Opciones para irse a la playa con el dinero a buen recaudo

El horizonte de la inversión más conservadora se complica con la llegada del verano, que suele traer más volatilidad, y los nuevos rebrotes del virus

Los inversores se preguntan qué hacer con su dinero en agosto.Catherine Lane (Getty Images)

Cautela. La palabra en boca de todos. Aún más en estos meses de verano después de haber vivido en los mercados de valores, en plena crisis de la covid- 19, una de las caídas más rápidas de las últimas décadas con correcciones superiores al 30% en apenas cuatro semanas; seguidas, eso sí, de uno de los rebotes más fuertes y verticales que se recuerdan, en las que las políticas de inyección de liquidez de los bancos centrales han tenido bastante que ver, a decir de los expertos.

El año 2020 está siendo muy atípico y muchos a...

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Cautela. La palabra en boca de todos. Aún más en estos meses de verano después de haber vivido en los mercados de valores, en plena crisis de la covid- 19, una de las caídas más rápidas de las últimas décadas con correcciones superiores al 30% en apenas cuatro semanas; seguidas, eso sí, de uno de los rebotes más fuertes y verticales que se recuerdan, en las que las políticas de inyección de liquidez de los bancos centrales han tenido bastante que ver, a decir de los expertos.

El año 2020 está siendo muy atípico y muchos ahorradores se estarán preguntando qué hacer con su dinero durante el mes de agosto y más allá. No es solo la pandemia del coronavirus el único quebradero de cabeza, son también las dudas sobre quién será elegido presidente de los Estados Unidos en noviembre, el camino que tomará la guerra comercial entre este país y China; el futuro y efectivo Brexit, los resultados empresariales, el empleo…

Aunque el “momento” actual de mercado se dibuja complicado y los analistas no descartan, en un horizonte a corto plazo, un recorte en los mercados de valores de entre el 5% y el 10%, pueden existir a su juicio y precisamente por ello, oportunidades claras de inversión. En estos meses de verano en los que la liquidez de los mercados disminuye y a la par aumenta la volatilidad, combinar cautela, incertidumbre y oportunidades no parece tarea sencilla. Los expertos dan sus “recetas” particulares si bien todas ellas tienen algunos ingredientes en común: el perfil de riesgo ha de estar claramente definido —no tomar decisiones precipitadas— ; el horizonte temporal de la inversión ha de ser a medio y largo plazo —lo que no es óbice para rebalancear carteras; no deshacerlas— y las inversiones más conservadoras ofrecen hoy por hoy nulas rentabilidades o incluso negativas por lo que hay que seguir apostando por activos con cierto riesgo de cara a futuro.

Ser “conservador” a corto plazo tiene, por tanto, pocas opciones. Según Gonzalo García Valero, responsable del área de asesoramiento de Caser Asesores Financieros, tal vez sea posible aún “encontrar oportunidades con bonos emitidos por empresas de calidad”. Gabriel Ximénez de Embún, jefe de inversiones de Credit Suisse Gestion, comparte opinión en este terreno al asegurar que puede ser una opción interesante “la renta fija corporativa, con grado de inversión, a medio plazo (de tres a cinco años)”. Pedro del Pozo, director de inversiones financieras en Mutualidad de la Abogacía, hace, sin embargo, una advertencia: dado el “fulgurante rally” desde abril de la renta fija de calidad, singularmente la deuda pública, unido a los tipos de interés estructuralmente bajos, “es muy difícil la inversión en los activos habitualmente tenidos como más conservadores”. Para Stefan Kreuzkamp, jefe de inversión de DWS, en estos activos teóricamente conservadores “se corre el riesgo de perder en términos reales, ya que la inflación no ha desaparecido para siempre”. A su juicio, un inversor sería conservador a largo plazo si optara por acciones de “las grandes tecnológicas, las farmacéuticas o algunas acciones de valor cíclico seleccionadas”.

Álvaro Manteca, responsable de Estrategias de Inversión Banca Privada en BBVA, reconoce que no se fía mucho del mercado de valores —”ha subido de forma demasiado vertical y aún hay muchas divergencias en la economía real”— por lo que su forma de ser cauto pasa por “invertir en divisas refugio como pueden ser el franco suizo o el yen japonés”; en oro que, a su juicio, “tiene una correlación negativa con las acciones” y, en todo caso, en sectores defensivos como el sanitario.

Liquidez

En palabras de Alicia García, responsable de M&G en España, en estos momentos se trata de contar con liquidez suficiente que no solo dé seguridad sino que permita “tener munición, es decir, la escopeta cargada para las oportunidades que vayan saliendo” que, en su caso creen que pueden aparecer en fondos temáticos especializados en infraestructuras, al estar las compañías de este sector bien gestionadas, bien capitalizadas y con la posibilidad incluso de ofrecer dividendos.

Más decantado hacia posiciones de renta variable a medio y largo plazo se encuentra Ángel Olea, director de inversiones de Abante, para quien se trata, dentro de la cautela, de “invertir en empresas estables, con ingresos recurrentes, con sesgo de calidad”. Entre ellas están, a su juicio, las empresas de consumo básico, farmacia y algunas de tecnología “cuyos precios aún no son demasiado elevados tipo Intel u Oracle”.

Chris Iggo, de AXA Investment Managers considera que, “el mundo necesitará crecimiento” para lo que deberá abordar cuestiones como el cambio climático y los riesgos derivados de esta pandemia, así como la seguridad del agua y los alimentos. “Eso significa inversión y progreso tecnológico en áreas como energía alternativa, captura de carbono y agricultura mas eficiente”, añade.

Sophie del Campo, directora general de Natixis, hace una apuesta clara por las carteras con criterios ASG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo) e inclinadas hacia sectores como la tecnología, la salud o los servicios a empresas y particulares basados en suscripciones, tanto en consumo, como son las plataformas de ocio televisivo, como en servicios de software que, a su juicio, “serán cruciales en el nuevo mundo”.

Estadísticas con dos caras

Dicen las estadísticas recogias por un estudio de LPL Research sobre el comportamiento del índice Standard & Poor’s 500 desde 1957, que es entre mayo y octubre cuando los mercados de valores ofrecen menores rentabilidades. Los datos dicen también que, en los últimos 30 años, los meses a evitar son, por sus resultados negativos, mayo, agosto y septiembre, muy especialmente este último.

La cuestión es, tal y como explica Javier Molina, portavoz de eToro para España, que pese a que, según esta narrativa, el inversor estaría en la época estival más expuesto al riesgo, la realidad es que “en siete de los últimos ocho años, el S&P500 ha obtenido resultados positivos en este periodo” por lo que recomienda no dejarse distraer por estos efectos temporales y evitar el juego de entrar y salir del mercado.

Ignacio de la Maza, responsable del canal intermediario de Janus Henderson, hace hincapié en esta idea. De media, explica, es cierto que los rendimientos mensuales en junio, agosto y septiembre han sido negativos en los últimos 30 años pero en un 50% de los casos, sus rentabilidades fueran positivas, superando la tasa del 4,5%. A su juicio, dejarse llevar por la estacionalidad “podría suponer perder rendimientos importantes si no se invierte”. Vincent Mortier, director de inversiones adjunto de Amundi, reconoce que el verano suele ser un periodo de baja liquidez, que tiende a amplificar cualquier movimiento. Dicho esto, a su juicio, “hacer timing de mercado puede ser caro y no es una buena idea”. Pone un ejemplo: “si el inversor permaneció invertido en el S&P 500 durante los últimos 20 años, habría logrado un rendimiento anualizado del 5,8%, pero si se hubiera quedado fuera del mercado en los 10 mejores días del período, los rendimientos anualizados serían solo del 1,7%. Conclusión: en interés de los objetivos de inversión a largo plazo, permanecer invertido en todo momento es más gratificante”.

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