Opinión

Europa ha vuelto

En 2010 Bruselas proyectaba tensión, problemas y melancolía. Hoy cuando hablas con alguien allí destilan optimismo e ilusión por el futuro

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el 24 de diciembre en Bruselas.Francisco Seco (AP)

En marzo, cuando comenzaron los confinamientos, los economistas empezamos a anticipar posibles escenarios. El más preocupante era el impacto sobre las finanzas públicas y una nueva crisis de deuda como la de 2010. Las estimaciones anticipaban que el Tesoro español tenía que aumentar sus emisiones en más de 100.000 millones, hasta un récord de 300.000 millones.

El Banco Central Europeo (BCE) resolvió rápidamente las dudas al inicio de la pandemia, prorrogó su programa de compras en junio y en diciembre garantizó que se mantendrá al menos hasta marzo de 2022. La deuda pública cierra 2020,...

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En marzo, cuando comenzaron los confinamientos, los economistas empezamos a anticipar posibles escenarios. El más preocupante era el impacto sobre las finanzas públicas y una nueva crisis de deuda como la de 2010. Las estimaciones anticipaban que el Tesoro español tenía que aumentar sus emisiones en más de 100.000 millones, hasta un récord de 300.000 millones.

El Banco Central Europeo (BCE) resolvió rápidamente las dudas al inicio de la pandemia, prorrogó su programa de compras en junio y en diciembre garantizó que se mantendrá al menos hasta marzo de 2022. La deuda pública cierra 2020, tras la peor caída del PIB desde la Guerra Civil, con tipos negativos de sus bonos hasta el plazo de 10 años. Sin esta intervención, España no podría haber activado las medidas extraordinarias para mitigar los efectos depresivos y el hundimiento del turismo.

El BCE ya llevaba años comprando deuda y el nuevo programa fue una continuidad. Lo que era impensable en marzo es que la Unión Europea aprobará el mayor plan de estímulo fiscal de su historia, con emisión de deuda pública europea y transferencias directas a los Estados. El plan se aprobó con un acuerdo político del máximo nivel entre la Comisión, el Consejo y el Parlamento Europeo. El Ejecutivo comunitario vuelve a ser el interlocutor bilateral con los países, algo que no sucedía desde Jacques Delors. Ver a todos los países poniendo la vacuna a la vez con el mismo ritual fue emocionante para los europeístas convencidos desde pequeñitos, como es mi caso.

En 2010 Bruselas proyectaba tensión, problemas y melancolía. Hoy cuando hablas con alguien allí destilan optimismo e ilusión por el futuro. Esa energía positiva será necesaria para recuperar la normalidad tras el trauma psicológico de la pandemia. Si las vacunas permiten contener la pandemia, se normalizará la movilidad interna dentro de los países, como ya ha sucedido en Asia. Pero lo más complicado será recuperar la movilidad entre países. Es clave que Europa dé ejemplo normalizando normas de seguridad comunes. Para el sector turístico español es clave.

Con Biden en la Casa Blanca las relaciones con EE UU volverán a la normalidad. Asia siempre receló de Occidente, pero ahora la situación es de extremo rechazo. El plan europeo de recuperación busca reposicionar al continente en la revolución digital. La clave será encontrar el equilibrio aristotélico entre el uso masivo de datos y la protección de los derechos individuales. Europa debe recuperar posición e influencia también en el tablero geopolítico.

España aún no se había recuperado de las cicatrices de la crisis anterior, sumida en una crisis de identidad y territorial y con populistas de izquierdas y de derechas en el Parlamento, igual que en Francia e Italia. Tranquiliza saber que Europa, como nos enseñó Ortega y Gasset, no es el problema sino la solución. La vacuna que evitará que los españoles cometamos los mismos errores de los últimos dos siglos. El futuro es ilusionante, el pasado es incierto.

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