Laurence Boone: “Hemos aprendido las lecciones de la crisis financiera”
La economista jefa de la OCDE aplaude los estímulos aprobados para luchar contra la recesión pero advierte del peligro de retirarlos demasiado pronto, como en 2012
Como en tiempos de pandemia todo es a distancia, la entrevista con la economista jefa de la OCDE, Laurence Boone (Boulogne-Billancourt, Francia, 51 años), hecha por teléfono, no permite ver si su cara refleja alivio o si toca madera cuando habla de una recuperación gradual.
Aunque la economía global sigue en pleno túnel, se empieza a vislumbrar la luz de salida y su tono no deja dudas del optimismo cauto que destilan también las últimas previsiones económicas del organismo con sed...
Como en tiempos de pandemia todo es a distancia, la entrevista con la economista jefa de la OCDE, Laurence Boone (Boulogne-Billancourt, Francia, 51 años), hecha por teléfono, no permite ver si su cara refleja alivio o si toca madera cuando habla de una recuperación gradual.
Aunque la economía global sigue en pleno túnel, se empieza a vislumbrar la luz de salida y su tono no deja dudas del optimismo cauto que destilan también las últimas previsiones económicas del organismo con sede en París: con la promesa de una pronta llegada de las vacunas, la mejor gestión de la segunda oleada pandémica y las herramientas políticas y fiscales puestas en marcha han impedido una caída total a los infiernos. Eso sí, nada de esto habrá servido si se comete el mismo error que durante la Gran Recesión de hace una década y se retiran las ayudas demasiado rápido, advierte.
“Hemos aprendido las lecciones de la crisis financiera y los responsables políticos han sido mejores a la hora de implementar políticas que protejan a la gente y la capacidad colectiva de la economía”, sostiene Boone, para quien en la crisis de 2008-2012, “la política fiscal en Estados Unidos y Europa fue ajustada [a la baja] demasiado rápido”. Por eso, insiste, lo importante ahora es no pisar el freno de las ayudas antes de que haya pasado la crisis, y eso no sucederá al menos en 2021. “Aunque la economía está ganando impulso y el desempleo está bajando, necesitamos los apoyos. Podrán ser ajustados, pero hay que mantenerlos”.
Tiene ejemplos a mano. Australia, por ejemplo, ha hecho algo “interesante”: el Gobierno ha prometido que no ajustará su política fiscal hasta que el paro vuelva a estar en torno al 6%. “Da una cierta guía”, considera Boone. No se trata, tampoco, de seguir gastando a lo loco: al fin y al cabo, la OCDE también advierte en su último informe de que los tremendos gastos en que están incurriendo los Gobiernos de todo el mundo, a costa de una ingente deuda que algún día habrá que afrontar, tienen que tener sentido. En caso contrario, en algún momento estos desembolsos se volverán en contra de los países que los han aprobado.
“Cuando la situación vuelva un poco a la normalidad, la gente va a preguntar a dónde fue el dinero”, advierte. Gastar sí, pero guardando las facturas, en resumen. Y “focalizando” mejor, agrega Boone. Otro ejemplo, Alemania: en cada Estado, explica, tienen un comité que analiza el balance anual de las empresas en 2019 para ver si son sostenibles. Porque una de las grandes “preocupaciones” de la economista jefa de la OCDE es la bancarrota de muchas empresas que, recuerda sombría, suele suceder en un momento posterior de la crisis. “El gasto debería realizarse de forma inteligente, focalizado en algunos sectores y empresas viables”, algo que requiere una decisión consensuada quizás también con otros organismos más allá de los gubernamentales, como hace Alemania.
No es solo una cuestión de empresas viables. También de apostar por el futuro. Y este requiere, ante todo, no olvidar a los que van a salir peor de esta crisis: los jóvenes. “Lo que más me preocupa es la desigualdad que estamos creando. Sobre todo para los jóvenes que acceden al mercado de trabajo”, reconoce. No hay que mirar muy lejos ni muy atrás para encontrar las consecuencias peligrosas de hacer que la gente se sienta dejada atrás.
“Hemos visto en el pasado cómo esto puede llevar a una polarización que lleve a economías más cerradas, menos abiertas a cambios y también menos capaces de cambiar. En el pasado, muchos políticos no prestaron suficiente atención a los afectados por la globalización y la digitalización, y hay la preocupación por que ahora no prestemos suficiente atención a los niños y los jóvenes trabajadores, que son los más afectados hoy. Y si no hacemos mucho por ellos, les perseguirán (los efectos de la crisis) toda su vida. Y eso sería un desastre para ellos y para la sociedad”, advierte. Sí, hay un riesgo de que la crisis deje una generación perdida. “Generaciones”, corrige, muy seria, Boone. “En plural”.