Wugum, los chicles funcionales para adultos que prometen energía o relax
La empresa cordobesa lleva a los supermercados sus productos estimulantes, relajantes, drenantes o vigorizantes sexuales
La vida del cordobés José Rojano sería hoy otra de no ser por su afición a correr maratones. La primera vez que participó en uno, con 19 años, la organización le llegó a pedir el carnet para certificar su mayoría de edad. Es ingeniero de Telecomunicaciones, tiene 48 años y corre desde que tiene uso de razón. Madrid, Valencia, Sevilla, Lisboa, París o Boston, la ciudad en la que en 2012 —un año antes del ataque terrorista que acabó con tres muertos y 282 heridos— un amigo, piloto de combate...
La vida del cordobés José Rojano sería hoy otra de no ser por su afición a correr maratones. La primera vez que participó en uno, con 19 años, la organización le llegó a pedir el carnet para certificar su mayoría de edad. Es ingeniero de Telecomunicaciones, tiene 48 años y corre desde que tiene uso de razón. Madrid, Valencia, Sevilla, Lisboa, París o Boston, la ciudad en la que en 2012 —un año antes del ataque terrorista que acabó con tres muertos y 282 heridos— un amigo, piloto de combate de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, le ofreció un chicle antes de empezar. “¿Qué es esto?”, preguntó. El militar le respondió que se trataba de goma de mascar de cafeína, el equivalente a unos tres cafés, y que era habitual echárselo a la boca para activarse en las misiones especiales. “Me sorprendió saber que un ejército de élite como el americano repartiese chicles entre sus soldados”, recuerda Rojano. “Eso sí, le gané la carrera”, presume entre risas, “porque el chicle era bueno, pero no hacía milagros”.
De vuelta a España, la curiosidad por ese producto le llevó a indagar sobre las bondades de estos chicles. Descubrió que en la literatura científica ya se hablaba de la instantaneidad con la que la cafeína llega al torrente sanguíneo a través de la saliva. “Nuestro organismo tiene varias vías de asimilación. La más rápida es la intravenosa, que no es muy cómoda; le siguen la intramuscular o la sublingual. Debajo de la lengua tenemos las células de Langerhans, que absorben rápidamente los nutrientes sin pasar por el aparato digestivo. Van al hígado y se metabolizan muy rápido”, explica Rojano.
También descubrió que solo había dos empresas en el mundo explotando ese conocimiento, y que ambas estaban dedicadas solo al ámbito militar con chicles de cafeína. De las grandes compañías, solo Wrigley —el mayor fabricante del mundo— había patentado algo parecido, una goma de mascar con sildenafilo, el principio activo de Viagra, pero que nunca llegó a comercializar porque la farmacéutica Pfizer tenía todos los derechos sobre el compuesto.
“Que una gran compañía estuviese pensando en utilizar el chicle para administrar un medicamento hizo despertar en nosotros la idea de usar el chicle como conductor de propiedades que provocasen algo más allá del efecto energético. ¿Por qué no uno relajante con valeriana? ¿O uno contra la resaca con B12? ¿O un bronceante o un drenante?”, pensó Rojano. Pocos meses después nació Wugum, la primera compañía mundial en desarrollar, patentar y comercializar chicles funcionales que incorporan vitaminas y extractos de plantas naturales. Su catálogo ya incluye 14 referencias. Las más vendidas son el energético y el relajante, aunque el “quitarresacas” y el vigorizante sexual no se quedan atrás.
“No usamos fármacos”, explica Rojano. “Y no hacemos milagros, pero funcionan”, certifica el gerente de Wugum, que cerró 2019 con una facturación de 1,6 millones de euros y que este año se enfrenta a uno de sus mayores desafíos: el salto a los supermercados. De momento, y a modo de prueba, sus chicles ya se encuentran en 100 establecimientos de Mercadona en las provincias de Valencia y Castellón bajo un acuerdo de marca con Hacendado. También están en los lineales de Carrefour y mantienen firmados acuerdos con Rewe, en Alemania y Austria, o Sanborns y Sears, en México. En el resto de países —Portugal, Italia, Grecia, Marruecos, Jordania, Austria, Holanda, Alemania, Reino Unido y Noruega— venden en farmacias y en las gasolineras de Repsol y Shell.
“Los grandes ingresos están en el retail o gran consumo, pero para entrar ahí necesitábamos un precio más competitivo. Empezamos vendiendo 15 unidades a 8,95 euros, de ahí pasamos a vender 10 a 4,95 euros, pero el mercado demandaba precios más bajos, al menos para atreverse a probar el producto, así que ahora vendemos 10 chicles a 1,95 euros”, explica Rojano.
Hasta llegar a este punto, la marca lleva invertidos 3,6 millones de euros desde 2014. Aproximadamente la mitad dedicados al I+D+i y un 35% a protección industrial, patentes y marcas. El 15% restante, para certificados y desarrollo normativo internacional. “La competencia tiene que llegar a donde estamos nosotros, porque van muy detrás; y sí, somos líderes mundiales en nuestro segmento, pero hemos sufrido mucho”, apunta Federico Calzado, director general. Habla de “tensiones y presiones indirectas de los grandes del sector, que ya nos perciben como una amenaza porque vendemos 10 veces más caro que ellos”, confiesa Calzado.
Según sus previsiones a partir de los contratos de distribución nacional e internacional ya firmados, esperan cerrar 2020 con una facturación de 1,8 millones de euros. Cifra que se incrementará, según sus vaticinios, hasta los 11,8 millones de euros en 2024. La crisis del coronavirus ha retrasado un año todas sus expectativas, aunque también ha dado aire a alguno de sus productos.
“Se ha caído la venta física, pero hemos multiplicado por cinco nuestra venta online, en gran parte en Amazon, nuestro principal cliente”, explica Rojano. Su chicle polivitamínico ha aumentado por 10 las ventas, aunque el gran éxito de la marca durante el confinamiento ha sido la goma de mascar relajante, que ha multiplicado por 8 sus ventas.
“La clave está en la melatonina —cada chicle lleva un miligramo, el máximo permitido por la UE—, que es una hormona que facilita el sueño y que, según unos estudios publicados estos meses, sirve para reforzar el sistema inmunológico”, cuenta Rojano. “Las búsquedas sobre la melatonina en los buscadores se ha multiplicado por tres, por su ayuda contra la covid-19 y porque a la gente le ha costado dormir bien”.
Además de los más vendidos, los cordobeses tienen otros 45 chicles funcionales en fase de desarrollo. En paralelo, siguen trabajando para que les permitan la comercialización en países como México. En Europa, están catalogados como complementos alimenticios y sus chicles cuentan con certificaciones antidoping para su línea de productos con cafeína para deportistas de élite.
Con más cafeína
Su Wug Military es el chicle con más cafeína del mercado: 150 miligramos por dosis, la mitad de la cantidad diaria recomendada. “Nos llamó la nutricionista de la selección mexicana de fútbol semanas después del mundial de Rusia diciéndonos que lo había probado y que estaba muy contenta con los resultados”, afirma orgulloso Rojano.
Aunque enmascarar el sabor de tal dosis de cafeína es uno de los principales hándicaps a los que se han enfrentado. “Era nuestro talón de Aquiles, pero lo hemos mejorado; la mayoría sabe a mentol, porque disimula bien sabores como el de la valeriana o la cafeína, aunque también llevan piña, frutos rojos o regaliz, dependiendo de la fórmula”, explica el consejero delegado.
Un farmacéutico y un biólogo diseñan las recetas en el laboratorio que la marca tiene en Baena (Córdoba), aunque la mezcla de los nutracéuticos con la goma de mascar proveniente de Brasil y México se realiza en Colonia, Alemania. Todo el proceso de producción acaba con el envasado final, también en Córdoba capital. Allí tienen la sede de la Wug Foundation, que apuesta por la inserción laboral de personas con discapacidades físicas y que desarrolla un chicle polivitamínico que contiene el 100% de vitaminas que necesita un niño y que va a países subdesarrollados gracias a una colaboración con Cruz Roja.
“El 35% de los que nos compran, repiten”, presume Rojano. “El mercado tiende a los alimentos funcionales y esta categoría de producto tiene ciertas ventajas. A fin de cuentas”, zanja, “es un chicle”.