Las farmacias viven el efecto suflé

La facturación de las boticas más pequeñas o situadas en zonas turísticas se resiente mientras que en el resto crece debido a la pandemia

María Martínez, propietaria de la Farmacia La botica de la torre, en el barrio de Orcasitas.KIKE PARA

Para una farmacia como la de María Martínez, que está en el barrio de Orcasitas, el extrarradio de Madrid, 2020 ha sido un año bueno en lo económico... y agitado en todo lo demás. Cuenta que se le han acumulado sin vender cientos de cajas de antigripales, que se han desplomado los productos de higiene facial, que se ha disparado la demanda de cremas para alergias de la piel y que, por supuesto, han triunfado las mascarillas y el gel hidroalcohólico. Una montaña...

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Para una farmacia como la de María Martínez, que está en el barrio de Orcasitas, el extrarradio de Madrid, 2020 ha sido un año bueno en lo económico... y agitado en todo lo demás. Cuenta que se le han acumulado sin vender cientos de cajas de antigripales, que se han desplomado los productos de higiene facial, que se ha disparado la demanda de cremas para alergias de la piel y que, por supuesto, han triunfado las mascarillas y el gel hidroalcohólico. Una montaña rusa en los pedidos a la que se han subido las 22.102 boticas que hay en España y que, según la consultora IQVIA, hasta noviembre habían acumulado un crecimiento en ventas de casi el 2%. En su avance del cierre del año estiman unas ventas incluso mejores, 21.384 millones de euros en conjunto, un 4,4% más que en 2019.

Pero no a todo el mundo le ha ido igual de bien. Las farmacias de centros comerciales, las situadas en zonas turísticas o las más pequeñas han perdido muchas plumas pese a que, como recuerda Ana López, portavoz del Consejo General de Colegios Farmacéuticos, sólo durante el primer mes de pandemia los boticarios atendieron a 30 millones de personas y realizaron más de 3 millones de consultas telefónicas y a domicilio. Algunas profesionales, como María, tuvieron que ir puerta a puerta entregando medicamentos a los enfermos vulnerables durante el confinamiento. Y muchos puntos de venta rurales, situados en pueblos donde ni siquiera hay un consultorio médico, fueron el único contacto de los vecinos para conseguir un consejo cualificado durante esos meses tan duros.

Luis de Palacio, secretario de la Federación Empresarial de Farmacéuticos Españoles, abunda en esa idea de que ha sido un año extraordinario en muchos sentidos. Mientras que pequeñas farmacias de barrio han surfeado la ola sin dificultades y han fidelizado a una clientela que antes iba de paso, otras históricamente boyantes han sido borradas del mapa, y cita como anécdota que hasta ha cerrado una antigua farmacia cercana a la Puerta del Sol de Madrid. “Antes de la covid veníamos observando facturaciones agregadas con valores que no superaban a los registrados hace 10 años y en 2020 la pandemia ha cambiado todo. Irrumpieron productos, como las mascarillas, que antes eran anecdóticos, las farmacias de barrio han tenido mucha más actividad frente a otras”.

Los fármacos, estables

Las ventas de medicamentos, que suponen el 70% de los ingresos de un establecimiento medio en España, alcanzaron un valor por habitante de unos 307 euros en los 11 primeros meses, unos niveles similares a 2019. Pero el segmento del cuidado personal, donde entran las mencionadas mascarillas, se ha disparado casi un 13%, con un desembolso de 142 euros por habitante, según IQVIA. Hilando un poco más fino se ve el efecto suflé: cuatro de los cinco productos de cuidado personal que más aportan en ventas se relacionan directamente con la covid-19 (geles, mascarillas, guantes y productos para dormir). Se hunden los artículos para el cuidado de labios, protectores solares, cremas antiarrugas o champús contra los piojos. Entre los fármacos sin receta tampoco les ha ido bien a los jarabes de la tos, los productos para la faringe y los antigripales, pero se han disparado los analgésicos o las multivitaminas.

Con los datos anteriores no es extraño que haya sido un ejercicio igual de sorprendente para las distribuidoras. En España trabajan 19 grupos, la mayor parte cooperativas con capital exclusivamente de farmacéuticos a excepción de la multinacional Alliance Healthcare. Dos de ellos, Cofares y Bidafarma, aglutinan cerca del 60% de la cuota del mercado. Las ventas en su conjunto, según los cálculos de Eladio González, presidente de Fedifar, la patronal, han crecido moderadamente porque su negocio esencial está en los medicamentos. “Muchas empresas han podido aguantar y los problemas han venido de adaptarse a estructuras nuevas y requisitos nuevos para proteger al personal de las infecciones. Sería desastroso que una distribuidora farmacéutica tuviese que cerrar por tener casos de covid”. Bidafarma, una cooperativa que nació de la fusión de otras 12 y que atiende a más de 10.000 puntos de venta, terminó el año con unas ventas de 2.536 millones, un 2,4% más. Cofares, que aún no ha dado datos del cierre del año, con toda seguridad superará los 3.428 millones de 2019.

La pregunta que se hacen muchas empresas es qué pasará cuando no sean necesarias tantas medidas de protección. Quizá el reconocimiento social sea la mayor ganancia que se lleva el sector de esta crisis. Porque la fama económica que precedía a las farmacias antaño se venía diluyendo en la última década. Los precios de los fármacos se revisan cada seis meses por parte de la Administración y algunos registran fuertes bajadas. Aun siendo un buen negocio —la facturación media roza el millón de euros—, los rendimientos de los medicamentos, que llegaron a aportar márgenes brutos medios del 33% o 30%, han caído en una década al 28% y menos, según De Palacio. “Para conseguir rendimientos netos de más del 10%, las farmacias sudan tinta china”.

Para los establecimientos consolidados quizá no sea un problema, pero los profesionales que empiezan de cero afrontan inversiones muy fuertes por el precio de la licencia, los honorarios de los intermediarios (casi imprescindibles para conseguir entrar en el mercado, y que se quedan cerca de un 3%), seguros, programas informáticos, las existencias de la farmacia —que en un negocio pequeño son de alrededor de 40.000 euros— y los salarios. Y luego están las ubicaciones, determinantes para conseguir un buen flujo de clientes. Unas 900 farmacias están consideradas de “viabilidad económica comprometida”, aquellas cuya facturación por dispensación de recetas es inferior a los 200.000 euros al año. Situadas en su mayoría en pequeños pueblos de la España vaciada, reciben ayudas públicas que oscilan entre 100 y 800 euros al mes.

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