky dio sus primeros pasos. A los pocos años se convirtió en socio de la firma. Cuando J&T escindió sus activos energéticos en 2009, Kretinsky entró en el accionariado de la recién formada EPH. La firma en principio fue propiedad de J&T y PPF Group, una empresa controlada por el que se convertiría en su suegro: el recién fallecido Petr Kellner, en ese entonces el hombre más rico de la República Checa.
Kretinsky adquirió el 94% de EPH en 2016. Desde entonces su fortuna se catapultó. En 2017 amasó 2.000 millones de dólares, según Forbes. Hoy, esa cifra se ha duplicado. El gigante EPH tiene activos por más de 13.000 millones de euros y opera en la República Checa, Eslovaquia, Alemania, Italia, Irlanda, el Reino Unido, Francia y Suiza. En marzo del año pasado, el magnate se contagió de covid-19 y aun así no perdió de vista el rumbo de sus inversiones, sobre todo aquellas relacionadas con la energía afectadas por el confinamiento y las restricciones de movilidad, según cuenta Bloomberg. Desde su confinamiento voluntario pasó 12 horas al día al teléfono dirigiendo sus empresas. “Es una persona muy oportunista: compra activos cuando están a bajo precio”, resalta Lefilliâtre. Y su hambre irá a más, dice el periodista: “En la próxima década, Kretinsky será un hombre de negocios más que conocido en Europa. Tiene mucho efectivo para invertir”.